Empiezo a escribir con el firme propósito de no volver la vista atrás a todo lo que ha pasado en el 20-20. Salvo para recordar a quienes, por covid y otras causas que no olvidamos, hemos perdido en este fatídico año. Más de los que nos cuentan, según evidencian los Registros Civiles. Y en el 19, o en el 18... que aunque no fueran pandémicos, también se despidieron con dolor para muchas familias. Siempre en nuestra memoria.
Y también para pensar en lo que nos ha quedado del 20: los abrazos en las miradas, el aprendizaje de valorar más lo verdaderamente esencial, la solidaridad con el sufrimiento tan cercano, tan masivo, tan desgarrador... O la vuelta al foco interior, buscando la Luz. Ese interruptor que habita dentro de todos, pero que no siempre acertamos a encontrar. O que a veces, aturdidos, no sabemos encender.
Así que decido indagar en la numerología, para atisbar qué nos puede deparar el 21. Que, como quiero ser optimista, veo que, de entrada suma 3, considerado un número divino: tríadas como la Santísima Trinidad para los cristianos; Zeus, Poseidón y Hades para los griegos; Isis, Osiris y Horus para los egipcios... Y además, es el mes del año en el que nací: marzo, el tercero. Vamos bien -pienso para animarme.
Rastreando en el ‘21’, que combina el primero y segundo de todos los números (excluyendo el valor neutro del cero), quiero creer que se van a aunar la motivación en el comenzar que se atribuye al 1, con la colaboración que expresa el 2. Y además, XXI es el siglo que vivimos.
Recuerdo, además, que ‘el veintiuno’ es también un juego de cartas donde ha de buscarse la cercanía al acierto, pero sin pasarse. Ni en inmovilismo, ni, por exceso, en órdagos de farol. O sea, en mentira. En ventajismo. Como el de esa ‘nueva normalidad’ que va anestesiando, dosis tras dosis, a una sociedad aletargada por la constante propaganda fake. Algo me recuerda a la gestión de los gobiernos en 2020, pero decido dejarlo pasar.
Y vuelvo a la senda del 21, con la esperanza de que sea realmente un guarismo mágico: como el de los gramos que algunos dicen que pesa el alma. O la suma de todos los puntos de las seis caras en un dado, símbolo icónico de suerte. O el número de órganos que tenemos en este cuerpo humano que queremos con salud. Y hasta el dígito con que se denomina a nuestro cromosoma más diminuto.
Me encuentro entonces con que, aun queriendo dar por buenas esas vibraciones, los fríos datos nos devuelven a la realidad. Y no: no quiero hablar del 20. Pero ya en el 21, comprobamos, atónitos, cómo el virus está alarmantemente desatado: en contagios, presión en camas hospitalarias, ingresos UCIS, tasa de positividad, incidencia acumulada, fallecimientos...
Con las primeras vacunas inyectándose, pero a mucho menor ritmo del prometido. Con los servicios privados realizando pruebas Covid a destajo estos días -y gracias-, mientras los centros de salud de Atención Primaria permanecían cerrados, en pleno tsunami pandémico. Y no se puede pedir más al personal sanitario, completamente desbordado, tras un durísimo año. Pero no se entiende por qué, con previsión diligente, no se han hecho contrataciones extraordinarias, ante una situación que lo es, crónica además de un escenario sobradamente anunciado.
Pues no: hemos dilapidado quien sabe cuántos millones de euros en hospitales fantasma. Y en tantos caprichos ideológicos, o entre ‘compadres’, para nada prioritarios en este crucial momento, que no voy a mencionar porque están -seguro- en la mente de muchos. Y no se sabe bien si los gobiernos han cerrado por vacaciones o por impericia, pero estos peligrosos días han estado, en la práctica, ausentes.
Pretendía hoy, cuando he empezado, no hablarles del año 20, ni de la Covid. He conseguido, aun con dificultad, lo primero. Pero intentar escribir sin que aflore ninguna conexión con los efectos de la crisis, es casi imposible: porque todo lo invade y contamina.
Aun así, vuelvo, para terminar, al objetivo inicial: confiar que el 2021 será positivo y encararlo así. Pero pidiendo, porque hace falta, gestión, agilidad y acierto en medidas definitivamente eficaces para preservar la salud.
Y, al tiempo, la economía, el comercio y el empleo, porque urge y no hay que olvidarse, ni un minuto más, de todo ello. Que es mucho y nos la jugamos. Y que no sea al ‘blackjack’. Que es, también, -¿lo saben ya, no?- un 21.