La escritora y periodista turca, enemiga acérrima del régimen de Erdogan y una de las columnistas más leídas de su país, analiza y desgrana el proceso con el que muere la democracia
En algún momento pasear una reproducción en látex de una vagina bajo el nombre del Santísimo Coño Insumiso se ha convertido en una acción susceptible de ser delito. De dos delitos, de hecho: uno de ofensa al sentimiento religioso y otro de incitación al odio, que es lo que piden Fiscalía y la Asociación de Abogados Cristianos respectivamente para las tres mujeres que han conseguido llevar hasta los tribunales. Lo que era una denuncia pública del machismo ha terminado por ser arrastrada a la ciénaga de las interpretaciones puntillosas y fanáticas. Sea cual sea la sentencia, la intolerancia ya ha ganado terreno. Así, poco a poco, con lo que en el día a día de la mayoría es solo un titular fugaz en una red social o un rifirrafe virtual fácil de olvidar, las libertades se retraen ante el empuje de una fuerza amorfa y de contornos difusos pero con una voluntad firme y unos objetivos muy claros: acabar con quien no piensa igual, desterrar la inteligencia, mutilar la cultura, excretar un nuevo sistema de verdades bajo el amparo engañoso del cual conculcar los principios que posibilitan la convivencia. Es más sencillo de lo que parece.
Con la perspectiva suficiente los hitos en el camino que llevan a la destrucción de la democracia brillan como luces de neón rutilantes en una carretera sombría. Ahora mismo en Europa nos damos cuenta de que lo que parecía estable y con visos de durar puede desparecer en un pestañeo, que realmente no ha pasado tanto tiempo desde esa muerte que era un maestro de Alemania que decía Paul Celan, que sus acólitos y su mensaje no es siquiera que estuviesen enterrados y hayan vuelto a ver la luz sino que solo se habían cubierto el rostro con un escueto antifaz, que lo que en otro tiempo fue fascismo hoy es populismo y que como ayer, nos ha vuelto a coger desprevenidos y vulnerables a unas armas que manejan con gran habilidad: son nuevas armas para causar las viejas heridas de siempre. Esa perspectiva suficiente de la que hablábamos es de la que por desgracia dispone la escritora y periodista turca Ece Temelkuran, denostada por los poderes que han hecho de su tierra el ejemplo en torno al que se vertebra su libro Cómo perder un país. Los siete pasos de la democracia a la dictadura que publica Anagrama traducido por Francisco J. Ramos Mena. A lo largo de siete capítulos de una lucidez pavorosa Temelkuran explica en detalle cómo se crea un movimiento, cómo se trastoca la lógica y se atenta contra el lenguaje, cómo se aplaude la inmoralidad, se desmantelan los mecanismos judiciales y políticos, se diseña al nuevo ciudadano, se fomenta y naturaliza la risa ante el horror y finalmente se construye el nuevo país.
La evidencia es apabullante: las estrategias exasperantes del populismo y su irracionalidad son un caballo de batalla infalible que arrasa con la moral y descompone los nervios de quienes tratan de hacerle frente con la lógica como bandera. El caballo pasa y a su paso se marchitan las esperanzas y el futuro de todos aquellos a quienes el movimiento identifica como enemigos de ese pueblo real al que aluden allá donde actúen, ya sea Turquía, Estados Unidos o España; tal y como señala Temelkuran, el líder populista pone en el punto de mira rápidamente a periodistas -no hay más que ver la animadversión que sienten el presidente de Estados Unidos o los partidos de extrema derecha europeos hacia la prensa- para manipular cuanto antes ese relato del que precisamente tanto se habla ahora, y a cualquier oposición o disidencia, y a su señal sus ejércitos invisibles de acosadores online se encargan de llevar a cabo su cometido con una determinación envidiable, socavando la seguridad y la autoestima de la víctima mediante ataques sucios de toda índole ante los cuales poco se puede hacer ya que el ejército trol no tiene ningún interés en razonar, solo busca cumplir su objetivo, abatir a su presa y correr a por otra nueva. La amenaza es real y vuelve a estar en casa de medio planeta. La mentira se ha instalado con éxito bajo la forma de verdad alternativa: declaran sin un atisbo de vergüenza que el antifascista es fascista y que el fascista es un demócrata. Hay que conocer sus métodos para no tener que lamentarse después por el país perdido, y para ello hay que leer y escuchar voces como la de Temelkuran, que a continuación comparte su experiencia respondiendo a las siguientes preguntas:
-¿Alguna vez lograremos superar la era de la posverdad o ya estamos condenados a vivir sin certeza?
-Ece Temelkuran: Nunca debemos olvidar que la verdad es un concepto político, quien tiene el poder político determina qué es la verdad. Que la verdad sea única es también una decisión política y moral; para defenderla uno necesita poder político, y veo que ese tipo de poder político está en aumento, así que no creo que estemos condenados.
-¿Pueden las redes sociales como Facebook o Twitter realmente hacer algo para detener los ataques de los ejércitos trol?
-Solo si hay un acto organizado contra ese capital que patrocina a los ejércitos trol. De lo contrario, todos estamos perdidos en la esfera de comunicación aterrorizada.
-En España vivimos en los últimos años el auge del populismo, que ha dado lugar a la aparición de nuevos partidos políticos, algunos con la apariencia de un movimiento, como se describe en el libro. ¿Qué futuro crees que le espera a estos movimientos en España y en Europa?
-El populismo de derecha colabora a nivel internacional, por lo que, a menos que creemos una solidaridad internacional contra el populismo, ciertamente derribarán todo el establishment político.
-¿Es compatible el autoritarismo populista con la idea de la Unión Europea?
-Una de las ironías de la política actual es que Nigel Farage es miembro del Parlamento Europeo.
Obviamente, estamos viviendo en una era de paradojas. La competitividad ya no es una preocupación, ni tampoco la integridad.
-¿Qué debe hacer el periodismo para enfrentar los ataques de los líderes políticos populistas y sus ejércitos trol? ¿Deberíamos luchar contra ellos con sus mismas estrategias?
-Ciertamente no. No nos olvidemos de que el periodismo tiene que ser un sujeto político, por lo tanto, lo primero que debe hacer un periodista es organizarse para ser solidario y defender el trabajo de decir la verdad, ya que los periodistas son la comunidad más frágil de la democracia, es natural que el populismo de derecha ataque primero a esta comunidad. Una vez que te deshaces de los periodistas, el resto de la historia no se cuenta. Y ellos lo saben. Nuestra primera tarea es mantenernos fuertes para contar el resto de la historia.