VALÈNCIA. Llega la temporada de calor y, con ella, el aumento del riesgo de incendios forestales. No es un secreto para nadie que, en los últimos tiempos, se ha multiplicado la virulencia con la que las llamas arrasan las zonas boscosas. Uno de los principales motivos es la práctica desaparición de los campos de cultivo, tradicionalmente considerados cortafuegos naturales. El otro, mucho más genérico, es el devastador impacto del cambio climático. Sea como sea, el caso es que estas dos circunstancias combinadas han llevado a la destrucción de 77.000 hectáreas de bosque valenciano, y eso tan solo en una década.
Los grandes incendios tan solo representan el 0,5% de los fuegos, pero son los responsables del 87% del terreno quemado
Entre 2006 y 2015 se registraron 19 grandes incendios en toda la Comunitat, casi el doble que en el mismo periodo inmediatamente anterior. Esta cifra tan solo representa el 0,5% del total de fuegos documentos en el territorio y, sin embargo, son los responsables del 87% de la superficie quemada. ¿Qué quiere decir esto? Que los incendios, en su inmensa mayoría, se consiguen controlar a tiempo y no tienen consecuencias reseñables. Sin embargo, aquellos pocos que por algún motivo se escapan al control, provocan resultados realmente devastadores: kilómetros y kilómetros de naturaleza perdida, esfuerzos ingentes durante los intentos de control y, por supuesto, daños materiales e incluso a veces personales.
Los motivos que pueden llevar a un incendio a descontrolarse no son muchos, pero sí totalmente indomables: el más importante de ellos, la meteorología. Si se dan las condiciones idóneas para alentar las llamas, no hay servicio de emergencia que pueda hacer nada al respecto. Tan solo esperar, hasta que las condiciones cambien y se pueda pasar de la defensa al ataque. En el periodo que transcurre entre una cosa y la otra, el fuego arrasa sin remedio todo lo que encuentra a su paso, desde bosque virgen hasta asentamientos humanos.
Los grandes incendios suceden, ya sea por acción natural o provocada. El nuevo contexto natural y climático en el que nos movemos multiplica, año tras año, las posibilidades de que el fuego devore centenares de hectáreas de bosque. Por ello, es importante estar alerta y, sobre todo, aprender a protegerse de ellos. De esto sabe mucho la startup valenciana Medi XXI, pionera en la elaboración de soluciones contra el fuego y encargada de proyectos tan reconocidos como el Guardian de Riba-Roja y Paterna, financiado con fondos europeos.
Su director, Ferran Dalmau, es muy directo a la hora de equiparar responsabilidades: ante la declaración de un fuego incontrolable, una parte de la culpa recae indudablemente sobre las administraciones, sí, pero los particulares tampoco están exentos de pecado. "Cuando se quema un bosque, lo primero que escuchamos es que la culpa es del alcalde o de la Generalitat", relata. "Pero pocas veces nos paramos a pensar qué podríamos haber hecho como ciudadanos para evitarlo". Y es que, el encargado de la startup considera un error la dejadez con la que muchos propietarios en terrenos rurales tratan sus jardines y zonas verdes: "Se piensan que con pagar los impuestos ya está todo hecho, y que si pasa algo ya le reclamarán a alguien. Pero al final del día, la casa que se ha quemado es la suya", sentencia.
Ante estas duras declaraciones, cabe preguntarse: ¿Qué es lo que podríamos hacer como particulares para evitar el desastre del fuego? ¿Cómo cuidar nuestro propio entorno para protegerlo de las llamas? Esta tarea, que a simple vista podría parecer demasiado compleja es, en realidad, sorprendentemente sencilla: tan solo hace falta arreglar bien el jardín.
"El papel del jardín es fundamental porque son la primera línea de defensa contra incendios que tenemos las personas", comienza Dalmau. "La desordenación del territorio juega un papel fundamental durante la expansión del fuego. Si te cae una simple pavesa en el jardín y este está completamente destartalado, te puede quemar toda la casa", explica. De este modo, es muy fácil llegar a la primera conclusión: cuida de tu jardín y tu jardín cuidará de ti.
Ahora bien, ¿cómo se hace esto? Realmente, tan solo hay dos ingredientes fundamentales: la colocación de la vegetación y la elección de las especies. "Poner un ciprés al lado de la ventana es tal vez la peor idea que puedes tener", relata el cabeza de Medi XXI. Y es que, la fijación generalizada por las plantas de poco o ningún cuidado provoca, en la inmensa mayoría de las ocasiones, elecciones fatídicas: especies que arden con demasiada facilidad. Por ello, un primer paso imprescindible sería pensar bien qué árbol o arbusto escoger.
