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Ara Malikian o cómo extraer luz de la oscuridad

La ganadora del Goya Nata Moreno presenta en los cines LYS ‘Ara Malikian. Una vida entre las cuerdas’, el galardonado documental sobre la vida del violinista que llama a la humanidad y la esperanza

6/03/2020 - 

VALÈNCIA. El documental Ara Malikian. Una vida entre las cuerdas cuenta la historia de un hombre como cualquier otro que salió de una guerra y consiguió alcanzar sus sueños. Es así como lo define su directora, Nata Moreno, que se llevó el premio a Mejor Documental en la pasada edición de los Goya. No obstante, la cosa no se queda ahí: la obra que Moreno ha presentado en los cines LYS profundiza en el famoso violinista, Ara Malikian, de forma desgarradora. Es una historia de esperanza y de amor, pero sobretodo es una historia de cómo transformar el sufrimiento en belleza, que es justo donde radica la clave del arte para el violinista.

La idea nació hace cinco años. Poco después de que el padre de Ara falleciera, un día le llegó a casa un envío de veinticinco cajas. En su interior se encontraba lo que, para Moreno, suponía “un regalo de la vida”. Una infinidad de cintas de vídeo, imágenes y recortes de periódicos que recogían toda la carrera artística del músico. De principio a fin. Desde su primera actuación cuando tan solo contaba con 12 años, hasta vídeos de él desternillándose al tiempo que tocaba La Macarena para sus amigos cuando se mudó a España.

De un total de 79 horas de rodaje, Nata Moreno ha tenido que seleccionar contenido por duración de una hora y media escasa. Según ella, ha sido un trabajo “arduo y complejo”. De hecho, el montaje escogido es el número veintinueve. Antes de ella hubo otros veintiocho intentos que no le convencieron. Y si la directora tiene que quedarse con algo en concreto de su documental, eso son “los momentos de silencio”. El silencio tiene un gran peso en su trabajo. Tanto que, según ella, “de la hora y veintiséis minutos que dura, alrededor de una hora y diez es solo música”. Hay dos motivos que explican esto: el primero, repetido en varias ocasiones a lo largo del documental por parte de algunos amigos de Malikian, es que el violinista no es demasiado hablador. Y de ningún modo en el mal sentido, sino al revés. Es un hombre que sabe escuchar, que piensa muchísimo todo lo que dice y que, prácticamente expresa más sensaciones con sus silencios que con sus palabras. Este último es el segundo motivo que ondea Moreno: “A veces no hacen falta tantas palabras para definir quién es uno. En la mirada de Ara está todo”.

Malikian nació en Armenia pero pasó los primeros años de su vida en el Líbano. Su padre le obligó a tomar clases de violín desde que fue muy pequeño, y él pronto descubrió su pasión por la música. Cuando tenía ocho años estalló la Guerra Civil libanesa. Como explica en el documental, cuando cumplió los doce “no imaginaba que pudieran existir países sin guerras”. Cotidianizó el horror hasta lo más profundo de sus entrañas. Tras vivir buena parte de su infancia en medio del conflicto, su padre le consiguió una beca en un conservatorio alemán cuando el violinista contaba con 14 años. Moreno cuenta una anécdota de este punto de su vida que explica perfectamente que la música siempre ha sido indispensable para él: “Cuando llegó a Alemania hubo algunos problemas y quisieron devolverlo al Líbano. Al no haber vuelos directos por la guerra, quisieron que volara a Chipre. Desde allí se negaron a ocuparse de él porque era menor, y entretanto alguien le dijo que si se operaba de las amígdalas podría retrasar su marcha. Ara no tenía ningún problema en las amígdalas, pero se las quitó igualmente si eso suponía poder quedarse en Alemania. Hasta ese punto llegaba su pasión”.

Por otro lado, Ara Malikian. Una vida entre las cuerdas no es un documental que trate tan solo de la vida del violinista. Moreno también reivindica en él la incapacidad de la política en referencia a la crisis de los refugiados. “Hoy hay más refugiados que después de la Segunda Guerra Mundial, es algo que no puedo callarme”. Y no solo eso, sino también protesta por “los genocidios silenciados y por las guerras que callamos”. Todo desde una perspectiva que nunca deja de lado la esperanza ni “la pelea de cada uno para encontrar la mejor versión de sí mismo”. Como explica, sus trabajos siempre han tenido un fuerte contenido social. “No pienso que deba ser obligatorio reivindicar nada con una obra, pero sí siento que como artista y creadora tengo que visibilizar lo que ocurre en mi generación y en mi tiempo”.

Ante tales problemas, Moreno habla de que está “asustada” por la deriva que las oleadas xenófobas y racistas están llevando por todo el mundo. Al respecto, plantea una reflexión: “si te sientes amenazado por un inmigrante que viene sin trabajo ni dinero, sin saber el idioma y dejando atrás una vida rota, entonces uno debe plantearse quién es y cómo ha llegado a ese punto. Y con ello, habla de que en la sociedad “hay inmigrantes de clase A y de clase B”. Como explica, “no somos racistas con un futbolista que viene a nuestro país a ganar millones. Ni tampoco con Ara a día de hoy. Lo que nos da miedo y nos produce esa sensación de amenaza es la pobreza, que nos da mucho susto”.

Incuso ella misma habla de que al principio del proyecto tenía prejuicios con Ara. Ya no los típicos prejuicios que desprecian a la figura del inmigrante y que tanto se ven hoy en día, sino los estereotipos que surgen del desconocimiento de una cultura distinta. “Yo soy española, he vivido en una familia de clase media y he tenido una infancia feliz –explica Moreno-. Siempre había tenido una idea de la guerra relacionada con el horror y el miedo. Pero eso es solamente mi idea. Ara, al vivir la guerra desde la más absoluta cotidianidad, no considera que su infancia fuese horrible. Al contrario, habla de que sus padres le querían mucho. Se puede tener una infancia igual de horrible en un contexto no bélico. Al contar una historia es importante retirar tus prejuicios, porque si no al final solo cuentas tu historia”.

Y si algo ha aprendido la directora de Ara Malikian. Una vida entre las cuerdas, es que el violinista ha sido “profundamente generoso con ella, pues se ha abierto dejándole ver que llevaría su sueño hasta las últimas consecuencias”. En este sentido, al violinista el proyecto le pareció en un principio una total excentricidad. “No se me ocurría nada más egocéntrico que un documental sobre mi vida”, cuenta.

Malikian es una persona normal y corriente con un don extraordinario. O al menos es lo que se ve desde fuera. Al respecto, él dice “que no es ningún genio, sino tan solo una persona que se ha pasado treinta años practicando con el violín doce horas al día”. No obstante, es indudable que esa predisposición a dar alas a su pasión (en el caso de Ara), y esa firmeza a la hora de contar una historia que exprese tantas emociones (en el de Nata), hacen que, como mínimo, ambos sean artistas de talla grande.

El documental termina con una llamada a la esperanza: “Da igual en que momento de tu vida te encuentres. Dolor, tristeza, desesperación…-dice Malikian-, da igual. La vida puede ser transformada con tu fe, con tu amor, con tu pasión y con tu dignidad. De las peores situaciones se puede sacar oro. Tu ejemplo iluminará tu vida”.


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