El CaosPrevio asomó sus garras entrando noviembre del 2020. Ese mes sería premonitorio para lo que tenía que llegar. Las calles vacías por el segundo confinamiento eran asaltadas tras el toque de queda por ciudadanos descontentos con la gestión de los gobiernos sobre la pandemia de la covid-19, con o sin razón. Las ciudades europeas se habían acostumbrado a amanecer como un escenario de guerra, tras una noche caótica de fuego y destrucción. Los hospitales estaban llenos, los comercios y restaurantes, cerrados o a punto de cerrar en todo el Territorio-Europa. Y la democracia parecía querer entrar en un escalofriante periodo de hibernación.
Laura se subió al dron biplaza, que iba vacío, y emprendió de nuevo rumbo hacia el sur. Su estancia en la ZonaZero-BRX había sido larga y provechosa. Sin peligro de contagio, pese a la nueva ola de la covid-70, estaba decidida a contrastar los datos encontrados entre las ruinas de LaVilla. El histórico edificio blanco y negro, construido en la segunda mitad del siglo XX en Bruselas, fue sede de agentes de la CIA en la capital europea bajo la tapadera de la compañía telefónica norteamericana ATT, que instaló allí sus oficinas.
Mientras el virus cubría de nuevo el suelo europeo como un manto de nieve, los Estados-nación acataron la Recomendación del gobierno de La Unión y comenzaron a habilitar las aplicaciones móviles de rastreo de contagiados e infecciosos. Era la única forma de llevar un control exhaustivo de la población que, en principio, debía haber sido voluntaria para proteger la libertad del ciudadano sobre su derecho a la intimidad y a la libertad de circulación.
La “inutilidad” de esta consideración “obsoleta”, heredada de los antiguos filósofos de la Ilustración, llevó a los Estados a imponer la obligatoriedad de la app de rastreo a toda la población. Primero, la hicieron obligatoria en el sector privado: las empresas, como condición para ir a trabajar; las universidades, para estudiar de forma presencial; los autobuses, trenes y aviones para desplazarse y viajar…
Los primeros en aplicar la interoperabilidad de app’s entre países fueron Alemania, Italia e Irlanda, que en noviembre del 20 ya tenían unas aplicaciones en funcionamiento que podían comunicarse con otra aplicación: Corona-Warn-App, Immuni y Covid Tracker, respectivamente. Otros países habían puesto en marcha el rastreo de contagios pero sólo era válido en territorio nacional: España, Radar Covid; Portugal, Stay Away COVID; Países Bajos, Corona Melder; Bélgica, Coronalert; Francia, StopCovid; Polonia, ProteGO Safe… Otros países de la Unión ni siquiera tenían previsto o preparado el programa, pese a la llegada de la nueva ola, como Suecia, Rumania, Luxemburgo y Bulgaria. De Grecia, receptora del mayor número de turistas durante el verano, no se tenían datos sobre la preparación de la app.
-Menos mal que viajo sola, David. Ya no aguanto a nadie a mi lado ni con mascarilla. Cortaré la comunicación en cuanto desaparezca el “modo avión”, para evitar el control. He estado cerca de cruzar al OtroLado. Pero he seguido el rastro de Alícia, la amiga de la Tieta, y me ha llevado hasta el inicio de las primeras app’s de rastreo de los contagios, antes de que nos inocularan el microchip… ¿David? No, no te oigo ni siquiera en 4D. Creo que hay interferencias. Te lo contaré en persona, cuando pase la cuarentena. Te esperaré aparcada en nuestra terraza…