VALÈNCIA. Joan Brossa le dijo un día un día a un precoz virtuoso de la música como fue Carles Santos algo así como "Vale, tocas muy bien el piano, ¿pero ahora qué?". Y esa pregunta se fue respondiendo durante las décadas siguientes. El pianista viranocense no solo destacó por su destreza a la hora de ejecutar grandes obras, sinio también por darle la importancia justa y construir (sobre todo, políticamente) discurso más que obra. Para contar bien la carrera de Santos, además de Brossa, quedan otros dos nombres por mentar: Joan Miró y Pere Portabella. Los cuatro desarrollaron una visión artística interdependiente y fueron responsables de algunas de las disrupciones más interesantes durante los últimos años del franquismo.
¿A qué viene este resumen? La Filmoteca de Catalunya, que está realizando un ciclo online con toda la filmografía de Portabella, ha subido esta semana los cuatro cortos del director catalán a lo largo de su carrera en los que Santos ejerce de protagonista. Se trata, concretamente, de Play back (1970), Acció Santos (1973), La Tempestat (2003) i Visca el piano! (2006). Estarán disponibles hasta el próximo lunes.
El encargado del primer encuentro entre Pere Portabella y Carles Santos fue Joan Brossa, que presentó el músico al cineasta para que participara en su primer film, No compteu amb els dits (1967), en el que participaba el poeta. Santos interpretaría la música de Josep Mª Mestres-Quadreny. A partir de entonces, sus carreras no dejarían de cruzarse. Solo un año después, pusieron en escena Concert irregular (1968), un homenaje a los 75 años de Miró en el que las palabras de uno, la música de otro y la puesta en escena de un tercero se fundían en una propuesta radical que buscaba saltarse cualquier convención sobre la representación teatral de entonces.
"El año 70, en medio de la radicalidad del conceptualismo, nos habíamos cuestionado a fondo la misma naturaleza del arte y la práctica artística. Hasta el punto en el que la práctica política desplazaba la artística, para llegar en algunos casos a renunciar a esta, actitud que se explica también durante el periodo final de la dictadura". Son palabras del propio Portabella en el catálogo de Visca el piano!, la exposición dedicada a la obra de Carles Santos que tuvo lugar en la Fundació Miró en 2006. A lo largo de las siete páginas del documento, facilitado a este diario por la Fundació Caixa Vinarós, el director desarrolla con gran cariño el relato de una militancia política y artística que era una y que sentían los dos más allá de la camaradería.
En este contexto se desarrolla el primero de los cortos, Play back. En el que se ve cómo, durante ocho minutos, Carles Santos dirige un coro que graba "un playback para una película sobre la obra de Gaudí". El ensayo y el objeto de ensayo, lejos de ubicarse en el academicismo, se vuelve estrafalario (los propios participantes no pueden evitar sonreír todo el rato). Eso es lo que le interesa a Portabella, sobre todo en sus primeros años de filmografía: mostrar y preguntarse sobre el dispositivo y sobre el proceso artístico. Mostrar las bambalinas, devaluar la obra final quitándole protagonismo.
Esta idea se resuelve de una manera mucho más clara en Acció Santos, donde el vinarocense interpreta el preludio Op. 45 en Do sostenido menor de Frederick Chopin. Mientras se prepara, la cámara se centra, en diferentes planos detalles, en cómo los técnicos disponen los micrófonos. Luego, durante seis minutos, Santos toca la pieza con tan solo tres cambios de plano. En la segunda parte del cortometraje, el pianista se sienta en una mesa donde descansa un magnetófono; le da al play y empieza a sonar su interpretación de Chopin. En un momento dado, conecta los auriculares y empieza a sonar la música solo en sus oídos, dejando el metraje mudo. Son casi cinco minutos de observación del dispositivo. Se está escuchando él mismo, el espectador lo ha visto, lo ha escuchado anteriormente, pero ahora el pianista priva al público de su revisión.
El papel del pianista castellonense en la filmografía de Portabella no se limitaría a estos cortos, sino todo lo contrario: el propductor y realizador contaría con él siempre que necesitara música. Así, Santos sería el responsable de la música en Miró l'altre (1969), Vampir-Cuadecuc (1970), Umbracle (1972), Informe General (1976) -en la que también figura como co-guionista-, Pont de Varsòvia (1989), Art a Catalunya (1992) y El silencio antes de Bach (2007).
Juntos, además, formarían parte del Grup de Treball, que fundarían con Antoni Mercader y otro buen puñado de artistas de vanguardia catalanes. Sería un estudio multidisciplinar, que realizaría -por ejemplo- los carteles del PSUC. Allí coincidirían otras personas como Federico Jiménez Losantos, Antonio Maneza o Eduardo Hervás.
En 2003, Santos estrena su ópera sobre Rossini El compositor, la cantante, el cocinero y la pecadora, para la que Pere Portabella realizaría la tercera pieza que está disponible para ver esta semana, La Tempesta. Se trata de un videoarte en blanco y negro, con un aura tenebrosa, en el que se suceden varios planos detalle de cuerpos siendo bañados por agua. El propio Santos es uno de estos cuerpos. El vídeo se ponía en un momento muy concreto de la obra, justo después de un coro de ollas que cantan mientras se está cociendo la cabeza del cocinero. "Lo que buscaba Carles ahí era crear un contraste con el divertimento de la opera buffa de Rossini, dando un giro de 180 grados a Il temporale, la pieza perteneciente a El barbero de Sevilla". Esto lo detalla a Culturplaza Nati Romeu, colaboradora durante casi dos décadas del pianista y actual coordinadora de la Fundació Caixa Vinaròs. Este organismo conserva alrededor del 50% de toda la obra artística de Santos, ya que fue él mismo quien la cedió en su herencia. Romeu, tras ser su estrecha colaboradora durante los últimos años de su carrera, es la responsable de digitalizar y cuidar su legado. Ella destaca también de La Tempesta dos pilares muy comunes en la obra de Santos: el fetichismo sexual y el agua.
La última pieza del programa es Visca el piano!, la aportación de Portabella a la retrospectiva que le dedicó la Fundació Miró en 2006. En la exposición, se mostraban los pianos intervenidos por el propio Santos, entre los que destaca La lligotària, una pianola que formaría parte del montaje L'esplèndida vergonya del fet mal fet i que protagoniza este pieza audiovisual. En ella, Santos no para de interpretar algunas de sus obras a piano, que se muestran con unas imágenes bellísimas a cargo de su compañero Portabella. Toca de manera libre, como su obra, con una pelota que ya utilizaría el personaje del malabarista en su Sama Samaruck Suck Suck.
En la opinión de Nati Romeu, "no se puede entender la obra de Portabella sin la de Carles Santos", como bien dejan claros sus testimonios y sus obras a lo largo de estas décadas. Estos cuatro cortos son un buen ejemplo de lo cercanas que eran las ideas artísticas de uno y otro: el discurso por encima del arte, sin miedo a transformar, sin añoranza al virtuosismo que podían dominar. Libres, al final de todo.