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EL MURO / OPINIÓN

El día después

Mientras una parte del país se inundaba y muchas familias perdían sus pertenencias éramos testigos de un juego de intereses políticos. Dos Españas que no se parecen en nada, la de la solidaridad y la del egocentrismo. Tomen nota

22/09/2019 - 

Quien haya vivido o sufrido una inundación sabrá lo que significa esta experiencia dramática que puede llegar a cambiar en apenas unas horas la vida de una persona sin  esperarlo. Viví ese momento durante la pantanada de Tous, aunque no como víctima sino como voluntario de la Cruz Roja buscando personas desaparecidas o reclamadas por familiares y amigos en un momento en el que las líneas telefónicas estaban cortadas y no existía la tecnología actual. 

Esa experiencia, por llamarlo de alguna manera, cambió también mi forma de ver la vida con apenas 20 años porque descubrí el dolor que se vive y se sufre, el desconcierto, la impotencia y hasta la ruina que arruina toda una vida de esfuerzo.

Descubrí lo que es un pueblo arrasado e inservible, en silencio, y ese olor que se cuela y es complejo de explicar, pero que sólo puedo describir como olor a muerte, la misma de decenas de animales que antes de llegar al epicentro de la desgracia ibas sorteando por el camino bajo un cielo muy gris. Por eso entiendo lo que estarán sufriendo todos aquellos que se han visto azotados por estas últimas inundaciones de las que se tardará mucho en recuperar la normalidad y un día dejarán de estar presentes en las vidas o la imaginación de quienes, simplemente, fuimos testigos lejanos a través de los medios de comunicación actuales.

Lo bien cierto es que como sociedad deberíamos tomar nota de la reacción que a partir del día después han  ido tomando nuestros políticos e instituciones y otros agentes implicados, como seguros, para resarcir pérdidas y restablecer vidas. Tomar nota para confiar o desconfiar para siempre de ellos y alejarlos definitivamente de nuestra realidad a la primera que podamos. Esto es muy serio. No es un chaparrón. Hay en juego miles de personas y el fin de quimeras e ilusiones.

 

Tomar nota, decía, porque ahora sí que vamos a poder comprobar el verdadero nivel y capacidad de todos estos que viven de la cosa pública, nos dan lecciones a través de discursos, se suben el sueldo con alegría nada más llegar al cargo, contratan asesores sin freno frente o para tapar su mediocridad y más tarde, cuando hay que entrar al tajo, se quitan de en medio con discreción. Son muchos, ojo. Muchísimos. Hasta en plena crisis se van de fiesta, como en Murcia.

Durante estos días de discursos y declaraciones he escuchado a muchos cargos lamentar la desgracia con tristes palabras, pero no entrar al tajo o anunciar medidas drásticas urbanísticas y de infraestructuras para que esto no vuelva a suceder, como también a las confederaciones de nuestros ríos más afectados como si con ellos no fuera el asunto. Sin compromiso formal. Recuerdo la voz de un alcalde que simplemente decía: es que llueve mucho. Pues qué bien. El urbanismo depredador había construido viviendas en un barranco. Sin escrúpulos.

Pero lo más grave ha sido comprobar el tratamiento que algunos medios de comunicación -en este caso  Punt ha hecho un buen trabajo- que desde la distancia han abordado el antes, el durante y el después, alimentando el morbo de quienes lo han perdido todo con preguntas capciosas y mucha manipulación sentimental hasta derrumbarlos frente a las cámaras una vez más. Sólo por el espectáculo sin escrúpulos.

Con esos sentimientos no debería de jugarse. No todo vale. Una cosa es informar de unos hechos y otra alimentar el morbo de las desgracias ajenas. Y más aún desde la distancia, sin pisar el territorio, ni haber vivido jamás una experiencia de esta eterna soledad y dureza psicológica. 

 

Me temo que una vez haya pasado el temporal vendrá lo más duro. Todo aquello de lo que ya no nos enteraremos porque dejará de interesar, esto es, si las promesas de esos políticos que sólo piensan en decorarse sus despachos y esos gobiernos que, únicamente, piensan en mirarse el ombligo se cumplen, o si por el contrario, todo se diluye y se dilata en el tiempo de nunca acabar mientras las horas pasan y nosotros nos olvidamos de los afectados y su desgracia.

Por todo ello, el espectáculo que nuestro Congreso de los Diputados nos ha ofrecido casi en paralelo a las inundaciones de Valencia, Alicante, Murcia o Andalucía ha puesto de manifiesto para lo que sirven y los que nosotros como sociedad realmente les interesamos. Como si ellos fueran el centro de la galaxia y sólo interesasen sus propios intereses de partido o su egocentrismo y con una visita fugaz, unas promesas y unas fotografías se hubiera solucionado todo el compromiso.

Cuando una sociedad camina unida deja al lado el interés personal para ponerlo al servicio de la ciudadanía, que es al final la que paga sus nóminas, coches oficiales, asesores, despachos, prebendas, pluses y hasta vivienda, kilometraje y dietas.

Una vez más nos han dado un espectáculo lamentable, la imagen de un Gobierno y una oposición en su conjunto cuya parálisis ralentizará más si cabe la recuperación de esta parte de la sociedad que en muchos de los casos lo ha perdido todo y de la que pronto, por desgracia, no escucharemos hablar. Pero sí de ellos.

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