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VIDAS LOW COST / OPINIÓN

Dueños de su tiempo

8/12/2018 - 

Las elecciones parecen un método imperfecto siempre y cuando a según quién no se le da la razón. Hasta entonces, resultan la fórmula exacta para gestionar la vida en sociedad. Es cierto que por aquí lo que sucede se parece poco a un balance de los años de mandato y menos aún a la lectura apasionada de los programas electorales (que se siguen sirviendo al completo en texto, no sea que con su traducción íntegra al audiovisual se enteren de verdad los votantes de lo que se ofrece). El resultante se parece mucho al éxito de las campañas de marketing que preceden al recuento. Sin embargo, todos los candidatos conocen las reglas del juego. Poseen el mismo tiempo y margen de libertad (todavía) como para expresarse. Eso sí: como el ímpetu no siempre es el mismo,la conclusión numérica es, ante todo, el triunfo de la voluntad. 

Los vencedores del pasado domingo en Andalucía son dueños de su tiempo como lo son hoy todavía los vencedores de las elecciones de mayo de 2015. Solo aquellos ciudadanos con voluntad de cambiar el curso de sus días resultan victoriosos en unos comicios. Por contra, aquellos indiferentes o con las fuerzas justas como para convencer de sus ideas acaban sometidos al triunfo de los otros. El pasado domingo nada menos que 2,6 millones de personas con derecho a voto decidieron quedarse al margen. El 41% de los andaluces con la posibilidad de ejercer. Cuatro de cada 10. O sea, el grupo social mayoritario (al PSOE, el más votado, le apoyó el 16%). Decidieron no mojarse por lo que se refiere a la administración que rige la mayor parte de sus vidas: educación, sanidad y servicios sociales. Por contra, conservadores, neoliberales y centralistas sumaron un margen suficiente como para virar el futuro del territorio más poblado de España hacia la derecha.

Dicho lo cual, es importante entender cómo funcionan las sensibilidades en la calle y los ritmos en los medios para comprender el ascenso de Vox (6% de los votos, 12 diputados). Dicen las y los que saben del asunto que tres semanas más o cuatro menos le hubieran otorgado unos resultados peores a la formación liderada por el ex consejero a dedo de Esperanza Aguirre, Santiago Abascal –ahora es él quien quiere eliminar institutos y fundaciones superfluas, como si una especie de terapia le hubiera otorgado la luz para romper con un pasado del que nunca habla– . Quizá, ese tiempo de más en la campaña hubiera sido suficiente como para que los siguientes votantes de Vox hubieran sabido qué hacían con su papeleta:

El vídeo es relevante en las lagunas, pero mucho más por los motivos conscientes del voto. Mejor dicho: por el único motivo: “quiero un cambio”, “ya sabemos que vamos a hacer un cambio”, “porque tiene que haber un cambio”. El poder de la voluntad. Esa es la idea fuerza, aunque el vídeo evidencie otros conflictos. ¿Viven lo suficientemente bien los andaluces como para optar por la continuidad de su gobierno? ¿Se sienten cómodos con los valores que su gobierno dispone? Dado que no, ¿era capaz el PSOE de suponer un cambio suficiente en Andalucía a sus propios 36 años de mandato? ¿Era Adelante Andalucía el movimiento capaz de ilusionar y atraer a una mayoría suficiente hacia sus ideas para generar ese cambio? La respuesta de los andaluces fue no. Incluso de aquellos que no votaron y que dejaron caer al sistema conocido hasta entonces. Por eso, los andaluces que sí quisieron ser dueños de su tiempo ejercieron con todas las de la ley su derecho y, le duela a quien le duela, piensen lo que piensen los que ahora ocuparán San Telmo con la misma legitimidad que Pedro Sánchez La Moncloa, eso es lo escogido.

