VALÈNCIA. Hay claves sobre la vida moderna que ya nos fueron dadas en los primeros cuatro álbumes de Talking Heads. No diría que se trate de augurios, creo que simplemente son reflexiones que llegaron en el momento adecuado, cargadas de un significado que ha crecido con el tiempo. Sucede lo mismo con la primera etapa pictórica de Warhol. Cuando pintó a Marilyn Monroe estaba oficiando la repetición de un ser originalmente tan humano como tú y como yo, al cual los medios de comunicación transformaron en divinidad y por lo tanto, en icono religioso. A principios de los años sesenta la fama ya podía aniquilar a un famoso. Y esa idea de indefensión ante la muerte, que es similar a la que representan los santos en tantos cuadros, es el aura que rodea a esos retratos seriados. Esa Marilyn que se ha intentado convertir en un ejercicio de estilo, cuyos juegos de vivos colores nunca lograrán ocultarle al espectador atento la tristeza de su mensaje. Nuestra obsesión con la muerte de los ídolos carece de límites. Cada deceso anunciado en Twitter y Facebook exacerba un culto que dudo de que en la mayoría de las ocasiones no sea más que una forma de histeria colectiva. A ver quién llora más alto demostrando mayores conocimientos sobre el finado. La tecnología nos ofrece los conocimientos necesarios en el momento apropiado. Lo que nunca podrá inyectarnos es honestidad o credibilidad.
Sobre este tipo de cuestiones también reflexionó David Byrne a través de sus versos. Más de 40 años después de haber sido grabada, me pregunto hasta qué punto la letra de ‘Psycho Killer’ no resulta válida para hablar de las relaciones virtuales que mantenemos con nuestros semejantes a través de redes y apps. You start a conversation that you can even finish it / You’re talking a lot but you’re not saying anything / When I have nothing to say, my lips are sealed / Say something once, why say it again? (Empiezas una conversación que ni siquiera puede terminar / Estás hablando mucho pero no estás diciendo nada / Cuando no tengo nada que decir, mis labios están sellados / Si dices una cosa, ¿para qué decirla de nuevo?). Los cuatro primeros álbumes de Talking Heads son un manual para descifrar la vida moderna de hace cuatro décadas. Pero también nos sirven para intentar averiguar cosas sobre nosotros en este presente tan incómodo que quiere decirnos exactamente lo que no queremos aceptar que somos. Puede que, por sus analogías con los tiempos pandémicos, la canción más recordada del grupo ahora mismo sea ‘Life During Wartime’. A lo largo de la letra, el narrador sus peripecias para sobrevivir en Nueva York durante una guerra tecnológica que se supone estaba teniendo lugar en tiempo real, es decir en 1979. A medida que la canción discurre hay gente que hace esto o aquello, pero el oyente sólo tiene al narrador para identificarse con él. El resto son acciones –“no puedo escribir una carta, no puedo enviar una postal”, “Duermo de día, trabajo por la noche”…- que, ahora mismo, podrían ser sustituidas por otras tales como “llevamos mascarilla”, “no podemos tocarnos”, “la calle está vacía”, “nadie reconoce a nadie”.
‘Once In A Lifetime’, que forma parte del fabuloso álbum Remain In light, que cumplirá 40 años este otoño, es otra canción muy válida para hablar de nuestro presente es. Un vídeo, el primer clip de música pop considerado videoarte, popularizó la canción a través de la MTV. Sobre una croma que le colocaba a la deriva flotando una corriente de agua, Byrne se transforma en el prototipo de norteamericano de clase media, desconcertado y agobiado ante los caprichos de un destino que lo lleva a maltraer y sobre el cual no tiene control alguno. Byrne explicó que la letra de ‘Once In A Lifetime’ hablaba de nuestra incapacidad para apreciar lo que tenemos: sólo lo echamos de menos cuando ya no es nuestro. Pero a la vez, tampoco podemos responder a la pregunta de por qué es nuestro. Durante el confinamiento se puso de moda citar a Sabina y decir ¿quién me ha robado el mes de abril? Bueno, quizá sea que el mes de abril nunca nos perteneció. Ni el mes de abril ni el invierno o el verano, ni los árboles, ni los puñeteros abrazos que tanto hemos invocado durante los últimos meses. Quizá la cuestión sea esa. No podemos creernos con derecho a un mundo que no sabemos respetar. Un día, como dice la letra de la canción, estamos al volante de un coche fantástico, y tenemos una casa estupenda y una pareja maravillosa y ni siquiera sabemos cómo hemos llegado a obtener lo que pensábamos que nos pertenecía. Entonces, otro día, la situación ha cambiado, y hay algo -o mucho- de eso que, simplemente, se ha esfumado. Nos hemos convencido de que estamos por encima de las circunstancias y no es verdad. Es la vida la que nos pasa por encima y nos arrastra igual que a Byrne en el vídeo.
Remain In Light es un disco que dejó preparados nuevos caminos para la música pop, incorporando los ritmos negros tanto en su vertiente más tribal como en su acepción más urbana (no olvidemos que en la música pop de los años setenta, lo negro estaba vergonzosamente segregado). Su polirítmia, sus cánticos tribales, sus aproximaciones a la vanguardia se mezclaron con el vocabulario de la música pop. Byrne nunca fue una persona cómoda para trabajar y el equilibrio con sus compañeros se fue malogrando a medida que la banda ganaba más atención crítica y comercial. Para mí, los Talking Heads dejaron de ser un grupo después de 1984; a partir de entonces se convirtieron en la banda de Byrne. Remain In Light contiene otro hallazgo literario que también conecta con nuestro presente. Al final de ‘Crosseyed And Painless”, Byrne interpreta un rap refiriéndose a los hechos, convirtiéndolos en personajes: Facts are simple and facts are straight / facts are lazy and facts are late / Facts come all with points of view / Facts don’t do what I want them to (los hechos son sencillos y los hechos son normales / los hechos son vagos y llegan tarde / Todos los hechos llegan con puntos de vista / Los hechos no hacen lo que yo quiero que hagan). Cuando esta parte vocal se grabó, el rap aún no se había popularizado. Fue el batería de Talking Heads, Chris Frantz, que acaba de tocar en un disco del rapero Kurtis Blow -pionero del género con ‘The Breaks’- quien sugirió a Byrne que solucionara el final del tema rapeando. Byrne rapeó a su manera y dejó servida una nueva reflexión acerca de la relación que la mayoría de nosotros mantenemos con los hechos, que parecen tener vida propia y en muchas ocasiones, nos defraudan. Tal como repite la estrofa final de ‘Once In A Lifetime’, igual que siempre.