El tándem Biden-Harris, presidente y vicepresidenta electos de los EEUU, se puso manos a la obra una vez el resultado electoral fue lo suficientemente claro. Su plataforma de transición presidencial, bautizada como Build Back Better (Reconstruir Mejor), identifica cuatro prioridades claras: (1) superar la crisis de la covid-19 con medidas basadas en el conocimiento científico e informadas por los profesionales de la salud, (2) la recuperación económica con un impulso a la política industrial, educativa, de innovación y las infraestructuras limpias, (3) la equidad racial y (4) la lucha contra el cambio climático.
Dichas prioridades suponen de entrada una respuesta lógica a la gran división geográfica, económica y social que no ha hecho más que agrandarse en los últimos años. El éxito o fracaso de la administración Biden-Harris estará inequívocamente ligado a la reducción de esas brechas y a la posibilidad de la sutura de una heridas económicas que parecen demasiado anchas para curarse.
Los datos de dicha división económica son increíblemente contundentes. Según documentan en Brookings Institution, en 2016 Trump ganó las elecciones en 2,584 condados y Hillary Clinton lo hizo en 472. No obstante, los condados donde Clinton fue más votada representaron casi 2/3 del PIB de EEUU. La victoria de Trump se dio en lugares que sólo suponían el 36% de la economía estadounidense.
En las pasadas elecciones esa diferencia creció todavía más. La base geográfica de la victoria de Biden es ya el 70% de la economía americana, mientras que los condados que votaron a Trump solo representaron el 29%. Las áreas en las que Biden se impuso son las más diversas, con un nivel educativo de la población más alto y con una amplia base de trabajadores del conocimiento.
El mapa electoral refleja de manera evidente la división entre la América densa, metropolitana y diversa y la rural o suburbana, predominantemente blanca. Demócratas y republicanos no sólo discrepan en aspectos culturales, identitarios y de poder sino que representan dos economías radicalmente distintas.
Los votantes demócratas que residen en los centros económicos diversos tienen como prioridades cuestiones como el acceso a la vivienda, la seguridad social, el transporte público o la justicia racial. La base republicana está muy lejos de esas prioridades. Según un artículo del economista Jed Kolko en el New York Times, las áreas donde la mayoría de las personas —más del 50% de la masa laboral— tienen puestos de trabajo rutinario con riesgo de ser automatizado votaron masivamente por Trump. Por el contrario, los condados donde está previsto que el empleo crezca más votaron por Biden. Un terreno de arenas movedizas donde parece imposible construir consenso.
¿Qué podemos esperar entonces en cuanto a las políticas económicas y urbanas de Joe Biden y Kamala Harris? Para indagar en sus desafíos contactamos con cuatro expertos al otro lado del Atlántico.
Nate Storring, director de Comunicación de Project for Public Spaces, identifica una primera prioridad en la vivienda y las infraestructuras: "Las áreas pobres se enfrentan habitualmente a desahucios y falta de mantenimiento de las vivienda, a la vez que cada vez es más caro acceder a ellas [en las zonas altamente dinámicas] al no edificarse las suficientes. En cuanto a la infraestructura, durante los últimos años se ha construido demasiado sin garantizar el mantenimiento. Los peores efectos de esos problemas han afectado desproporcionadamente a las comunidades negras, indígenas y de color (BIPOC: Black, Indigenous, and People of Color), como resultado de las políticas gubernamentales y será necesario algo más para paliarlo que cambiar las reglas e incentivos".
Desde Alabama, Carmen Mays, fundadora de Elevators, una organización centrada en generar comunidad y capacidades para la gente negra, indígena y de color en los ecosistemas de emprendimiento, señala que "han sido precisamente ciudades como Atlanta, Filadelfia, Detroit o Phoenix, con una alta densidad de personas BIPOC, donde aquellos que tenían más que perder votaron en masa, las que han aupado la victoria de Biden-Harris". La equidad social y racial está señalada por los ganadores de las elecciones como una cuestión central, pero "sería importante que las otras prioridades [infraestructuras, política industrial, covid-19 o el cambio climático] se implementarán también desde la óptica de la equidad social ya que sus problemas derivados han afectado de manera más aguda a los afro-americanos y las otras minorías.
La administración Obama-Biden, según Ethan Kent, director Ejecutivo de PlacemakingX, consiguió facilitar la colaboración entre agencias federales, estados y ciudades en proyectos de infraestructuras, culturales y sociales. Joe Biden y Kamala Harris "podrían utilizarlo como punto de partida para concentrarse en proyectos de mejora de los espacios públicos, el desarrollo comunitario, la inversión y el desarrollo local y una mejor gobernanza". La crisis de sostenibilidad, acceso a la vivienda y la brecha racial y económica tiene que ser enfrentada desde la óptica territorial de manera práctica, sistemática y con los recursos suficientes". "Los EEUU pueden curar y recuperar su esencia y su fuerza sólo a través de fortalecer la pluralidad de sus comunidades".
Ryan Smolar, desde la costa del pacífico, es uno de los impulsores del movimiento PlacemakingUS, que trabaja para la inclusión y el desarrollo en los espacios públicos, y ha planteado una serie de propuestas de políticas económicas a la administración Biden-Harris: (1) una gestión responsable de la pandemia manteniendo las ciudades abiertas, (2) un paquete de estímulos para el comercio local, (3) priorizar de manera exhaustiva el acceso a la vivienda y resolver el problema de las personas sin hogar, (4) invertir en infraestructura sostenible para generar empleo, (5) proteger la salud de las personas mejorando la equidad en el sistema de salud, (6) recuperar la confianza en el gobierno y el discurso público y (7) desde California, recobrar la amistad con la Casa Blanca.
Los urbanistas americanos observan la nueva administración entre la exigencia, el optimismo y la esperanza en que la unión de los dos líderes pueda reconstruir la unión de las dos Américas, tan alejadas ahora, la una de la otra.