GRAND PLACE / OPINIÓN

28-A: Gente corriente

23/04/2019 - 

“Que sean personas normales y ya está”. Un llamamiento de Vox a través de Telegram pedía hace poco voluntarios para rellenar sus listas electorales, especialmente mujeres y, sobre todo, “personas normales”, según publicaba eldiario.es. Gente corriente, el ciudadano medio no ideologizado, el que se levanta por las mañanas con la única preocupación de que no suba el pan. Es una metáfora, claro… Porque la subida del pan provocó la Revolución Francesa en 1789, la Primavera Árabe de Túnez en 2011 y la caída de un gobierno en Sudán hace una semana. Gente corriente como la que ha alzado a la presidencia de Ucrania a un actor cómico o como la que ha hecho explotar una bomba suicida en la cola del desayuno de un hotel turístico en Sri Lanka.

Estas personas normales le dieron la victoria a Trump en Estados Unidos, a Bolsonaro en Brasil y decidieron salirse de la Unión Europea en el Reino Unido. Leo en el Facebook británico y expat de mi suegra comentarios dañinos y perversos contra todo lo europeo. Leo opiniones de vendedores de frigoríficos -gente corriente, personas normales- erigiéndose en expertos en políticas comunitarias y derecho europeo, haciendo grande el bulo y esparciendo la mentira de que Europa nos roba. Ésta es la grandeza de las redes sociales: todos somos expertos, todos somos periodistas. Se nos ha dado el altavoz y lo estamos utilizando. Sería grandioso si detrás hubiera información, cultura y cordura…

Héctor Illueca, candidato valenciano de Podemos, lo describía de forma clara en una entrevista de Laura Martínez en eldiario.es: “El problema real no es Vox. El problema son las políticas de austeridad que abocan a la miseria a muchísimas personas y que son el caldo de cultivo para que emerjan estas fuerzas, en España y en Europa. Muchísimas personas están viviendo esta gestión de la crisis desde el neoliberalismo como un terremoto personal y familiar. Están viendo que el suelo se está removiendo bajo sus pies y que desaparecen las certezas, el trabajo estable, las pensiones actualizadas y entonces se refugian en las cosas de toda la vida, en la nación, en la familia, en la seguridad, el orden, y aparecen este tipo de fuerzas”.

Pero, ¿qué hay detrás? ¿Quién mueve los hilos? ¿Quién maneja mi barca?, decía la canción que llevó Remedios Amaya a Eurovisión en 1983 y que cosechó “0 points”. No la pongo en el enlace porque, efectivamente y como opinó Europa entera, no vale la pena. Desde el advenimiento de las políticas liberales en los años 80, en las que se propugnaba reducir el Estado a la mínima expresión, el FMI, el Banco Mundial y sus adláteres manejan nuestra barca sin rumbo. O, tal vez, sólo con el rumbo que les trae bonanza a unos pocos. Véanse algunas muestras en retrospectiva.

Tras cuarenta años de políticas neoliberales, en agosto de 2008 llegó el economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, anunciando el buen estado de la macroeconomía, con todos los problemas bajo control y las crisis resueltas. En septiembre, caía el banco de inversión Lehman Brothers anunciando la crisis financiera mundial. Menudo olfato el de Blanchard… y el del resto de ilustres economistas del mundo. Y comenzaron a pedir reducción de salarios para hacer frente a la recesión económica.

En el epicentro de una crisis de la que no hemos salido, en 2013, el Fondo Monetario Internacional (FMI) seguía exigiendo una reducción salarial en España del 10% en dos años, acompañada de una bajada del 1,7% de las cotizaciones a la Seguridad Social, y a la que seguiría una subida del IVA. Dos meses después, su directora gerente, Christine Lagarde, se aumentaba un 1,8% el sueldo alcanzando los 352.859 euros. Mientras tanto, la temida “troika” formada por el FMI, el Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea exigían recortes del gasto público al Gobierno español.

Y lo siguen haciendo ahora, pidiendo bajadas de salarios y recortes, pese a que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) acaba de hacer un llamamiento en rescate de la clase media: “Los gobiernos tienen que hacer más esfuerzos para apoyar a los hogares de clase media, con dificultades para mantener su peso económico y estilo de vida debido al estancamiento de sus salarios”.

“El estado de la macro es bueno”, dijeron entonces. Como ahora, la macroeconomía, la de las grandes empresas que, dicen, anuncia la salida de la recesión. Me lo decía un amigo periodista desde Túnez el otro día. “¿¡Qué!, que hemos salido de la crisis?”, le respondí. Que se lo pregunten a los votantes que no llegan a final de mes y que votarán a los partidos que les vendan una bandera o una ilusión. Que se lo pregunten a la fenecida clase media, a la gente corriente.

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