VALÈNCIA. Fiel a su historia y su idiosincrasia, el Atlético de Madrid no podía ser campeón de otra manera. Perdiendo en los primeros 45 minutos, empatando gracias al argentino Ángel Correa cuando parecía que el Real Madrid marcaba en Valdebebas (acabó ganando 2-1 al Villarreal), e imponiéndose con un gol de Luis Suárez (1-2) para hacerse con su undécima Liga.
"Ad augusta per angusta", a lo augusto por lo angosto, a la gloria por el camino estrecho. Ese era el último mensaje que leían los jugadores rojiblancos antes de saltar al césped en el viejo Vicente Calderón. "La gloria se consigue luchando", se podía leer en la salida del Manzanares. Una verdad tan cierta entonces como ahora, pese a la mudanza al moderno Wanda Metropolitano.
Esa angustia, consustancial al conjunto rojiblanco, ya la vivió en su primera 'bola de campeonato' el domingo pasado en el Metropolitano ante el Osasuna, cuando se encontró con un 0-1 adverso del Osasuna a 15 minutos del final con el Real Madrid ganando en Bilbao. Entonces fue del sufrimiento a la gloria, con los goles del brasileño Renan Lodi y el uruguayo Luis Suárez.
El guión fue parecido, quizás no tan extremo, en Pucela, donde Óscar Plano hizo corpóreos los peores temores rojiblancos con un gol al contragolpe en el minuto 18 y le hizo marcharse al descanso con los fantasmas sobre el césped. Sabedor de que el Villarreal le estaba dando una mano, el Atlético mejoró sus prestaciones de la segunda mitad, y remontó una vez más, gracias a Correa y Suárez.
La angustia pareció traerla puesta el conjunto rojiblanco. Pese a los centenares de aficionados que lo arropaban desde el aparcamiento adyacente al José Zorrilla. Atenazado, impreciso, nervioso. A diferencia de los duelos contra Barcelona, Real Sociedad u Osasuna, esta vez se dejó hacer. Pronto se vio que no fue una decisión estratégica, sino fruto de los nervios.
Un error del otrora preciso Mario Hermoso en la salida de una jugada, un resbalón de un Kieran Trippier sobrerevolucionado... Solo Felipe en la defensa y Luis Suárez arriba parecían estar en su sitio, con un intento de disparo en el primer minuto obstaculizado por Jawad El-Yamiq.
Entretanto, un Valladolid en una situación desesperada, que no solo necesitaba ganar sino que requería dos tropiezos de rivales, comenzó a vislumbrar sus opciones. Amenazó Toni Villa con un chut raso a los 10 minutos, y fue decisivo después con un taconazo tras una recuperación Shon Weissman a un regate de Yannick Carrasco, que lanzó el contragolpe que culminó Óscar Plano en el 1-0.
Cuesta arriba en los primeros 20, el Atlético se veía obligado a anotar aunque al mismo tiempo recibía una mano del Villarreal con un gol de Yeremi Pino. "Nuestro partido es lo único que nos ocupa", dijo Simeone en la víspera. Los suyos se pusieron a ello, sin claridad en la construcción: solo dos remates de Giménez y Felipe a la salida de sendos saques de esquina inquietaron a Masip.
Salió de otra forma el conjunto rojiblanco. Quizás se enteraron de que mantenían la cabeza porque el eterno rival estaba también sobre la lona. Por primera vez, Marcos Llorente corrió al espacio y puso un centro. El remate de Suárez, desde lejos, lo sacó Janko, pero marcó un cambio de tendencia. Ni Giménez ni Hermoso acertaban con la cabeza, mientras en Valdebebas marcaba Karim Benzemá, pero se lo anulaba el videoarbitraje por fuera de juego.
Entonces, marcó Correa. Una jugada larguísima, de derecha a izquierda y luego al centro, el argentino despachó a cuatro rivales en la media luna del área y colocó un punterazo para hacer el 1-1.
Al Valladolid solo le valía ganar. Las circunstancias obligaban al técnico Sergio González a sacar delanteros para intentar la heroica, pero fue el error de uno de ellos, Sergi Guardiola, el que sirvió en bandeja un balón a Luis Suárez, que se lanzó a la carrera a por Masip y sentenció con un disparo raso con la pierna izquierda. Una remontada que valía una Liga.
Una Liga que tiene el más puro sello rojiblanco. El del sufrimiento y la agonía. El de Ángel Correa, capital con sus 9 goles ligueros en los triunfos contra el Huesca, la Real Sociedad y el Valladolid. El de Luis Suárez, campeón después de que en el Camp Nou le señalaran la puerta de salida.
La angustia llegó hasta el final, porque el Real Madrid remontó también al Villarreal, con goles de Karim Benzemá y Luka Modric. Lo sabía Simeone, que festejó como un título la última intercepción de balón de Trippier, justo antes de que el árbitro pitara el final del partido. Ad augusta per angusta.