Escribo por tercera temporada consecutiva sobre la nit de los muertos vivientes. No voy a imitar, más bien limitar el camino a los guionistas de la serie The Walking Dead. Ser un superviviente a este jolgorio nocturno basta con encerrarse en casa, desconectar y desenchufarse. Aislarse de tanta estupidez humana. La globalización no debe programar nuestras agendas, maquillar las fiestas y condicionar el ocio.
Uno de los principios básicos del decálogo de la generación Gol Gran fue el intentar no importar modas absurdas de otras gradas, exportando a los jóvenes españoles y europeos, la no homofobia, el no racismo y la no violencia en las gradas. Lo conseguimos en cierto modo, aunque no sirvió para nada. En aquella etapa de mi vida aprendí a ser diferente y original luchando por intentar convencer a las nuevas generaciones contra eso que se denomina mimetismo. Las inercias acaban pasando factura. En casa había suficiente contenido de primera para no beber de otros.
Me cuesta entender la celebración de la fiesta. Me duele aceptar el comportamiento de amigos o conocidos, hoy son padres de familia, que mantienen una elevada complicidad con esta velada. Ellos y ellas no la mamaron, y sus hijos tampoco deberían hacerlo por guiñar el ojo al mercado. Nada de esto tiene que ver con el catolicismo como alguno intenta hacernos ver ¡Es una fiesta pagana! Yo no soy creyente y no la festejo.
Celebrar Halloween no es cuestión de religiones. Es aceptar el curso natural de la vida de la patria chica de cada uno. Es al menos por un día respetar a los que se marcharon en vida. Hacer memoria de ellos. Recordarlos. Celebrar Halloween es como aplaudir un gol del equipo rival. Con esto no hace falta señalar a los que un día reparten carnets de patriotismo, y a la siguiente noche se maquillan frente al espejo. Más que tradición se llama personalidad. Y parte de culpa radica en el sector del ocio que se comporta como quinta columna de la fiesta.
Solo pretendo que nos detengamos unos minutos para explicarles a nuestros hijos lo que significa Halloween en la cultura Mediterránea. Empezamos el mes disfrazados y finiquitamos November Rain con la orgía de precios del Black Friday. Cada vez me siento menos identificado en este mundo de muertos vivientes. Por favor no acabemos siendo zombis del capitalismo. No apadrinemos Halloween. No seamos víctimas de la fiesta. No traicionemos a los muertos.