Sobrecostes millonarios, previsiones de viajeros muy por encima de la demanda real, líneas deficitarias, disparidad en el reparto de recursos y, en general, una clamorosa falta de planificación estratégica. Estas son algunas de las conclusiones a las que llegó la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) sobre la inversión en Alta Velocidad. Es para hacérselo mirar, y reflexionar.
La pandemia y la posterior declaración del Estado de Alarma nos han hecho reflexionar, y mucho. Y una de ellas debe ser la planificación en infraestructuras y sobre todo aquellas que nos aproximen o nos reporten una mejora de la calidad de los trayectos de proximidad. Quizás sea algo exagerado, pero es un concepto del que se ha hablado mucho durante estos meses, que se aplica a muchos campos (sanitarios, alimentario, etc), pero que ha encendido muchas alarmas que la globalización nos había distraído. Hablo de soberanía, que no proteccionismo.
El informe del Airef viene a decir que el gran gasto en infraestructuras se ha hecho en AVE -lo cual nos ha colocado como uno de los principales países del mundo en líneas de alta velocidad ferroviaria- y que las cercanías han sido las grandes olvidadas. Quizás a alguien le ha pasado durante esos meses de confinamiento: habrá podido ir a Madrid con facilidad, pero con mucha dificultad a Utiel o Orihuela, por poner dos ejemplos. O imagínese quien se ha tenido que mover entre los aeropuertos de la Comunitat y no tenía vehículo propio.
No hay que demonizar el AVE, pero lo que viene a decir la Airef es que hay que plantearse otros AVE. La inversión en esta materia se ha convertido, como también advierte la Airef, en objeto de negociación presupuestaria y por lo tanto, las inversiones han ido donde estaban determinados votos, y no donde la necesidad y la viabilidad estaba más que justificadas. Esto ha sido el pan nuestro de la Democracia y de los gobiernos con mayoría simple. No creo que se pueda corregir de la noche a la mañana.
Ahora bien, ya que este verano tan excepcional estamos tirando de los recursos propios, del turismo nacional y del mundo rural que habíamos olvidado, quizás sea el momento, con el informe de la Airef debajo de brazo, para que se vuelvan a plantear las inversiones de proximidad, aún a costa de perder rentabilidad según en que líneas. Pues si falta rentabilidad en algunas líneas de AVE, quizás valga la pena mantenerla o impulsarla en zonas que sufren despoblamiento, donde la inversión siempre será menor, posiblemente, porque carecen de una línea de tren o una vía de transporte que les conecte con la capital. Si tiene que perder alguien, pues que pierda el grande, y no el pequeño.
Este debería ser el ejemplo de inversión de los fondos que va a recibir España y, por extensión, la Comunitat Valenciana, para la reconstrucción. En nuestro caso, con una particularidad de la que ningún gobierno ha hecho gala, pese a lo necesaria que era dotarla de buenos servicios públicos: tenemos un frente litoral, de norte a sur, rentable, que atrae inversiones y gente. ¿Por qué no gastar dinero en él si de verdad hay flujos de población? La famosa conexión férrea entre aeropuertos, tan demandada por los hoteleros, tiene más justificación ahora que nunca, o el ramal de Cercanías a Torrevieja y la mejora de los servicios del eje entre València y Teruel, que este verano estoy seguro que ha sido el lugar elegido por muchos para pasar las vacaciones. No debemos olvidar que la construcción de la autopista AP7 por el Meditérraneo ya fue en su día una exigencia de Europa para posibilitar, en los años 70, la apertura del país.
Quizás sea el momento de apostar por la soberanía de la movilidad, como lo ha tenido que hacer la industria, virando hacia la producción sanitaria, o la agricultura para asegurar el abastecimiento interno y externo. El dinero que recibamos de Europa nos debería llevar a poner este debate sobre la mesa y apostar por la mejora de las comunicaciones internas, cuando el tramo del AVE entre Murcia-Orihuela-Elche-Valencia-Castellón arranque de una vez por todas. Conectados con Madrid y a falta de completar el Corredor hasta Cataluña, es el momento de apostar por las comunicaciones internas, muy deficientes, y al mismo, contribuir a la descarbonización (o electrificación, según se mire) de la movilidad. Es una oportunidad. No sólo para mejorar la calidad de vida de los que viven o nos visitan, sino también para impulsar la economía, la nueva economía, esa que la propia crisis distinguirá entre sostenible o no. Lo que digo no es que sea nada nuevo, pero con el informe de la Airef en la mano y los fondos que nos mande Bruselas, quizás es el momento.