PUNT DE FUGA / OPINIÓN

Apoyar al gobierno

9/07/2021 - 

Llevo unas semanas leyendo El Sastre Ulm, de Lucio Magri, un viejo militante del ala izquierda del Partido Comunista Italiano que en su libro realiza un repaso crítico de su historia desde finales de la II Guerra Mundial hasta su autodisolución en 1991. El punto culminante del relato se alcanza cuando se ponen en relación el largo 68 italiano y la estrategia del Compromesso Storico puesta en marcha por Berlinguer. En las elecciones de 1976 el PCI estuvo a punto de sobrepasar a una Democracia Cristiana en declive y con sus aliados tradicionales en caída libre mientras la izquierda en su conjunto lograba un crecimiento importante. Es en ese punto cuando Magri plantea la hipótesis de que hubiera ocurrido si en aquel momento el PCI, dada la cerrazón de la DC a un gobierno conjunto, se hubiera abierto a la posibilidad de un gobierno de coalición de izquierdas. Nunca lo sabremos.

En 2019 se produjo en España algo inédito en 40 años, la formación de un gobierno de coalición con la participación de una formación política que se había visto tradicionalmente excluida del mismo desde tiempos de la II República. Un gobierno que a los dos meses tuvo que enfrentarse a una crisis sin parangón, pero con un balance que a día de hoy ya es mucho mejor que el de la crisis de 2008. Los datos de empleo de los últimos meses y las previsiones económicas del Banco de España y de la Comisión Europea así lo atestiguan. Una gestión que ha tenido un signo inequívocamente contrario a la de la crisis anterior y que se ha caracterizado, con todas sus carencias, por ampliar las coberturas sociales y por una política fiscal expansiva.

Y, sin embargo, el Gobierno de coalición se encuentra en estos instantes en un momento de franca debilidad política, con una caída de sus perspectivas electorales frente a un bloque de la derecha en auge. Una oposición que, envalentonada por los resultados electorales de Madrid, embiste de nuevo con el ariete de la ilegitimidad con la excusa de los indultos. Con todo, la oposición al Gobierno no viene solo por la derecha, sino que también se suman voces, algunas puntualmente y otras sistemáticamente, por la izquierda.

Hay que empezar por admitir que todos los gobiernos generan frustraciones y éste no es una excepción. Yendo a un caso concreto, los valencianos tenemos motivos justificados para sentirnos desengañados con el aplazamiento sine die de la reforma del Sistema de financiación autonómica. Por eso, a menudo, es necesario que desde fuera y desde dentro se empuje al gobierno a llevar a término reformas que se ven frenadas por las presiones y las zancadillas desde el lado opuesto.

Ahora bien, hay que diferenciar la crítica de lo que supone alimentar un estado constante de decepción social para ganarle espacio a las fuerzas del gobierno con una estrategia de “oposición por la izquierda”. La decepción no es un buen catalizador para radicalizar y desplazar más a la izquierda a sectores amplios de la sociedad. Esa es la otra lección que convendría sacar del largo 68 italiano en su intensa crítica a la deriva del PCI: “¿Por cada uno que conseguís encuadrar, a cuantos estáis desmovilizando?”

Hay compañeros por los que siento un enorme respeto pero no entiendo que esperan conseguir dando por finiquitado al Gobierno de coalición en el momento en que se están dirimiendo en su seno cuestiones cruciales como la subida del SMI, la reforma laboral, la reforma de las pensiones o la ley de vivienda. ¿Exactamente que se espera lograr dando por perdida una batalla en el momento en que se está librando? Es un tipo de dinámica que perfectamente puede acabar retroalimentándose, confundiendo la crítica con sus efectos. Es más, nada impedirá que de forma creciente la decepción con el Gobierno acabe transmutando en decepción con esa misma oposición por la izquierda.

Decía Lenin que, en la crítica, a un hecho no hay que contraponerle una idea sino otro hecho. Un hecho es que el gobierno de coalición con todas sus limitaciones ha servido para revertir los recortes y reforzar el Estado de Bienestar, que ha sacado adelante reformas para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores y está aprobando leyes que garantizan los derechos de las mujeres y del colectivo LGTBI. Otro hecho es que el Gobierno tiene que lidiar con la oposición que se realiza no solo por cauces legales sino desde el interior de los propios aparatos del Estado. Y otro hecho más, es que la alternativa real a este gobierno no está a su izquierda, sino que está encabezada por los sectores más reaccionarios de la sociedad. Es verdad que el Gobierno no puede legitimarse abusando del peligro del advenimiento de la extrema derecha, pero tampoco conviene perder de vista ese riesgo. En el cuento de Pedro y el lobo, sí que llega el lobo.

La cuestión no es que margen hay de oposición por la izquierda al Gobierno, sino de cómo podemos reforzar la posición de aquella parte del Gobierno que pugna por cumplir sus compromisos y por llevar a cabo las reformas y las transformaciones que el país necesita. Si son tantas las expectativas entorno a Yolanda Díaz es precisamente porque está dando esa pelea, logrando avances concretos y porque puede ser una de las claves que nos permita superar esta situación de impase y salir reforzados.