VALÈNCIA. Podría decirse que el discurso del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, en este 9 d'Octubre fue bueno. Incluso redondo y breve, una característica esta última que no suele ser habitual en los altos cargos cuando se enfrentan a una ocasión especial como es el Día de la Comunitat Valenciana.
Ahora bien, que el texto fuera acertado y que el jefe del Consell luciera convencido en su ejecución, no significa que no pueda recibirse con escepticismo. Acordarse de La Vega Baja tras el temporal, tejer un discurso inclusivo a la búsqueda de fortalecer la igualdad y la diversidad en la Comunitat, o admitir la situación de parálisis estatal que afecta a los valencianos, fueron algunos de los puntos fuertes de la intervención de Puig.
No obstante, el problema de la gran frase del presidente, de su titular, radica en la decreciente credibilidad que empieza a tener el gobierno que lidera: "La paciencia (de los valencianos) tiene un límite", sentenció Puig, tras recordar que la Comunitat lleva "demasiado tiempo" un nuevo sistema de financiación y reivindicar el autogobierno.
Una locución potente con una idea afilada que, sin embargo, apunta a ser una sobreactuación folclórica asumible en una jornada festiva como es el 9 d'Octubre. De hecho, la oración ha salido en más de una ocasión -en términos muy similares- de la boca del síndic de Compromís, Fran Ferri, o de otros dirigentes de la coalición valencianista.
Entonces, ¿estamos ante un verdadero paso adelante de Puig y el PSPV para entrar en otro nivel de reivindicación? Difícil de creer. Camino de unas nuevas elecciones generales (las cuartas en cuatro años), el candidato socialista y presidente en funciones, Pedro Sánchez, sólo se comprometió a reformar el sistema de financiación "en los próximos cuatro años". Es decir, si un político en plena precampaña electoral donde 'se juega su vida' pronuncia un compromiso tan poco concreto es obligado dudar de semejante promesa. Pero en el auditorio se escucharon aplausos y ni una sola protesta.
Así pues, es lógico vacilar también ante una afirmación como la del presidente de la Generalitat este miércoles. El PSPV, al igual que el PP, es un partido con epicentro en Madrid y resulta muy complicado lograr que una necesidad autonómica pueda establecerse como una prioridad. A lo cual hay que sumar la propia cultura de partido que invita a seguir la disciplina marcada por la dirección federal. O lo que es lo mismo, en definitiva, si la paciencia se acaba, Puig deberá comprar más o lograr convencer a Sánchez de que actúe, pero que nadie espere una grande y hermosa rebelión.
Por si faltaban argumentos, la plataforma Per un finançament just -en la que participan sindicatos, organizaciones empresariales y otros colectivos además de varios partidos- lleva meses adormecida. Es decir, que lo que no consigue el Botànic tampoco parece que vaya a lograrlo la sociedad civil valenciana, uno de cuyos representantes, Salvador Navarro, recibía este miércoles la Distinción al Meríto Empresarial y Social otorgada por la Generalitat a la Confederación Empresarial Valenciana (CEV).
En este escenario, acertada estuvo la presidenta del PPCV, Isabel Bonig, al recordar a la salida del acto que Puig y Compromís parecían haberse quedado "sin voz" después de "tanto gritar" por la financiación cuando gobernaba Mariano Rajoy.
Tampoco el líder y candidato del PP, Pablo Casado, quiso quedarse atrás en una jornada en la que los brindis al sol estuvieron de oferta. Por supuesto, el presidente de los populares se comprometió a, si es presidente, reformar el sistema de financiación autonómica -Rajoy no lo hizo en sus siete años de mandato-, a respaldar el sector de la automoción, en especial a Ford, a impulsar el Corredor Mediterráneo y a luchar por los intereses de la agricultura valenciana.
Una promesas que, sin duda, dan en el blanco respecto a las necesidades valencianas pero que, a día de hoy, provienen del líder de unas siglas que tampoco pasan por el mejor momento de credibilidad en la Comunitat por los antecedentes recientes.