El compositor valenciano lanza su nuvo disco: una oda a Paul Mccartney y al amor en general íntegramente producida en su residencia en Pittsburgh
VALÈNCIA. El compositor valenciano Coke Belda lanza su nuevo disco homónimo, el cuarto para ser concretos. Con un estilo powerpop que recuerda directamente a Los Beatles, el artista homenajea en el primero de sus doce temas a Paul Mccartney y, por extensión, a la mítica banda de Liverpool. Su objetivo es claro: busca que sus canciones sean fáciles de recordar y que tengan un sonido pegadizo, que al mismo tiempo no caiga en lo comercial de ser muy repetitivo con los estribillos. Su anterior trabajo, Coke Belda 3 (GS), un disco tributo a los Bee Gees, deja paso a este nuevo proyecto, compuesto íntegramente en su casa de Estados Unidos.
Belda vive en Pittsburgh junto a su familia, y cuenta que está soportando la cuarentena "bastante bien". Cuando no compone, trabaja en una empresa de respiradores para pacientes críticos, así que su trabajo "se ha multiplicado por cien en los últimos meses". Culturplaza se pone en contacto con él a través del teléfono para ahondar en los entresijos de su nuevo disco.
-¿Has podido trabajar en tu música durante la cuarentena o te has visto un poco falto de creatividad, como le ha pasado a tantos artistas?
-La verdad es que, al estar más tiempo en casa, he tenido tiempo libre para trabajar. He avanzado bastante en el segundo volumen de tributo a los Bee Gees. Llevo prácticamente acabadas seis o siete de las doce canciones que compondrán el disco, y estoy terminando algunas colaboraciones.
-¿Con quién has hecho colaboraciones?
-Con el batería Nick Bertling. Él saca discos en solitario como Bertling Noise Laboratories. Le encantan todos los grupos que me gustan a mí, así que cuando le dije que iba a hacer el segundo volumen de los Bee Gees se ofreció a colaborar conmigo. Estamos trabajando muy bien, tenemos mucha comunicación y rapidez. También estoy haciendo un par de colaboraciones con la cantante de soul Sara Depp, que es muy buena.
-¿Ya tienes nuevas fechas para los conciertos de tu nuevo disco?
-Todavía está todo en el aire. Aquí en Estados Unidos he tenido menos oportunidad de tocar, porque al grabarlo todo yo, no tengo banda montada. Lo que tenía pendiente en Pittsburgh se han cancelado. Una pena, pero tampoco podía esperar más tiempo para sacar el disco, llevaba mucho tiempo anunciándolo. Y aunque sea lanzando vídeos y haciendo directos en Instagram, vamos tirando. No suple el concierto real, pero algo es algo.
-Entrando en tu disco, Los Beatles juegan un papel muy importante tanto en la forma como en el estilo. ¿Qué has querido expresar con esto?
-Me sale solo. Nací escuchando a Los Beatles. Soy fan casi desde que nací. Empecé a tocar la guitarra con cinco o seis años, y las primeras canciones que tocaba eran de ellos. Con lo cual, cuando compongo me es muy difícil que no me salga nada que te pueda recordar un poco a ellos. De hecho, incluso con el disco tributo a los Bee Gees, varias personas me han dicho que el sonido es muy beatle. Lo tengo tan interiorizado que no lo pienso.
-Esto que dices se ve mucho en la canción Believe, donde se hay muchas similitudes con Blackbird, de Los Beatles. ¿También ha sido a modo de homenaje?
-Creo que he tocado tantas veces Blackbird en mi vida, que al hacer sonar esos acordes suena muy como ellos. Es un guiño que me parece muy bonito.
-Las letras y el orden de las canciones en el disco tienen un recorrido interesante: al principio empiezas con ese homenaje a Paul Mccartney en Thank You, Paul, luego pasas a hablar un poco del amor con canciones como Believe y luego bajas un poco el tono y te pones un poco nostálgico con 6x8 basement. Mención aparte la pureza y armonía musical que depositas en 1968. ¿Puedes explicarme la evolución de todo este proceso?
-El orden de las canciones es algo por lo que tienes que preocuparte un poco, quizás no por la temática, sino por el sonido: que no vengan canciones muy lentas de forma seguida, por ejemplo.
En cuanto a las letras, yo no me considero un buen letrista. Hago las letras un poco para salir del paso, porque no tengo la capacidad de escribir historias muy profundas. Con lo cual, recurro a mi vida personal. Afortunadamente, yo no he vivido cosas muy duras: tengo una buena familia y me considero una persona feliz, vaya. Por eso, las canciones de amor son reales, para mi mujer o para mi familia, porque son cosas que vivo todos los días.
En 6x8 basement se refleja mi experiencia personal. Ahora vivo en en Pittsburgh, pero estuve viviendo en Stuttgart, adonde fui a vivir desde València. La canción narra la vivencia real de cuando te mudas de un sitio a otro y vas llevando contigo cajas que nunca llegas a abrir. En mi casa tenemos un trastero [basement, en inglés]. La medida es de 6x8 metros, y esta todo lleno de apuntes de la facultad que no voy a utilizar nunca. Tengo cables del primer iPod que se hizo, que guardé porque siempre crees que algún día los vas a utilizar. Y luego, el tiempo de la canción también es 6x8, coincidiendo con la superficie del trastero. Habla de cómo no nos deshacemos de algunas cosas de las que deberíamos desprendernos.
