El pasado martes acabó de forma no esperada. Decepcionante. Una delegación en representación de la sociedad civil valenciana partió hacia Madrid para reunirse con la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Por primera vez en mucho tiempo, no faltó nadie a la cita y se incorporó el Partido Popular. El tema sobre la mesa tenía el calado y la seriedad suficientes como para que una representación coral de la ciudadanía valenciana hablara con una sola voz y reclamara Gobierno una solución a la infrafinanciación de la Comunidad Valenciana.
Y decía que acabó de forma decepcionante porque asistimos a un espectáculo demasiado bochornoso para el calor seco de Madrid. De nuevo, nos emplazaron a un futuro sin fecha para el cambio de un sistema de financiación autonómico que tiene a la ciudadanía valenciana como parte pagana del Estado. Somos solidarios por encima de nuestras posibilidades, no sé cuántas veces más se tendrá que decir: teniendo una renta per cápita inferior a la media, la Comunitat Valenciana aporta más dinero al Estado del que recibe. El resultado: cada otoño tenemos que endeudarnos con 1.300 millones de euros para llegar a fin de año. Y el débito engorda cada enero. Como todas las comunidades autónomas, tenemos a personas cuidándonos en nuestros hospitales, enseñando a nuestras niñas y niños o reparando carreteras que, como a todo el mundo, les gusta cobrar a fin de mes.
Disculpen la ironía en un tema tan serio, pero es que parece una tomadura de pelo. El incumplimiento del pacto de investidura entre Compromís y Pedro Sánchez para que hubiera una solución compensatoria para las arcas valencianas en septiembre de 2020 se disculpó por una pandemia que oficialmente estalló apenas semanas después de la formación del gobierno de Moncloa. Este martes nos hemos encontrado una ministra que sigue sin hacer los deberes y permitiendo la injusticia financiera que viene consintiéndose desde la presidencia de José María Aznar sin importar el color político del gobierno. Miseria y compañía.
Lo que salió ayer por boca de la ministra no es serio. Montero nos toma por tontas o peca de tacticismo al decirnos que no lleva la reforma del sistema al Congreso por la crispación existente. Reincide así en la injusticia de la situación: la búsqueda de acuerdos dentro de un Estado no debe acontecer solo cuando una parte crea que pueden existir; sino cuando haya una situación insostenible en muchos aspectos para una parte de ese Estado. Montero hace de trilera cuando nos presenta como acuerdo de compensación un trato que está dispensando también a las comunidades autónomas sobrefinanciadas. En tiempos de indultos y banderas, la señora Montero considera que no es urgente incrementar la equidad territorial en el reparto del dinero de la ciudadanía. Curiosa forma de patriotismo esta; y curiosa manera de entender la fiscalidad de una socialista.
El martes no solo fue un día de foto y reivindicación colectiva. También hubo espacio para intereses personalistas, también especialmente bochornosos. Y es que no había ni pasado una hora de la foto valenciana frente a los leones del Congreso y el miembro recién llegado al pacto social, el PP, ya estaba criticando ante los micrófonos a otra parte de la delegación representativa valenciana. ¿No íbamos a representar unidad de toda la sociedad valenciana? En el anecdotario político y periodístico suele recurrirse a la inventada historia de que Madrid prefiere negociar con la sociedad catalana por separado puesto que si mete a sus miembros en una misma habitación su reivindicación resonará aún con más fuerza; pero en el caso de los intereses valencianos, prefiere meter a toda su representación en una misma habitación para que entre todas las partes ahoguen sus reivindicaciones propias a gritos. Un cabàs de gats. Este martes el nuevo líder del PP valenciano, Carlos Mazón, escribió un capítulo muy real de esta historia. No se puede estar a todo.
Así pues, volvía yo de Madrid convencida de la necesidad de un valencianismo más fuerte en el Congreso de los Diputados que no se quede solo en las fotos y en las puñaladas traperas. De la necesidad en Madrid de más actores como Joan Baldoví o Carles Mulet que entiendan la gravedad de este asunto. La infrafinanciación no puede ser una herramienta de confrontación más del bipartidismo, puesto que fueron ellos quienes crearon este problema. Los valencianos y las valencianas necesitamos de fuerzas que cuando en el Congreso de los Diputados se hable de cohesión del Estado no se hable de banderas e indultos, sino de justicia fiscal para la ciudadanía y la administración que les representa.
Dignidad, seriedad y el cabet a la faena.