Por qué

El vuelco electoral en Andalucía, principal feudo territorial del PSOE en la democracia más reciente, solo puede argumentarse desde una realidad: es multifactorial. La reducción de los porqués es, de los ejercicios más futiles, el más supino. No obstante, tratando de alcanzar algunos de los motivos y siempre desde los términos generales, una formación como la que preside Abascal tiene mucho a ganar partiendo del marco general por el cual funcionan los medios. Especialmente, los masivos. Les pondré un ejemplo: hace unos días Ana Rosa Quintana, en su programa, quiso conocer “el lado más personal de Santiago Abascal”. Para ello, le entrevistó y cuando este dijo que le habían votado muchos “inmigrantes legales” no hubo nadie al volante –ni delante ni detrás de la cámara– para decirle que los extranjeros no pueden votar en las elecciones autonómicas. Los medios tampoco saben decodificar en prime time los motivos de los tuits que, en según qué dirección, llamarían la atención de la Fiscalía como delito de odio, pero que resultan ser los ‘inocuos’ mensajes del ganador de Vox en Andalucía, Fernando Navarro.

Y el ritmo de los medios no solo beneficia a Vox desde la heteroparcialidad. Lo más relevante es que los gobiernos del cambio y el nuevo gobierno central en minoría carecen de punch cuando hablan de aquello que verdaderamente preocupa a los ciudadanos. Es una rémora, pero son incapaces. No lo consiguen. Los ritmos en las redacciones de todo tipo engranan relativamente mal cuando la propuesta es demasiado habitual. Economía, empleo, seguridad ciudadana, infraestructuras, sanidad, educación, tráfico… estos temas, en manos de los de casi siempre, resultan demasiado legamosos para los editores. En la mente autocensora de cualquier plumilla resuena el ‘qué hay de nuevo viejo’ y una propuesta poco novedosa en el titular no levanta la ceja de ninguno de los directores de medios. Por eso se sucumbe en la trampa de la diversidad (Daniel Bernabé). Cualquier tema en las antípodas de las primeras necesidades está llamado a recabar atención.

Usemos un juego de contrarios. ¿Qué temas centrales del Gobierno Sánchez han calado hasta el tuétano en Andalucía? Bueno, el feedback de estas elecciones lo reducen a dos: la afrenta independentista en Cataluña y el trajín parlamentario con los restos de Franco. El primero es el que menos margen de comprensión ha podido aglutinar en la Autonomía sureña. La corporeidad del Estado, la identidad jamás cuestionable para una amplísima mayoría andaluza, encuentra a su primera descreída en Susana Díaz. El PSOE queda así en tierra de nadie y todo se resume en el lamentable ‘¡A por ellos, oé!’ a los comicios del pasado 2 de diciembre solo hay un mandato y ese mandato es muy claro en la región. De lo segundo, la torpe y también lamentable estrategia de cara a la galería, sin garantías legales suficientes, sin trabajo de fontanería previo para poder desubicar los restos del dictador de manera mayoritariamente consensuada, eso, ha acabado por agitar a los más reaccionarios a solventar el pasado.

Asexualidad, patinetes eléctricos, agua cruda, leyes pro minorías, huertos urbanos, móviles y textiles impermeables, homenajes a activistas en el olvido y planes de desarrollo psicosocial para adultos. Lo que sea que no sea lo de siempre. Los gobiernos locales y regionales lo gestionan. Lo que sea que atraiga el cariño de unos redactores hartos de adocenarse con los temas de siempre en manos de quien no propone grandes cambios. Los gabinetes de comunicación de partidos, ministerios, concejalías y diputaciones son conscientes de no tener que vender lo que no acabará saliendo. Por eso, mismamente, cuando los años pasan y el común de los mortales se pregunta quién coño va a resolver su situación de mierda, quién está trabajando para que algo cambie tras la crisis más larga que se recuerda durante la hegemonía capitalista, aparece alguien montado a caballo que asegura rescatar los valores centrales que caben en un “los españoles primero”. Y si funciona es porque, entre otras cosas, no se apoya en las siglas de siempre que ya han traicionado tantas veces lo mismo. 