Por otro lado, 1968 es una canción importante. Lleva ese nombre porque es el año en que nació mi mujer y es una canción puramente de amor, para ella. Por eso, pensé que la sonoridad debía ser un poco distinta, un poco más pausada, con guitarras acústicas y menos potencia que el resto del disco.
-Luego subes el ritmo de nuevo con Harlan, Kentucky, volviendo al tema amoroso; y por último vas hacia arriba con un estilo muy powerpopero en Your eyes y culminas con un sonido que evoca totalmente a Los Beatles con Watching You.
-Harlan, Kentucky es una canción que, no teniendo un tema claro, acabó por sorprenderme. Estaba leyendo un libro que se llama Outliers (lo recomiendo mucho), y un capítulo se llama así, Harlan Kentucky: cuenta la historia de un pueblo pequeñito de EEUU donde se solucionaban las cosas por la fuerza y por la ley del más fuerte. Me pareció tan interesante que lo utilicé como idea. La verdad es que cada canción se va redondeando de una forma que no sé si esperaba al principio.
Por otro lado, intento que las canciones sean fáciles de recordar y que su sonido sea pegadizo; pero sin caer en lo comercial de ser muy repetitivo con los estribillos.
-¿Por qué titulas tus discos con un número y no con un nombre concreto?
-Primero porque la temática es tan variopinta que no hay un concepto de disco claro. No habla sobre una cosa en concreto, el concepto no es homogéneo. Hay muchos artistas que tienen la suerte de poder hablar mucho sobre un tema. Yo empecé con Coke Belda 1, luego hice Nummer Zwei (número dos en alemán) y luego Coke Belda 3 (GS), por la gracia del tributo a los Bee Gees.
-¿Qué diferencias has encontrado, a la hora de crear, entre estar aquí en València y estar en Pittsburgh?
-Desde que estaba en València hasta ahora ha pasado mucho tiempo. Me he hecho mayor y la vida, en general, ha cambiado mucho. Estados Unidos tiene muchas cosas buenas y muchas cosas malas. Una de sus cosas buenas es que en un supermercado o en cualquier sitio que tenga hilo musical, suenan grupos de powerpop y clásicos de rock y de pop. En España los hilos musicales no son para nada de mi estilo. Al no estar tanto rato en contacto con ese tipo de música, como el reggaeton, el cerebro se acostumbra (digamos, a lo bueno) y salen canciones mejores.
Aparte, en estados Unidos el mercado de segunda mano de instrumentos musicales es muy grande. Desde que he llegado aquí he encontrado guitarras y micrófonos que no podía encontrar en Europa. Eso creo que me ha dado un poco más de calidad no solo en la música, sino en la identificación que tengo con los instrumentos.
-El powerpop es lo más presente en tu disco, y quizás en Estados Unidos esté todavía muy presente, pero en España se ha visto en los últimos tiempos cómo este género ha ido perdiendo adeptos y pasando a ser para un público casi exclusivamente maduro. Todo esto mientras el trap y el reggaeton copan el mercado. ¿Es el fin del powerpop?
-No lo creo. Los amantes del powerpop seguimos estando aquí. Tengo muchísimos amigos, tanto en mi vida personal como virtuales por todo el mundo, que siguen comprando discos de powerpop. También hay muchísimos músicos que siguen produciéndolos. Lo único es que el trap y este tipo de géneros salen más a la luz pública porque es lo que más se oye. Tengo discos de powerpop para aburrir, todas las semanas sale alguno nuevo y siempre hay gente grabando. Creo que el número no está disminuyendo, solo que el del trap y el reggaeton aumenta cada día.
-Salvando las distancias (entre ellas el sonido más guitarrero), encuentro muchas similitudes en tu nuevo disco con tus anteriores trabajos: un sonido muy vivo y melódico, pero sin pretensiones de traer algo nuevo en cuanto al estilo se refiere. ¿Crees que hace falta cambiar para mantenerse en la cresta de la ola?
-La respuesta es sí [ríe]. Y eso, de la única forma en que se puede conseguir (que yo ya lo tengo interiorizado pero todavía no lo he puesto en práctica), es trabajando con más gente. Con un productor, por ejemplo, que al oír tus canciones con una guitarra acústica (que es, al fin y al cabo, como se suelen grabar por primera vez) te diga que la vais a grabar con esto y aquello. Cuando yo compongo las canciones, grabo con lo que sé hacer, y eso al final hace que la estructura sea la misma en todos los discos. Puedo ir mejorando en sonido porque se masteriza mejor o porque tengo un micrófono más bueno, pero no puedo hacer mucho más que eso, pues mi cerebro da para lo que da. Para los siguientes trabajos me gustaría contar con alguien que me pueda llevar por otros caminos que igual yo no sabría explorar.
