VALÈNCIA. Desafortunadamente lo de conmemorar determinadas causas en determinadas fechas parece que sirve de poco. La saturación en el calendario reivindicativo es tal que el impacto real de recordar efemérides es mínimo. Sí, hoy es el Día de los Derechos Humanos, pero tan loable causa corre el riesgo de pasar desapercibida entre, ojo, el Día Mundial de la Informática, que fue ayer, o el Día de las Montañas, que es mañana. Acomodarse un hueco en la agenda no es fácil y atraer la atención mediática para invitar a la reflexión, tampoco. Pero no detenernos por un momento a recordar que hoy se celebra que el 10 de diciembre de 1948 se firmó la Declaración Universal de Derechos Humanos sería un imperdonable acto de desconsideración a quienes luchan por ellos.
Repensar esos derechos vulnerados continuamente en España debería ser un ejercicio cotidiano de responsabilidad. No solo hoy. Siempre. Cada mes. Cada día. No es un consejo, ni un deseo utópico ni una moralina, es lo que Naciones Unidas comunicó a España en abril de este mismo año a través del Examen Periódico Universal (EPU), en el que recogía más de 80 recomendaciones a nuestro país sobre la necesidad de adoptar medidas para combatir el racismo, la xenofobia y toda forma de intolerancia. Una llamada a la acción.
Rita Bosaho es una de esas personas que hace tiempo escuchó esa llamada y que encabeza hoy en día en España la lucha contra el racismo y por la defensa de los Derechos Humanos. Ahora lo hace desde un despacho en el Ministerio de Igualdad, como persona de confianza de la ministra Irene Montero, pero durante décadas lo ha hecho desde todas las posiciones que ha ocupado. Lo ha hecho igual en la calle que en el Congreso de los Diputados, encontrando siempre ese delicado y mesurado equilibrio entre la rebeldía y el talante conciliador.
Esta afroespañola fue cabeza de lista de Podemos por Alicante en 2015 e hizo historia al convertirse en la primera diputada negra en España. Hoy, solo cinco años después de su irrupción en la escena política, ya forma parte del Gobierno ejerciendo como Directora General de Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial. Un complejo título para una labor no menos compleja, la búsqueda de la igualdad, especialmente en tiempos de coronavirus. “En cuanto comenzó la pandemia, el Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica elaboró una recomendación para evitar actitudes y discursos discriminatorios en el contexto de crisis sanitaria, social y económica. Mostramos nuestra preocupación ante el incremento de los incidentes de discriminación, rechazo y odio que se estaban produciendo en especial contra el pueblo gitano y la comunidad asiática”.
Lo confirma Bosaho: el racismo se disparó cuando llegó la pandemia. Son muchas las voces que sustentan esta tesis, no una ni dos, y todas plenamente autorizadas. Lo dice Human Rights Watch, que ya ha insistido en que los gobiernos deberían “tomar medidas urgentes para prevenir la violencia y la discriminación racistas y xenófobas vinculadas a la covid-19”. En la misma línea, Antonio Guterres, Secretario General de Naciones Unidas, afirmó en mayo que el coronavirus “ha desatado una oleada de odio y xenofobia, buscando chivos expiatorios y fomentando el miedo”. Y en España, asegura Bosaho, “pudimos comprobar el enorme señalamiento al que fueron sometidas las personas de la comunidad asiática. Una comunidad que no suele aparecer entre los grupos que son principales víctimas de discriminación racial”.
La tendencia antes de la pandemia ya era alarmante. El año pasado los delitos de odio por motivaciones racistas fueron los que más aumentaron en España (un 21%), tal y como publicó en su informe anual el Ministerio del Interior. Es la prueba, constata Bosaho, de que durante la covid “no se producen nuevas dinámicas racistas, sino que se recrudecen las que ya existían”. Este virus del racismo y la xenofobia ya estaba latente en nuestro organismo social, ya circulaba por las venas de nuestras estructuras políticas y administrativas, lo que ha hecho la pandemia es que aflore con más virulencia. Otro ejemplo: “A principios de marzo, se produjo una agresión racista en Madrid. Un ciudadano estadounidense de ascendencia china fue ingresado inconsciente en el Hospital 12 de Octubre. El hombre escuchó un comentario racista relacionado con el coronavirus, se giró para contestar y lo siguiente que recuerda es despertarse en el hospital. Estuvo dos días inconsciente”.
Misma situación para el pueblo gitano, señalado y estigmatizado (una vez más) desde el principio de esta crisis sanitaria. “Se está profundizando en las desigualdades estructurales que ya sufría el pueblo gitano”. Unas desigualdades que confirma Rita Bosaho con números demoledores: “El 92% de la población gitana se encuentra en situación de pobreza, el 46% en extrema pobreza, y la tasa de paro se sitúa en el 52% (tres veces más que la población general), según un estudio de la Fundación Secretariado Gitano”. Estas son las cifras que retratan la realidad de un pueblo sobre el que hoy en día hay quien sigue haciendo chistes. “Nos preocupa el tratamiento mediático racista, antigitano y xenófobo que se ha producido. Algunos medios de comunicación relacionaban las noticias sobre el origen de la propagación de la enfermedad o supuestos incumplimientos de la cuarentena con el origen étnico, racial o nacional de las personas implicadas”.
