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los recuerdos no pueden esperar

El miedo es el mejor amigo del hombre

1/03/2020 - 

VALÈNCIA. En estos últimos días me acuerdo mucho de John Cale. Siempre llevo su música muy cerca, así que no necesito ninguna efeméride o excusa de actualidad para hacerlo. En cualquier caso, no está de más recordar que el próximo 9 de marzo cumplirá 78 años. Por eso, si hemos aprendido algo de lo que nos han enseñado los últimos tiempos, deberíamos que celebrar que sigue con nosotros y desear que lo haga durante mucho tiempo. Este tipo de cosas hay que decirlas y demostrarlas mientras el músico admirado aún respira, porque ser artista y morirse se está convirtiendo en algo demasiado rutinario. Para colmo, no parece que la fábrica de recambios siga funcionando a pleno rendimiento.

La obra de Cale es enorme en todos los sentidos. Abarca casi todos los géneros posibles y lo relaciona con decenas de artistas de todo tipo. Por su formación académica y sus raíces europeas, Cale siempre fue más allá del pop. Tiene canciones soberbias aunque ninguna de ellas ha tenido suerte en el terreno de lo comercial. Se puede decir, aunque suene a herejía, que como músico y compositor, es mucho más rico que su amigo, némesis y socio, el irreemplazable Lou Reed. Cale no tiene ningún ‘Walk On the Wild Side’, ningún ‘Perfect Day’ en su haber. Tampoco es el autor de las canciones más conocida de The Velvet Underground, el grupo que fundó con Reed en 1965. Sin embargo, cuenta con una serie de melodías -y no son pocas- apabullantes. Es también autor de discos imprescindibles que, al no gozar del consenso necesario en estos casos, son a su vez obras malditas. En las letras que lleva escribiendo desde hace medio siglo, Cale ha mentado a Graham Green y a Andrés Segovia, se ha inspirado en el personaje cinematográfico de Norma Desmond y en la Hedda Gabbler de Ibsen, le ha escrito un rock & roll al rey Macbeth y una balada al emperador Carlo Magno, le ha escrito una canción a Brian Wilson y ha hecho otra homenajeando su estilo, tiene una canción titulada Jack el destripador en el Moulin Rouge (o sea, tiene mucho humor negro Cale), ha mencionado a la reina Bodacia y al Capitán Garfio, al avaro Shylock y a Ezra Pound, le ha cantado a Picasso y, por supuesto, a su mentor, Andy Warhol.



En 1974, Cale sacó un álbum llamado Fear, que a su vez incluía una canción llamada El miedo es el mejor amigo del hombre. Miedo es precisamente lo que nos sobra ahora mismo en esta situación que a mí me recuerda a escenas que he escuchado, a modo de profecías, en sus letras. Otra de mis canciones favoritas de John Cale se titula ‘Sabotage’. Apareció publicada en 1980 en un disco en directo llamado también así: Sabotaje. Cale siempre se sintió atraido por los asuntos relacionados con la política y la economía a nivel mundial. Dichos intereses se, por decirlo de alguna manera, hincharon a medida que crecían sus hábitos de cocainómano. Durante los primeros años de la década de los ochenta, en las entrevistas Cale divagaba sobre complots políticos, económicos, militares, seguramente espoleado por el vértigo mental que produce la cocaína. Fui testigo de ello durante su primera visita a València. De repente necesitaba encontrar The Economist y The Wall Street Journal como fuese. Luego se encerraba a leer la prensa en su habitación y a continuación bajaba para decir que quería ir a ver la exposición de Alex Katz que había entonces en el IVAM. No recuerdo bien las conversaciones que mantuve con él durante la cena la noche antes del concierto pero recuerdo vagamente que escucharle era como si alguien estuviera descorriendo un tupido telón por el cual se filtraba una verdad incómoda y a veces aterradora. Hablo de 1992, nueve años antes del 11-S, cinco o seis años antes de que internet comenzara a abrirse camino en nuestra vida cotidiana. Cale siempre tuvo ese punto de genio enloquecido, atrapado entre la lucidez y el delirio, que es algo que a menudo, cuando se escuchan algunos de sus arrebatos musicales, queda un poco diluido.

En su día el tono apocalíptico de la canción ‘Sabotage’ me resultaba escalofriante. Mira toda esa gente corriendo por las calles para salvar sus vidas / ¿De qué huyen? ¿Hacia dónde se dirigen? / Bien, maldita sea, pregúntales, que yo también quiero saberlo. A mí también me gustaría saber de dónde viene esa necesidad de abrazar el pánico. De acuerdo, el miedo es el mejor amigo del hombre, pero quizá esto, más allá de la licencia poética, sea algo que deberíamos intentar combatir. Lee y destruye todo lo que leas en la prensa, clamaba Cale fuera de sí en aquella interpretación grabada una noche de junio de 1979 en el CBGB. Lee y destruye todo lo que les en los libros / Es una pérdida de tiempo / Es un desperdicio de energía / Es un desperdicio de papel / Y un desperdicio de tinta. Veo las noticias estos días y pienso que quizá Cale estaba más cuerdo que demente cuando escribió esto. La inteligencia militar no es lo que solía ser, continuaba la letra. ¿Y qué? La inteligencia humana tampoco es lo que solía ser. En el momento en el que escribió esto, Cale dejaba fluir toda su paranoia en un mundo aún dividido por el telón de acero y amenazado por la guerra nuclear. Hoy, la inteligencia humana ya no es lo que era, comparto esa opinión. El día que John Cale ya no esté aquí a mí y a unos cuantos más nos quedará un refugio menos hacia el cual dirigirnos en caso de alarma. Aunque nada, ni siquiera sobreabundancia de estupidez, podrá borrar ni esas palabras ni esas músicas que para mí son tan necesarias como el comer.

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