MADRID (EFE). El sector agroalimentario se convirtió en el salvavidas de las exportaciones españolas en 2020 gracias fundamentalmente a China y su demanda de carne, un epílogo con el que cierra una década en la que duplicó sus ventas al exterior.
En un ejercicio marcado por la pandemia, el sector volvió a demostrar su carácter resiliente y aumentó en más de un 5 % sus ventas al extranjero, hasta superar los 55.000 millones de euros.
El dato cobra relevancia al ser comparado con la evolución general del comercio exterior español, que se desplomó un 10 %, hasta los 261.000 millones.
De esta forma, la actividad internacional de las empresas agroalimentarias salvó los muebles en un año especialmente difícil, ya que el resto de los subsectores vio cómo sus exportaciones caían.
El peso relativo del sector en el comercio exterior, como consecuencia, aumentó hasta superar el 20 %, cuando hace diez años representaba el 15 %.
Las cifras oficiales de la última década reflejan que las ventas internacionales de productos agroalimentarios se han duplicado (en 2010 rondaban los 28.000 millones de euros) y crecieron por tanto a un ritmo muy superior a la media, ya que las exportaciones españolas en general aumentaron un 40 % en ese mismo período.
"El sector tiene un superávit en su balanza externa -es decir, que las exportaciones superan a las importaciones- y es uno de los pilares de la balanza española", recalca en declaraciones a Efe el director adjunto del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), Joaquín Maudos.
El catedrático incide en que en un panorama "triste" como el del pasado año, las empresas agroalimentarias fueron "la excepción", y apunta que en el ámbito comunitario sólo en Países Bajos este sector cuenta con un superávit comercial mayor que el de España.
Maudos subraya la "competitividad" de las compañías agroalimentarias nacionales, "muy superior a la media europea", y cita un estudio realizado para el Observatorio Cajamar en el que se observa cómo incluso en tiempos de covid el número de firmas exportadoras se incrementó, mientras que a nivel general en España bajaron un 6 %.
De esos más de 55.000 millones de euros que exportó el sector el pasado año, casi dos terceras partes (34.000 millones) correspondieron a la industria alimentaria y de bebidas, que en apenas una década ha incrementado en un 110 % sus ingresos procedentes del exterior.
A pesar de tratarse de una actividad industrial protagonizada por pymes, su apuesta por la internacionalización ha dado frutos.
"Somos una potencia exportadora, es la gran fortaleza de este sector", resaltaba esta misma semana el director general de la patronal de la industria alimentaria (FIAB), Mauricio García de Quevedo, durante la presentación de su informe económico anual.
El responsable patronal ahondó en cómo los fabricantes han logrado reducir progresivamente la dependencia de la UE abriendo nuevos mercados y ya augura un 2021 positivo gracias a la suspensión (de momento temporal) de los aranceles por parte de EE.UU.
Sin embargo, en 2020 las ventas al exterior de la industria alimentaria habrían bajado un leve 0,9 % de no haber sido por China y sus masivas compras de carne, sobre todo de porcino.
Detrás de este fenómeno se esconden dos factores: la peste porcina que arrasó la cabaña ganadera del país asiático -un problema que arrastra desde hace años- y un brote de esta misma enfermedad en Alemania que llevó a los chinos a mirar a otro lado para abastecerse.
La creciente relevancia de Pekín ha sido tal que en apenas un lustro ha pasado de ser el octavo destino de las exportaciones de la industria alimentaria española a ocupar la segunda posición, con compras por valor de 3.725 millones y ya sólo por detrás de Francia.
"Ha sido brutal", reconoce el director general de Cárnicas Tello, Alfonso Alcázar, una de las compañías que tiene a China en su radar desde hace años; sólo en 2020 aumentaron sus ventas a este mercado en un 25 %.
"España ya es el primer exportador europeo de carne a China", destaca el ejecutivo, quien insiste en el reto que ha supuesto dar respuesta a las necesidades de Pekín pese a las dificultades añadidas por el coronavirus.
Recuerda, en este sentido, que las autoridades chinas exigen homologar primero las instalaciones de cada empresa antes de autorizar cualquier compra. El trabajo realizado en los últimos años, durante los que múltiples compañías y salas de despiece españolas han solicitado los certificados correspondientes, ha sido clave.
Pero no hay que "echar las campanas al vuelo", según Alcázar: "Este aumento de la demanda de carne por parte de China es algo coyuntural -en alusión a la peste porcina-. No podemos basar todo nuestro plan de negocio en estas cifras", advierte.