Esta agudización del racismo y esta normalización del odio que se está produciendo durante la pandemia ha quedado fielmente reflejada también en el informe “Racismo y xenofobia durante el estado de alarma en España”, elaborado por la ONG Rights International Spain en colaboración con el Equipo de Implementación del Decenio Internacional para los Afrodescendientes en España. Un documento en el que se recogen más de 70 incidentes y prácticas racistas institucionales, entre los que se incluyen identificaciones policiales motivadas únicamente por perfil racial, hostigamiento, ataques racistas, discursos de odio y la explotación laboral de las personas afrodescendientes y otros grupos étnico raciales.
Volvemos a lo mismo: ya antes de la pandemia un inmigrante tenía más probabilidades de ser parado en la vía pública por la Policía que alguien nacido aquí. Un estudio de la Universitat de València en colaboración con la de Oxford probó que no ser blanco multiplica hasta por diez las posibilidades de una identificación policial. Diez. Han leído bien. Pues durante el estado de alarma, aún peor. Cuando se restringieron los movimientos para toda la población, los privilegios blancos salieron a relucir aún con más brillo. La organización SOS Racismo Madrid indicó que solo entre el 15 de marzo y el 7 de abril, la Policía Nacional realizó en la capital al menos 13 identificaciones por perfil racial, es decir, sin ningún indicio de delito, a cuatro jóvenes marroquíes y ocho hombres afrodescendientes que se dirigían todos ellos a realizar compras básicas.
Por tanto, frente a esa afirmación cándida e ingenua de que el virus no entiende de razas, Rita Bosaho lo tiene claro: “Aclarar esto es sumamente importante porque, aunque la enfermedad no haga distinción de ningún tipo, es fundamental entender que hay una serie de factores sociales que provocan que unos grupos se encuentren en una situación de mayor vulnerabilidad en esta pandemia”.
A la Directora General le sobran argumentos: “La falta de acceso a la salud pública, la violencia policial e institucional, la desconfianza en las instituciones tras siglos de racismo y de violencia de multinacionales extractivistas, el menor acceso a prestaciones sociales, la sobre-representación en los trabajos esenciales de primera línea de respuesta ante la covid-19, las brechas educativas, de ingreso y de acceso a la riqueza, las condiciones de hacinamiento en las viviendas y las condiciones de insalubridad en los barrios, son solo algunos de los factores que explican que estos grupos se encuentren en mayor riesgo ante la pandemia”.
Para combatir toda esta desigualdad decidió entrar en política Rita Bosaho. “Mi motivación a participar en Podemos fue alimentada en la etapa de movilizaciones y de contestación a las políticas del bipartidismo durante el 15M”. Aunque nacida en Malabo, Guinea Ecuatorial, ha pasado la mayor parte de su vida en Alicante, donde se licenció en Historia y donde trabajó durante más de 20 años en la sanidad pública, en el Hospital General Universitario de Alicante.
En la Comunidad Valenciana estuvo siempre vinculada a distintas causas y proyectos sociales. Hoy, a sus 55 años, se enfrenta en Madrid al áspero debate político y a la vehemencia de sus adversarios: “La extrema derecha y la derecha, en vez de aunar esfuerzos para proteger la vida de todas las personas, han buscado constantemente un chivo expiatorio en el señalamiento de las personas migrantes y racializadas. Tanto la derecha como la extrema derecha han decidido encontrarse en el mismo lugar: en el racismo y la xenofobia, pero por distintos motivos. Por una parte, la extrema derecha busca enfrentar a los de abajo, a las capas más vulnerabilizadas de nuestra sociedad, para ocultar que las políticas que defienden protegen los intereses de los de siempre, la parte más rica de nuestra sociedad. En el caso del PP es una forma de desviar la atención para no debatir sobre las políticas de privatización de lo público y de recortes que han provocado que tengamos muchas más dificultades para hacer frente a esta crisis”.
También se producen desencuentros dentro de la propia coalición de Gobierno, como cuando su partido, Unidas Podemos, presentó una propuesta para nacionalizar a todas las personas migrantes que vivieran en suelo español. La iniciativa cuenta con el respaldo de otras formaciones políticas, pero no del PSOE, su socio en el Gobierno. “Esta propuesta iba encaminada a ampliar nuestra idea de justicia social, intentando llevar a cabo aquello de no dejar a nadie atrás”. Niega, en cambio, discrepancias en la gestión de la situación de los migrantes en Canarias. “No hay divisiones en el Gobierno sobre este tema, aunque entendemos que hay distintas maneras de mirarlo. Nos toca cumplir con el Pacto de Gobierno que ambos partidos firmamos. Allí dice que tenemos que impulsar una política migratoria que promueva vías legales y seguras, que respete los derechos humanos y garantice las libertades y principios que defiende la Unión Europa. Ha sido importante la respuesta de la Vicepresidencia de Derechos Sociales y Agenda 2030 de destinar 10 millones de euros para la atención de niños y niñas que se han visto obligados a migrar”.
Escuchar a Rita Bosaho es prender la mecha. Es encender conciencias y activar el cambio. Escuchar a Rita Bosaho sirve, entre otras cosas, para que el 10 de diciembre no sea un día más en el calendario. Sirve para que el Día de los Derechos Humanos adquiera la dimensión que merece, con su dignidad y su lucha. Su discurso ayuda a que este día, con toda su carga simbólica, no sea engullido por la frenética actualidad, sino que sea efectivamente un día para la reflexión y la autocrítica. “Creo que muchas de las organizaciones y personas que luchan por la defensa de los derechos humanos no ven este día como una celebración sin más, sino como una oportunidad para reflexionar sobre la situación actual, para compartir los pequeños logros y aunar fuerzas. Vale la pena celebrar este día de manera reivindicativa, pero también a modo de reconocimiento a todas las personas que luchan por un mundo mejor para todos y todas”.