VALÈNCIA. El pasado viernes, la cuenta oficial de Bloc-Compromís (@infobloc) mostraba su respaldo a las candidatas de Eh Bildu y BNG de cara a la cita electoral que se celebró el pasado domingo en Euskadi y Galicia. Un apoyo que se reiteró en la propia jornada electoral y, posteriormente, en unas sentidas felicitaciones a las que se unió la secretaria general del Bloc y coportavoz de Compromís, Àgueda Micó, tras los resultados obtenidos por Maddalen Iriarte y Ana Pontón.
La primera, conseguía un ascenso de cuatro escaños hasta los 22, manteniendo a EH Bildu como la segunda fuerza de Euskadi; mientras la candidata del BNG ascendía cinco diputados hasta los 19, despegándose de los socialistas gallegos. Eso sí, frente a una reedición de la mayoría absoluta del popular Alberto Núñez Feijóo.
¿Cuál es la cara B de esa alegría en la coalición valencianista? La debacle de su competidor en la izquierda -aunque socio en el Consell-, Podemos, que no obtenía representación en Galicia y perdía además cinco escaños en el País Vasco. Un resultado que, para muchos en Compromís, ha evidenciado el fracaso del proyecto de Pablo Iglesias allá donde existe una izquierda periférica y autóctona como es el caso los citados territorios.
Así, y aunque es cierto que en la coalición valencianista se han mostrado comedidos a la hora de comentar los resultados en público, lo cierto es que se respira un ambiente de cierta euforia e incluso triunfalismo que sí se manifiesta en conversaciones privadas y en grupos de whatsapp.
De hecho, el artículo publicado por el secretario del grupo de Compromís en el Ayuntamiento de València y uno de los estrategas de la coalición, Amadeu Mezquida, titulado 'Y después de Podemos ¿qué?' y publicado en eldiario.es, emana cierta satisfacción por los citados resultados. En él, analiza y ofrece las claves que, a su juicio, han propiciado el "fracaso" de Podemos "como proyecto (pluri)nacional", además de reflejar que las izquierdas periféricas están haciendo "una lectura más acertada" de lo que está pasando. Un texto que que ha molestado notablemente a varios dirigentes de la formación morada en la Comunitat Valenciana que, a su vez, recordaban el "fracaso" de Compromís en su alianza con Más País, el partido de Íñigo Errejón en las últimas elecciones generales.
Más allá de la conveniencia o no de hundir el dedo en la llaga de un socio de gobierno, la alegría contenida de Compromís por el resultado de fuerzas con las que simpatiza y, que nadie se engañe, también por el desastre de Podemos, se concentra en una hipotética extrapolación de unos resultados en la Comunitat Valenciana que permitirían al partido que lidera Mónica Oltra dar un importante bocado a Podem y acercarse al PSPV de Ximo Puig e, incluso, sobrepasarlo. Un escenario que, al margen de las dificultades que conlleva, significaría que la formación morada estaría situada posiblemente en el límite del listón del 5%.
¿Puede el Botànic sumar la mayoría absoluta sin el concurso de Podem y, al mismo tiempo, que Compromís rebase al PSPV? A día de hoy, se antoja complicada la reedición de un gobierno de izquierdas sin el concurso del partido morado, por lo que un exceso de euforia por parte de la coalición valencianista resulta difícil de entender salvo en el puro contexto de la competitividad existente -y no exenta de rencores en algunos casos- entre ambas formaciones.
Ahora bien, el análisis de Podem de los resultados también evidencia cierto nivel de ceguera en algunos dirigentes del partido de Pablo Iglesias. Ser autocríticos sin criticar al líder es un ejercicio de funambulismo que se prodiga en la formación morada y que recuerda a los partidos más centralistas del panorama estatal. Sí admitían fuentes consultadas por este diario próximas a la coordinadora autonómica, Pilar Lima, la necesidad urgente de "implantar la estructura territorial" de la cual carece el partido y reforzar el partido desde una "base local". En esta línea, sí reconocen estos dirigentes que las "divisiones internas" han "pasado factura", aunque sin profundizar en las decisiones de la cúpula estatal tanto en Galicia como en Euskadi. O lo que es lo mismo, actuar como si las cosas que se han hecho mal hubieran ocurrido solas.
En esta línea, desde el sector próximo a vicepresidente segundo del Consell, Rubén Martínez Dalmau, y la síndica, Naiara Davó, calificaban los resultados de "muy malos" y coincidían en que los mismos constatan "el desgaste orgánico" de Podemos. Ahora bien, desde ambos sectores, concordaban en que no podía establecerse "ningún paralelismo" entre los resultados de BNG y EH Bildu y un hipotético ascenso de Compromís, además de considerar que lo acaecido en los comicios vascos y gallegos no implicaba ninguna consecuencia para el Botànic. Es más, algunos no podían evitar lanzar un dardo ante el artículo de Mezquida: "El PP arrasa en Galicia, pero ellos celebran que el BNG sea segunda fuerza y se recrean en nuestro mal resultado", comentó a este diario un dirigente de Podem.
No obstante, y pese a la cierta dosis de autocrítica en el partido morado, gran parte de los responsables consultados olvidaba el problema que constituye para esa formación el desgaste para la marca que acarrea unos resultados como los de este domingo. Es decir, el peligro que supone la pérdida de espacio de Podemos en las comunidades autónomas donde ha tenido una gran presencia: una situación que podría derivar en la máxima de que el votante morado solo se moviliza y se implica en las citas estatales, cuando Pablo Iglesias aparece como cabeza de cartel.
Mientras, y al margen de esta vigilancia entre Compromís y Podem, el PSPV que lidera Ximo Puig ha sido la formación de gobierno que más se ha desmarcado de estos comicios. Los resultados no han sido buenos, especialmente en Galicia, pero los socialistas valencianos parecen apuntarlos a beneficio de inventario. Lo que sí empieza a preocupar al partido del puño y la rosa, es que las peleas entre sus socios de gobierno terminen en una batalla fraticida en la que se imponga Compromís y cuya consecuencia sea que Podem no pase el corte, complicando la suma de las fuerzas de izquierda. Al mismo tiempo, no obstante, sueñan con un ascenso propio que les permita gobernar sin la necesidad de un tercer socio en el Consell. Y este es el ambiente tras el primer año de legislatura.