El cambio climático, la lucha feminista y el conflicto con Irán resuenan en 'Rey Lear'
VALÈNCIA. No es el abandono de ancianos en residencias la vigencia que Ricardo Iniesta destaca en la obra magna de Shakespeare El Rey Lear. La pieza sobre un vetusto soberano que decide dividir su reino entre sus tres hijas resuena en el fundador de la compañía Atalaya en el caos de dimensiones impredecibles provocado por la ceguera de ciertos dirigentes actuales.
Si en Hamlet prima la duda y en Otelo, los celos, en El Rey Lear lo que sobresale es la ofuscación. Su mítico protagonista comete el error de premiar a quienes no debe y desterrar a quien no se lo merecen. Y de esa equivocación surgen luchas fratricidas y un desorden social que provocan alteraciones en el cosmos, con tempestades y eclipses.
Los ecos de la trama en la actualidad se dejan sentir en los síntomas devastadores del cambio climático y en la tensión creciente en Oriente Medio.
“Con sus decisiones absurdas y de inteligencia dudosa, Jair Bolsonaro y Donald Trump provocan conflictos en sus sociedades que luego derivan en crisis e incluso guerras entre países, como la tensión creciente con Irán, para desembocar en desequilibrios en la naturaleza y en la aceleración en la extinción del ser humano”, asocia el director de escena, que del 17 al 19 de enero visita el Teatro Principal de València con su adaptación de la última tragedia escrita por el bardo inglés.
El ser humano puede haber cambiado su forma de desplazarse, moverse, vestir y comunicarse, pero no lo ha hecho en su esencia. Y la revisitación de Shakespeare prueba la universalidad de sus temas. En el audiovisual, hay ejemplos de productos que han revisado o se han inspirado en Lear, como Ran, de Akira Kurosawa, King Lear, de Jean-Luc Godard, o la cáustica serie que se ha alzado con el último Globo de Oro a la mejor serie dramática, Succession.
La versión de Atalaya es su segundo montaje de Shakespeare tras Ricardo III. En el argot de escalada y en propias palabras de Iniesta, la primera obra fue un ochomil, mientras que el texto que ahora abordan es el Everest: “Es su última tragedia y en ella resume toda su búsqueda: reúne todo el existencialismo de Hamlet, la crueldad de Titus Andronicus, la lucha por el poder de Ricardo III, y la oscuridad de Macbeth. Pero aporta un elemento nuevo, el humanismo. Parece escrito por José Luis Sampedro”.
El esfuerzo acometido por la compañía andaluza ha sido recompensado. El espectáculo ha sido el más galardonado en los premios de teatro andaluz con seis premios en total, entre ellos, a Mejor Espectáculo, Dirección e Interpretación. Así mismo, ha sido el que mayor número de nominaciones ha recibido en los Premios MAX 2019.
La propuesta de Atalaya es contundente, “una experiencia extrema de dolor, locura y destrucción expresada crudamente y sin reservas”.
Iniesta subraya la censura y la edulcoración de la que tradicionalmente ha sido objeto la obra: “Le han cambiado el final y le han quitado personajes muy molestos para los poderosos, como el bufón. Hasta que la humanidad no sufrió el horror de Auschwitz, no se ha podido encarar el texto sin asustarnos de lo que contiene, en toda su dureza y esplendor”.
La actriz Carmen Gallardo interpreta al monarca, y se suma así a otras intérpretes que en el pasado han dado vida al protagonista, como Núria Espert y Glenda Jackson. Pero la compañía triplica la apuesta feminista al darle el papel del bufón a Lidia Mauduit y el del sirviente Oswald a Elena Aliaga.
No es una iniciativa excepcional del Centro Internacional de Investigación Teatral. Cuando Atalaya se fundó hace 37 años, eligieron el color morado. Y desde siempre ha habido un compromiso con las actrices.
“En este caso necesitaba una actriz con una fragilidad extraordinaria, llevada al límite, como si fuera un hilo muy fino. En montajes interpretados por actores de la talla de Ian McKellen, Anthony Hopkins y Josep Maria Pou, siempre me ha sobrado testosterona en la parte final”, expone Ricardo Iniesta.
Las tablas españolas ya han constado de mujeres en la piel de referentes masculinos del teatro, como la citada Espert, Blanca Portillo en la piel de Hamlet y en la de Segismundo, en La vida es sueño, o la actriz valenciana María Sanz, que en este montaje de Lear da vida a la hija mediana Regan, y en el montaje de Atalaya de Así que pasen cinco años, de Lorca, a Caracuajo en Madre Coraje, de Bertolt Brecht.
“Los grandes personajes pueden hacerlos tanto mujeres como hombres”, defiende el director nacido en Úbeda.
Dos de los aspectos más destacados en el montaje están ligados entre sí: la escenografía, realizada a partir de 14 bancos alargados que los actores convierten en cunas, lechos y muros, y los coros que se utilizan como transición en la media docena de momentos en que el elenco mueve los bancos para configurar el espacio escénico.
La música elegida por el director ha sido seleccionada a partir de una pormenorizada investigación de las canciones populares del mundo. El objeto era darle una universalidad al conjunto, de modo que ninguna se canta en castellano ni en inglés, sino en idiomas como el bielorruso.
La única excepción es la inclusión del aria compuesta por Henry Purcell Whatpower art thou?, de la ópera El rey Arturo. El conmovedor tema se emplea para el punto final de una propuesta igualmente conmovedora.
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