A punto de cruzar el umbral de 2018 que lleva directamente a 2019 rescatamos algunos de los mejores discos del curso con firma valenciana
VALÈNCIA. Sí, efectivamente: ya ha vuelto a llegar ese momento. Está pasando, sí. El tiempo pasa muy despacio, que decía Madonna Louise Ciccone. O muy rápido. En verdad da igual. Llegará el momento en el que,inevitablemente y con el rubor de ese día que no te sabías la lección y el examen era oral e por sorpresa, te preguntarán cuáles son tus discos favoritos del año. De 2018, sin ir más lejos. Te pondrás a pensar y será un error porque,como aquel día en la escuela, deberías traer los deberes hechos de casa. Es por eso que esta selección de seis discos, con mayor o menor sello valenciano todos, te sacarán de cualquier aprieto que no te haya sacado antes adoptar la posición Casado: 2018 ha sido una experiencia fétida, no como cuando la Hispanidad ponía en evidencia al Imperio Romano.
Estos son los cinco discos que, sin salir delas fronteras del Reino de València, te salvarán de cualquier conversación de ascensor indie -ese que no se sabe si no están todos los que son, pero sí son todos los que están.
Siempre es un buen año si Tórtel ha conseguido dar salida pública a nuevo material. Y, en este caso, doblemente bueno porque hemos tenido Tórtel de ración doble. A principios de año veía la luz Tórtel y Alberto Montero Alucinados (I*M Records, 2018), el EP que el cantante y compositor compartía con Alberto Montero; en el último tramo del curso, Las Tres Tormentas (vía Intromúsica) emergía con la claridad y la pristinez con la que emergen las cosas que salen de las manos del valenciano. Dos referencias brillantes que, si bien no le han apartado del más underground de los escenarios -ni falta que le hace-, si han servido para prolongar su ya dilatada carrera como avezado explorador de canciones difíciles de encontrar, en los márgenes del establishment. Allí es donde más y mejor se ha movido siempre Tórtel, investigando la naturaleza de las canciones en su estado más salvaje e indomable.
No es raro que Tórtel y Alberto Montero constituyeran de forma oficial el tándem con el que publicaron su primera referencia juntos a principios de 2018. De hecho, es lo opuesto a raro. Vamos, que era más bien cuestión de tiempo. Juntos abrigaron el nacimiento de poesías psicodélicas como ‘La Puerta Dibujada’. Como Tórtel, Alberto Montero es un orfebre de canciones construidas en el acantilado de la vida moderna, en el límite. Así se manifiesta en toda su dimensión La Catedral Sumergida (BCore, 2018), la colección que el porteño afincado en Barcelona ha publicado esta temporada. Montero vuelve a esquivar los caminos más frecuentados para encontrar galerías de pasadizos que, cruzándose unos con otros, consigue llevara sus canciones hasta el pop que mejor empasta con el folk.
Indiscutibles. Durante muchas semanas disfrutaron del título virtual de mejor grupo valenciano del año. Y no sólo en València. Signifique lo que quiera que signifique todo eso. Por momentos, y al poco de publicar su primer disco, Desorden (Sonido Muchacho, 2018), rozaron la omnipresencia en medios y escenarios. Su debut,una reunión veloz de pop y new wave de herencia ochentera, les hizo alcanzar la ubicuidad. La Plata dominaron los tiempos del hype a la perfección, supieron cebar la expectación y, lo que es más importante -al menos, en términos musicales-,confeccionaron un disco que supo aprovechar el rebufo de ‘Un Atasco’ para, ya desde el principio, permitirles poner la mirada más allá de una escena local que los vivió con simultaneidad.
Lo de Gener no entra en la categoría de sorpresas. En todo caso, entraría en la de sorpresas agradables. La publicación del tercer disco de la banda encabezada por Carles Chiner, Cante El Cos Elèctric (Riu Sec), confirma en 2018 que no todo está perdido. Partiendo de expectativa, de si Oh, Germanes! (Riu Sec, 2016) simplemente había sido un feliz golpe en la cabeza, Gener no dejaba de tener sobre sus espaldas el peso de la duda razonable. El peligroso tercer disco -cuya amenazante cualidad va desplazándose a gusto del crítico-, el de la consolidación, tenía en este caso el tramposo antecedente de un exuberante antecesor. Sin embargo, Chiner y compañía han interpretado las señales de manera particular y, dos años después, han vuelto a santificar una cosecha. Cante El Cos Elèctric cambia voluptuosidad como urgencia, pasión barroca por frenesí directo, pero no les hace perder un ápice de savoir faire en pos de la configuración de la personalidad propia como banda.
El curso 2018 en València también merece ser rescatado, en tanto en cuanto ha sido el campo de batalla para la evolución musical de Soledad Vélez. Tras Dance And Hunt (Subterfuge Records, 2016), la chilena de adopción valenciana se veía en la tesitura de confirmar la dirección que había empezado a dibujar con su tercer disco. Y lo hizo en un acto de madurez en un año en el que ha cruzado la treintena. Nuevas Épocas (Subterfuge Records) ha hecho testigo a 2018 de la determinación de Vélez: la transición entre su interpretación folk inicial de Wild Fishing en 2012 y el pop electrónico de su última colección hay una evolución que muchos tratan de domesticar desde su propia zona de confort. Apoyada en los sintetizadores y un universo de letras en su lengua materna, la chilena también ha hecho que 2018 valga la pena a escasas semanas de la hoguera en la que perecerá.
Complicado terminar 2018 sin acordarse de alguna canción o algún concierto de Johnny B. Zero. Si este no ha sido el mejor año de su existencia será única y exclusivamente porque se contemplan los que están por llegar. Semejante acto de prudencia sería muy bienvenido si tenemos en cuenta que, desde 2017, cada año es el mejor año de Johnny B. Zero.
La incontenible producción del grupo que comanda Juanma Labrandero les ha permitido, en tan solo dos años, publicar dos discos, presentarlos y tomarse un descanso. A juzgar por la entidad de la pieza presentada en 2018, el doble Suicide Watermelon Stories (Hidden Track Records, 2018), lo que queda porvenir sólo pueden ser más obras listas para inmortalizar un curso entero. Las 16 canciones del disco, una oda al rock de herencia más añeja-pero-en-2018, les ha permitido continuar con su diáspora por goteo. Uno de los salvavidas del año, sin duda.