VALÈNCIA. El inicio de curso político se prevé turbulento en la Comunitat Valenciana tanto en la izquierda como en la derecha. Una situación a la que tampoco contribuye la situación política estatal, la cual gozará de un especial protagonismo hasta que se aclare si habrá o no repetición electoral: sin duda, cuestión que marca la agenda de todas las formaciones en estos inicios de septiembre.
Ahora bien, haya o no regreso a las urnas de cara a la recta final del año, las distintas formaciones -ya estén en gobierno u oposición- tienen sus propios problemas para encarar el regreso estival. Y algunos de importancia.
Si la mirada se dirige a la izquierda, viene evidenciándose un motivo de conflicto que amenaza con crecer en las próximas semanas. Generalmente, el propio debate sobre la elaboración presupuestaria ha sido motivo de discusión entre los socios del Ejecutivo: de hecho, en la pasada legislatura ya se vivieron tensiones entre PSPV y Compromís inicialmente y, después, a su llegada a Les Corts, con su entonces su socio parlamentario, Podemos.
Unas dificultades que ahora apuntan a redoblarse por diversas razones. La primera de ellas, lógicamente, es que el debate se producirá entre tres partidos dentro del Gobierno, lo que a buen seguro pondrá a prueba la resistencia de la Conselleria de Hacienda que dirige el socialista Vicent Soler.
El siguiente obstáculo es la propia situación con la que se llega a esas conversaciones. A día de hoy, Compromís y Podemos se están mostrando muy críticos con la posición que está manteniendo el PSOE tanto en lo que se refiere a la falta de ingresos que no llegan del Gobierno central como en otros asuntos como la sempiterna reforma pendiente del sistema de financiación.
Por otro lado, se produce la situación de bloqueo de los ingresos pendientes por parte de Madrid a las arcas autonómicas, un hecho que amenaza con un inminente cierre del grifo de cara a la ejecución presupuestaria cuya negociación debe producirse en los próximos días. O lo que es lo mismo, cuánto y en qué consellerias se aplica la tijera.
Con estos mimbres, se intuye un otoño caliente en la izquierda valenciana aunque se cumplan sus mejores expectativas de que haya acuerdo y no se produzca una reedición electoral. El mero diseño de las cuentas, los posibles recortes presupuestarios a imponer en la recta final del ejercicio y la diferencia del talante reivindicativo entre el PSPV y sus socios, ya implican unas diferencias que garantizan acción en el último cuatrimestre del año.
Al margen de esta compleja interrelación, las tres fuerzas políticas tienen cuestiones a resolver de corte interno. Podemos, por ejemplo, se enfrenta a priori en octubre a una asamblea ciudadana en la deberá elegirse el sucesor del actual secretario general, Antonio Estañ. Un puesto para el que suena como favorita la síndica en Les Corts, Naiara Davó.
Quizá Compromís pueda atravesar una fase algo más tranquila si no hay nuevos comicios. De ser así, el debate interno regresará en forma de posibles pactos electorales: el eterno conflicto acerca de una alianza con Podemos -o en este caso con el partido de Íñigo Errejón- volverá con fuerza tras el mal resultado cosechado en abril. En cualquier caso, aunque no haya cita con las urnas, en la coalición valencianista comienzan a percibirse los primeros síntomas de agotamiento de un proyecto que, orgánicamente, lleva años sin evolucionar hacia mayores cotas de unidad.
En cuanto a los socialistas valencianos, sus mayores quebraderos de cabeza vendrán de su tarea de liderar el Consell. Ahora bien, la formación que encabeza Ximo Puig comienza a evidenciar la problemática de entroncar su discurso y sus reivindicaciones con determinadas decisiones o actitudes del ahora Gobierno en funciones de su compañero Pedro Sánchez. Una circunstancia que amenaza con agravarse si prosigue la situación de interinidad. En cuanto al ámbito orgánico, la carrera por la sucesión del presidente de la Generalitat se inició hace meses, si bien los seguidores de Puig pretenden, precisamente, bloquearla promoviendo la continuidad de su jefe de filas, lo que apunta a que se producirán movimientos en esa línea.
En la otra orilla, las fuerzas conservadoras que cohabitan en la oposición también tienen un regreso del verano animado. Posiblemente el PPCV de Isabel Bonig, que abre curso político con Pablo Casado en Benidorm la semana que viene, será el más movido. Aunque desde Madrid han venido tratando en las últimas semanas de reducir el tono del debate sobre una posible sucesión de la presidenta regional, todo apunta a que sí se activará al menos el congreso provincial de Valencia y con ello los procesos locales que quedaron pendientes en su día. Un cónclave que, se quiera o no, servirá para ver el grado de imposición del 'casadismo' y el nivel de resistencia de los más próximos a Bonig o a otras familias del partido.
Ciudadanos, a priori, lo tendrá más tranquilo. Ahora bien, ya han comenzado las primeras desavenencias entre el portavoz, Toni Cantó, y cierto sector del partido que se resiste a que el actor aglutine todo el poder orgánico. El primer capítulo de estas tensiones se dejó ver a través de los nombramientos de asesores en la Diputación de Alicante, pero probablemente no será el último.
En cuanto a Vox, el partido de Santiago Abascal deberá calibrar en la Comunidad Valenciana cuánto de relevancia alcanzan los primeros problemas internos que ha empezado a sufrir el partido. La competencia entre el sector del coordinador provincial, José María Llanos, y grupos como el encabezado por la síndica en Les Corts, Ana Vega, con respaldo de Madrid apunta a dar que hablar este otoño, al igual que la relación entre los dos representantes en el Ayuntamiento de València, que ya ha vivido ciertas desavenencias.