La correcta colocación de la vegetación, junto con una elección adecuada de las especies, puede salvar el jardín de las llamas
A este proceso se le conoce como xenojardinería, y su fin es optar por las plantas que contienen un alto índice de agua. De este modo, el fuego tarda mucho más tiempo en consumirlas y puede que incluso llegue a extinguirse en el intento: "Por ejemplo, las moreras son muy buena opción porque son muy húmedas. Los cactus también tardan mucho en arder", detalla Ferran Dalmau, quien actualmente está trabajando en una guía de especies fire-friendly. "La vegetación actúa como un retardante de la llama. Cada caloría que gasta en evaporar el agua de la planta, no la invierte en hacer daño".
El segundo capítulo de la jardinería responsable tiene que ver con la colocación de la propia vegetación: "Entre las copas de los árboles debe de haber entre tres y cinco metros de distancia", señala Dalmau al respecto. "En el caso de los arbustos, lo mismo". De este modo, es menos probable que las llamas puedan contagiarse sin control. Y es que, en el apartado de la distribución, incluso los detalles más pequeños importan. Tanto que incluso pueden significar la diferencia entre la seguridad y el siniestro: "Algo tan simple como la colocación de una columna de ladrillos en medio de un muro de seto puede cambiarlo todo. Si se quema una parte, las llamas pararán tan pronto como lleguen a la piedra y no correrán libremente por toda la estructura", explica.
"Obviamente", continúa, "plantar pinos al lado del paellero, tener leña al lado de la fachada o colocar un árbol prácticamente encima de una ventana tampoco es muy aconsejable. Son cosas que parecen muy simples, pero a la hora de la verdad las ves en todas partes", lamenta. Y por supuesto, tampoco se puede perder de vista el mantenimiento frecuente de la vegetación. Quien quiera un jardín exuberante se encontrará con la obligación de cuidarlo: "es importante mantener las podas al día, y hacer riegos preventivos asiduamente", concluye.
Pero Medi XXI no solo se dedica al diseño de jardines, sino que también desarrolla tecnologías para eludir las llamas dentro de las propiedades privadas. Uno de sus avances más recientes es el chasis de autoprotección: "Consiste en colocar un sistema de presión alrededor de toda la fachada", expone el desarrollador de la idea. "Con una bomba, coges agua de tu propia piscina y generas un sistema de lluvia artificial que incluso puedes activar con el teléfono si estás fuera", matiza. También en el apartado de tecnología, aunque a un nivel mucho más básico, Dalmau recomienda las bombas que no estén conectadas a la red eléctrica principal: "Es una inversión muy pequeña y te evita tener que apagar el fuego a pozales. Si puedes coger agua de tu piscina y manejarla con la presión y caudal adecuados, te evitarás muchos problemas", alude al respecto.
"Al final, proteger los jardines es una cosa tan simple que cuesta comprender por qué nadie lo hace", sentencia Dalmau. "Yo creo que tienen mucho que ver con la concienciación y, sobre todo, con la falta de percepción de peligro. Nadie cree que pueda ser víctima del fuego pero, a la hora de la verdad, en Europa ha muerto más gente por incendios que por terrorismo. Y a la vista está que no se dedican los mismos recursos a una cosa que a la otra", concluye.
Si un vecino cuida de su jardín, está cuidando de su casa. Si todos los vecinos cuidan de su casa, están cuidando de la urbanización entera. Esta es la conclusión más básica a la que se puede llegar después de recapacitar sobre los beneficios de proteger el entorno: "El incendio corre más rápido por las calles de las urbanizaciones que por el monte, porque los pasadizos son más pequeños y hay más corriente. Esto quiere decir que una urbanización mal cuidada puede suponer un acelerador el incendio", expone Dalmau.
"Nos hemos encontrado muchas veces con que un fuego atraviesa una urbanización entera saltando tan solo de seto en seto", explica. "Y eso es lo peor que puede pasar, porque los bomberos malgastan aquí mucho tiempo y muchos recursos que en realidad deberían estar destinando a la extinción forestal. Se nos quema más monte del que se nos debería quemar por proteger a las personas", apuntilla. "Nadie quiere que se le queme el monte, así que la solución es muy sencilla: haz de tu jardín un espacio seguro".
Uno de los casos de éxito más destacados es el de la urbanización Santa María de Carcaixent. En el año 2016, consiguieron salvarse de un incendio que llegó hasta las mismísimas puertas de su casa gracias a un cortafuegos verde que habían financiado entre todos: "Pagaron 700 euros cada uno y eso no solo salvó sus viviendas sino que además frenó el incendio", matiza Dalmau. "Este es un gran ejemplo de cómo la responsabilidad colectiva al final acaba ahorrando muchos problemas". Y concluye: "La Administración tiene muchas obligaciones, pero los dueños de terrenos también deben adoptar una serie de compromisos. No es legítimo atribuir responsabilidades solamente a uno".