VALÈNCIA. Iba a ser el puntal del subgénero inédito del paella western, iba a abrir puertas y caminos, iba a ser un bombazo… Pero al final ni siquiera llegó a los cines. “El resultado final de la película no justifica que no se estrenara”, “Si la película se hubiera rodado en Barcelona, estaríamos hablando de una de las más relevantes de su año”: son los argumentos de Pau Martínez y Sergio Villanueva; director y actor de Bala perdida, respectivamente, la película que celebra 20 años de no haberse ni siquiera estrenado en salas a pesar de contar con todos los elementos para que fuera un hito del cine valenciano e ir más allá de la etiqueta.
La historia del film es una odisea emocionante y frustrante en la que caben un productor-guionista, un director jovencísimo, David Carradine, un elenco nacional a un gran nivel, y unos decorados de western en El Campello. Este miércoles, en La Filmoteca, la película se podrá ver en pantalla grande por primera vez desde su estreno en la Mostra de València del 2003, donde ganó a Mejor película en su sección de cine valenciano y arrasó en público. Prácticamente el único que pudo verla entonces. Después de la proyección, Villanueva moderará una mesa redonda junto al propio Martínez, Cristina Plazas, actriz de la película, y Joaquín Vallet, crítico cinematográfico.
Parte de lo que hace esta historia interesante es que hay pocos culpables visibles. Pau Martínez ha empezado el proyecto de un documental sobre el proyecto para, 20 años después, sacar conclusiones y ver lo sucedido con más perspectiva. ¿Qué paso entonces? “Aún me hago esa pregunta”, responde en conversación a este diario.
El proyecto empezó en la mente de Jorge de Juan, el actor murciano con una sólida carrera a nivel nacional, que hizo un guion “muy personal” que incluso incluía guiños a su familia. Martínez, con apenas 25 años cumplidos, y él se conocieron en Cinema Jove a través de Sigfrid Monleón. Fue el inicio de una gran amistad que se materializó primero con la realización de un cortometraje que rodó por varios festivales. “No era ninguna obra maestra, pero tuvo su recorrido y lo recuerdo con cariño”, confiesa Martínez.
Ya en el rodaje del corto estaban preparando el gran salto, el largometraje. De Juan le propuso a Martínez dirigir su guion, todo un regalo. Él produciría la película. Bala perdida cuenta la historia de un actor venido a menos que secuestra a su propio hijo y lo esconde en el rodaje de un western de serie B. Una trama que requería un elemento esencial: un actor americano que hubiera vivido en primera persona el peso de la fama hollywoodiense.
“Nos metimos en la página del club de fans de David Carradine, que llevaba su manager, y a partir de ahí empezamos a hablar con él. En la primavera de 2001 fuimos a Nueva York y nos reunimos dos veces. Después de cenar en un restaurante italiano, salimos con un precontrato firmado en una servilleta o un trozo de papel. Y con ese aval empezamos a buscar financiación”, relata Martínez.
Hasta ahí todo hacía pensar que Bala perdida sería la película valenciana que estaba llamada a romper la historia maldita de la cinematografía local. Pero como el efecto mariposa, cuando Vía Digital hace la mala jugada de la compra de los derechos del Mundial de Fútbol de 2002, lo primero que paraliza son las inversiones en el cine. La salida de otra productora de Madrid a última hora le hizo perder al proyecto, antes del rodaje, 300.000 euros. Pero el proyecto siguió esperando que el dinero llegaría después, y apoyándose en los fondos propios, además de las ayudas de RTVV, el ICAA y la Generalitat Valenciana.
Sergio Villanueva ya tenía una carrera ciertamente estable más allá de las fronteras valencianas. Había hecho televisión, alguna co-producción y había estado bajo las órdenes de José Luis García Sánchez. En septiembre de 2001, cuando estaba embarcado en proyectos internacionales, el atentado contra las Torres Gemelas le despierta un no-se-qué de volver a casa. Y entonces, tiene que elegir entre un rodaje para televisión en Madrid o Bala perdida. “El guion me parecía buenísimo, súper coherente y con mucha chicha, y el proyecto lo dirigía mi hermano, con el que había rodado cortometrajes, que era de la generación con la que yo empecé, la generación u-matic, que digo yo”, explica el actor. Para añadir más emoción, “en Valencia prácticamente no se rodaba en 35mm. Yo sentía que este proyecto convertiría a Pau Martínez en una especie de Tarantino”. ¿Quién no querría embarcarse en un proyecto así? “Yo pensaba que ya la teníamos, la película valenciana que cambiaría las cosas”.