-En Facebook decías que hace un año te sentías bastante decepcionado por cómo iba el nuevo disco, pero que luego, algunos amigos aparecieron para ayudarte y para apoyar tu trabajo dándote el empujón que necesitabas ¿Qué dificultades te has encontrado?
-Hubo un momento en el que yo ya sabía que quería hacer el disco y tenía suficientes canciones para empezar. Sin embargo, me vino la duda de cómo hacer que no fuera otro disco que, aunque las canciones fueran un poquito mejores, sonara igual y no tuviera nada diferente. Empecé a grabar pensando que lo haría distinto, pero al final, con el día a día, llegué a hacer algo muy parecido a lo que he hecho hasta ahora. Llegué a un punto en que escuché siete u ocho canciones y me di cuenta de que no sonaban muy diferentes a lo que tenía de antes. En ese momento me entró un poco de desesperación y hablé con los músicos Nick Bertling, Ález Olmedo, Jared Letikes y Alan Haber. Les envié lo que tenía hasta ese momento para que me dijeran si valía la pena seguir o no. Todos me dijeron que las canciones eran muy buenas y me dieron bastantes consejos. Me ayudaron mucho y tiré para adelante.
-¿Eres más de directo o de estudio?
-Era muy de directo hace años. He tenido grupos de directo donde he disfrutado mucho. Sigo teniéndolos y toco con ellos cuando voy a España. The Beaters es mi grupo de toda la vida en València, llevamos más de 20 años tocando. Me encanta el directo, pero no he logrado desde hace muchos años tener una banda que se meta del todo en tu canción. Como compongo yo mismo, soy muy exigente con el sonido y las voces, y quizás eso haga que la gente que se junte conmigo no se sienta del todo partícipe del proyecto. Me he vuelto un músico de estudio por necesidad y porque al mudarme a Alemania me quedé sin grupo y al venirme a Estados Unidos me volvió a ocurrir lo mismo. Estoy un poco condenado a grabarlo todo yo.
-Ante el batacazo que se ha llevado el sector cultural con esta crisis, ¿qué expectativas tienes?
-No tengo ninguna expectativa [ríe]. Los discos los hago prácticamente para la gente que ya me conoce. Es verdad que con este disco he tenido ventas en otros países que no conocía, pero mi expectativa no va más allá de eso: que haya personas por el mundo que se interesen por mi disco y me digan que lo están escuchando es el logro que yo necesito. El día que saque un disco y vea que nadie me hace caso, igual lo dejaría. Aunque la expectativa sea baja, me encanta que la gente diga que le gusta mi disco. Me hace feliz. Pero procuro pensar que no tengo que esperar mucho más de lo que ya he tenido, que por otro lado es mucho. Para mí es suficiente.
-Me decías antes que tienes entre manos el segundo volumen tributo a los Bee Gees. Aparte de eso, ¿tienes nuevos proyectos en mente?
-Tengo algo más en mente, pero no puedo desvelarlo. Cuando acabe con el proyecto de los Bee Gees lo contaré. Puedo decirte que no serán canciones originales. Cuando acabo un disco suelo tener periodos largos de falta de inspiración para escribir canciones nuevas. En ese sentido, me lo tomaré con calma.
-Te he leído decir que cuando sacas un disco sueles tener una etapa de pequeña depresión por la rapidez con que la gente lo escucha para luego ya no acordarse. ¿Qué me puedes decir de esto?
-Un disco cuesta muchísimas horas de trabajo, no solo en la composición, sino también en la grabación, la mezcla y la masterización; en hacer las portadas, los vídeos, etcétera. Le dedicas tanto trabajo que cuando lo sacas, la gente te dice que está muy chulo, pero a los cuatro días alguien saca otra cosa en otro sitio de Internet, y tu disco ya está en la cola. Todo ese esfuerzo lleva un poco a plantearse si merece o no la pena para el reconocimiento que acaba teniendo. Luego ya se pasa y te das cuenta de que el disco sigue ahí y de que algunas personas siguen reconociendo tu esfuerzo. Eso te da alas para hacer algo más. Pero si fuera por la reacción inmediata del disco, creo que muchísimos compositores dejarían de grabar. Nosotros, los músicos de casa, invertimos mucho dinero grabando discos. Quizás uno de los micrófonos cueste más que todas las ventas que haces de un disco en un año. Es un poco pesimista, pero es la realidad de Internet. Cada cinco minutos sale un disco nuevo.
-Quitando a los Bee Gees y a Los Beatles, ¿quiénes son las influencias directas en tu manera de hacer música?
-Los clásicos me gustan mucho: Los Who, Los Kinks y la música de los 60 en general. Tirando hacia delante, uno de mis grupos preferidos de powerpop es Jellyfish. Solo sacaron dos discos, pero las ramificaciones de sus integrantes se han notado mucho. Una de ellas es el bajista de Jellyfish en su primer disco, que se llama Jason Falkner y tiene muy buenos discos en solitario. Esa creo que es mi influencia más clara. Es el artista de quien más información intento sacar de su sonido para mis canciones. Desde su primer disco hasta el último son buenos. Tiene una evolución increíble. Tengo que fijarme un poco en él y ponerme las pilas para hacer un poco lo mismo.
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