O de cómo la visita de unos canadienses potenció la autoestima y alineó las fuerzas de todo un sector para transformar un modelo productivo
VALÈNCIA. La cronología de un sueño marcaba un importante hito al finalizar julio de 2019, cuando recibíamos la visita de inspección de la World Design Organization para vivir desde dentro esta candidatura que tanta ilusión estaba comenzando a despertar. Ya éramos capital mundial del diseño pero no lo sabíamos aún, y eso que faltarían semanas para que deliberase un jurado que se rindió ante la propuesta valenciana permitiendo así un proceso de crecimiento de autoestima y de valoración desde casa de nuestros sectores creativos. Un miembro del comité fue precisamente quien acuñó aquello de que València ya era una capital del diseño pero el mundo no lo sabía aún, y lo que realmente quería decir es que nosotros habíamos sido los primeros en no darnos cuenta de lo que teníamos, y por tanto no lo habíamos sabido contar hacia fuera.
Pero al fin, en estos meses tras aquellos dos días de diseño para los sentidos hemos madurado un discurso y un argumentario propio que a modo de credo aprendimos a entonar como un mantra para reafirmar el papel del diseño de la Comunitat Valenciana en el mundo, y desde que empezamos a creer en nosotros mismos no han dejado de llover buenas noticias en lo profesional a modo de reconocimientos, premios internacionales, certámenes o páginas en medios. Y no es casualidad. Hemos aprendido a hablar (bien) de lo que hacemos, estamos aprendiendo a contarlo y al fin dejamos por escrito la historia de un sector que es fundamental para la economía valenciana y deberá ser crucial si pensamos en el nuevo modelo productivo al que deberíamos virar, o pivotar, como dicen las startups.
Aquella visita para valorar la candidatura de València a Capital Mundial del Diseño lo cambió todo, y si unimos los puntos de hoy hacia ayer vemos fácilmente las consecuencias de creer en uno mismo, pero también nos daremos de bruces con ese inesperado “hoy”, este verano con moreno de mascarilla que por mejor que lo intentemos pintar ha hecho tambalearse a todos los rincones y sectores del planeta.
Al menos la sacudida, al diseño, nos pilló con este amor propio reforzado, lo que ha sido fundamental para ofrecernos como ingrediente clave para las distintas fórmulas de recuperación de industrias, sectores o ciudades. Y una vez más no ha sido casualidad que "València sea la primera ciudad española en incorporar estrategias de diseño en su plan de reconstrucción oficial.
Tenemos que ir más allá incluso del entorno urbano y saliendo de las ciudades hacia los polígonos pensar en el papel que el diseño debe jugar en la recuperación de clústers industriales, y voy a esa idea de la transformación hacia un modelo productivo más sostenible para toda la Comunitat Valenciana, lo que tocaría de pleno sectores como el textil, el químico o el transporte. La propia Conselleria de Hacienda y Modelo Económico reconoce que el diseño genera un elevado valor añadido en las actividades industriales, pero que no se tiene en cuenta en comparación al peso nacional.
Desde los sectores creativos tenemos que conseguir ser más pedagógicos que nunca y explicar lo fundamental que es el diseño para la innovación de cualquier área. El diseño es de hecho la palanca para generar procesos de innovación en las empresas y la herramienta fundamental para la innovación de las administraciones públicas, como recogen varias publicaciones recientes del Ministerio de Ciencia e Innovación, que está demostrando un apoyo sin precedentes al sector diseño nacional para poder precisamente impulsar toda esta recuperación en el escenario de la crisis sanitaria y económica actual.
Por esto el uso del diseño no debería ser recortado sino fomentado al igual que las propias instituciones están contando con estrategias de diseño para su crecimiento, ya que va a suponer el fortalecimiento de soluciones digitales, del diseño de servicios y de oportunidades profesionales que comienzan ahora a ser valoradas en todo el mundo. Sin ir más lejos ya fue Churchill quien en 1944 creó aquél Design Council británico para afrontar una de las mayores crisis mundiales conocidas, aportando soluciones desde estrategias de diseño.
Y es hoy, más de siete décadas después de aquello, cuando el propio Design Council recoge en un reciente informe (Making life better by design) a propósito de la covid-19 datos sobre los tres pilares en los que el diseño puede influir positivamente en nuestra sociedad: Servicios públicos, lugares y negocios. Es esta didáctica hacia los sectores público y privado con datos de impacto sobre cómo pueden integrar el diseño en beneficio de sus labores diarias lo que demuestra ese poder para enfrentarse a los grandes desafíos de hoy ayudando a nuestra sociedad a recuperarse de la crisis del coronavirus reconstruyendo nuestra economía, fortaleciendo nuestras comunidades y respetando y cuidando el medio ambiente.
Con este planteamiento, el diseño puede cambiar el mundo. No perdamos de vista la formación y su consecuencia, este impacto en el modelo productivo de nuestra sociedad. Es de hecho uno de los principios del diseño, mejorar la vida de las personas haciendo más fácil su día a día.