Ni siquiera en el rodaje Villanueva era consciente de lo que vendría: el elenco incluía, además de Carradine, a Juanjo Puigcorbé, Mercedes Sampietro, Emilio Gutiérrez Caba, Juli Mira, Cristina Plazas, Carmen Bullejos, y el propio Villanueva. Cuenta el actor que se la jugó haciéndole la broma del pequeño saltamontes de Martes y Trece a Carradine. Pau Martínez, por otro lado, recuerda que ya en el rodaje se dio cuenta “que el guion era demasiado ambicioso para lo que teníamos”: “empecé a proponer recortar algunas secuencias porque rodar tanto nos haría no hacer tan bien algunas que eran esenciales. Además, el set de El Campello no estaba preparado entonces para acoger un rodaje, y un temporal nos hizo perder varios días”.
“Por lo demás, el ambiente en el rodaje era bueno y no hubo más que las típicas discusiones entre un productor y un director, con el matiz de que, en esta ocasión, el productor era también el guionista”, explica Martínez. Carradine, tras Kung-Fu, había encadenado decenas de papeles menores y cogió con ilusión el encargo de volver a ser el pilar de un western. Nunca renegó de la película e incluso se quiso llevar el caballo con el que hizo el rodaje a California. Era su película número 100. Villanueva, por su parte, no recuerda ni siquiera las tensiones habituales: “para mí, eso demuestra la madurez cinematográfica de Pau Martínez. Ahora me cuenta que aquel día tuvo un debate sobre tal escena o una discusión sobre lo otro y alucino. Yo viví Bala perdida como cualquier otro rodaje. Estaba pletórico y sintiendo que hacíamos algo especial, que nada podía salir mal”.
Y las cosas empezaron a torcerse. Una vez llega la película a la sala de montaje, la falta de presupuesto se empieza a hacer visible en algunas secuencias, que cayeron del metraje final: “estuvimos varios meses montando la película en Madrid porque así lo habíamos acordado con la productora madrileña. No nos poníamos de acuerdo Jorge de Juan y yo sobre muchas cosas, nos costaba mucho llegar a puntos en común. Con un presupuesto tan ajustado, ocurrió lo peor que podía pasar: rodamos secuencias enteras que al final no sirvieron para nada. Al final la película se acabó montando en València gracias a Rafa Montesinos”.
Finalmente, la película tuvo su gran premiere en una sala abarrotada en los ABC Martí que acogían La Mostra de València. Incluso acudió Paco Camps porque tenía amistad con una persona del elenco. La película sale del festival con dos galardones bajo el brazo, pero aún sin distribuidora. Ese mismo año se estrena 800 balas, el western de Álex de la Iglesia. Y como un castillo de naipes que llevaba varios pisos temblando, los esfuerzos por llevar la película a la pantalla grande se fueron derrumbando.
“El resultado era para estar contento, conforme pasa el tiempo estoy más seguro de eso”, dice determinante Martínez. La película acabó perdida en el catálogo de Imagenio, y también se pudo ver en Rumanía y se editó en DVD en Estados Unidos. Pero en España nada. Es difícil encontrar información sobre la película más allá de las notas de su estreno y un par de declaraciones de Carradine, diciendo que fue determinante para su regreso por la puerta grande al cine de la mano de Quentin Tarantino y Kill Bill.
“Si me hubieras preguntado hacer 10 años, tal vez te diría otra cosa, pero ahora sacó muchas cosas positivas de la experiencia. Pequé de novato, pero la experiencia de rodar con Carradine o Puigcorbé, un rodaje de esas dimensiones… Me ha servido a lo largo de toda mi carrera posterior para saber lo que se tiene y lo que no se tiene que hacer”, confiesa el director. “Si su primera película no se estrenaba, estaba claro: el cine valenciano estaba condenado a volver a la casilla de salida siempre. Esto no tiene arreglo”, valora Sergio Villanueva.
Este miércoles, Bala perdida vuelve, 20 años después a una pantalla grande. como Bowie cantaría, just for one day.