Las ideas básicas impactan en la línea de flotación que significa, sea como sea, sin entrar en contexto y mucho menos en el fondo del programa: soluciones reales ya. De inmediato. ¿Cómo? Bueno, cualquiera que lea el programa de Vox para Andalucía comprenderá que dada la supresión de impuestos y la rebaja de otros tributos como el IRPF o el Impuesto de Sociedades, ya que se se acaba la recaudación común, la acción directa de una llegada de Vox al gobierno es el sinónimo del cierre de hospitales, colegios, consorcios de bomberos y cuarteles de policía y Guardia Civil (estos últimos, especialmente activos en la reclamación de mejoras de sus salarios en los últimos años. Nada más lejos de la propuesta voxiana). Adiós a la recaudación común, decía, y hola a una nueva vida liberada del todo, pero sobre todo de aquellos que no puedan aportar a un sistema que deja de ser solidario. Entre otros motivos, porque, supuestamente, los inmigrantes se han convertido en la quintaesencia del esquilme laboral. Por eso, porque la mayoría de los andaluces está deseando volver a trabajar al campo, a peinar el interior de los invernaderos o a hacer las camas y baños de los hoteles de la Costa del Sol, dado todo eso, la solución estaba a un solo paso. Es el paso adoptado.

El Partido Popular, en una genuflexión que ha sorprendido a propios y extraños, no ha tardado en ablandarse al programa de Vox. Como si fuera en algunos aspectos todo aquello que no se hubieran atrevido a decir en voz alta, pero que ahora no tienen mucho inconveniente en aplicar. Llama la atención –o no– el caso de Canal Sur y su radio, entes públicos sobre los cuales el PP ya ha dicho que la idea de su cierre, como propone Vox en el delirante programa que presentó a las elecciones, no le parece mal. Claro está: lo que en València se llamó (por Canal 9) “nido de rojos” tiene poca razón de ser si no se va a poder controlar en los tiempos de la transparencia que corren. Para tener al enemigo en casa, ¿por qué no cerrarlo? ¿Qué más da que aquí, en la Comunitat, se hayan arrepentido del movimiento públicamente? ¿Qué más da que sean conscientes de que si desvertebran comunicativamente esa región solo serán capaces de generar esa pobreza que supone que Atresmedia o Mediaset le hagan caso cada 180 noticias a algo medianamente relvante que suceda en la economía, política o sociedad andaluza?

Pero con todo y con esto, son una mayoría los andaluces que han decidido ser dueños de su tiempo. Por contra, mal que le pese a las decenas de miles de personas que salieron a la calle el lunes en las principales capitales a manifestarse contra la llegada del partido de Abascal, su arribada al poder es legítima. Cualquier otra posibilidad, cualquier otra voluntad y su fuerza, se debieron aplicar hace seis días en las urnas. El único mandato en adelante para las próximas elecciones autonómicas y municipales es ser conscientes de lo hecho. Y abstenerse como cuatro de cada 10 andaluces o, por el contrario, tomar cartas en el asunto. Como si nuestra vida dependiera de ello. Así lo han interpretado los que han votado a PP, Ciudadanos y Vox, especialmente. Del gobierno consiguiente, descubriremos sus consecuencias. Cabe dudar que sea flor de una noche porque los motivos centrales, la fisiología del Estado, la desafección con lo hecho durante tantos años (36 en Andalucía) abre un amplio margen de movimientos. Desde 2012, en la Comunitat Valencia tres de cada 10 personas prefieren un Estado con un Gobierno central único, sin autonomías. Tres de cada 10 coinciden con Vox en eso. Esa idea fue distinta hace tiempo, en 2005 (12,3%), cuando nos engañaron con la idea de ser nuevos ricos todos y al unísono. Y, aun siendo una latencia de gobierno distinta, la estadística nos apunta a una necesidad de cambio, al triunfo de la voluntad y la necesidad de ser dueño de su tiempo de algunos. No importa lo que se prometa, sino el grado de decepción con lo disponible. Como ya sabemos, la cantidad  de decepción solo depende de las expectativas. Veremos qué tal las pintan los que defienden que todo debe seguir más o menos igual.

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