VALÈNCIA. Durante un tiempo parecía el mundo al revés. Empresas de las que se sabía que no eran rentables resultaban ser las más atractivas al capital privado y aunque en España éste no siempre es sinónimo de capital riesgo, también tenemos casos de compañías que gastan bastante más de lo que ingresan. Cierto que hay sectores y modelos de negocio que requieren de un capital más intensivo que otros, pero no siempre es ésta la línea divisoria que separa a las startups que acuden a rondas de financiación continuadas y las que no.
“Hay cosas que no es que me molesten, es que no las llego a entender. Son esas empresas que están sobrefinanciadas, con modelos poco probados y siempre pendientes de la siguiente ronda de financiación en lugar de estar buscando clientes. Tampoco me parece motivo de celebración decir que una startup ha levantado 2 o más millones de euros, es como meterse en una hipoteca grande. Yo en esto soy bastante conservador”. Las declaraciones corresponden a Juan Pablo Tejela, CEO de Metricool, pero, como él, cada vez son más los inversores y emprendedores que abogan por la responsabilidad financiera y, salvo en casos puntuales, entienden que, antes de empezar a quemar dinero, hay que buscar la rentabilidad.
De esta filosofía son, por ejemplo, los fundadores de Enso Spaces, una empresa que ofrece espacios ecofriendly de coliving, coworking y coplay. “Nosotros no nos hemos planteado pedir dinero hasta comprobar que la idea tiene encaje en el mercado y no haber conseguido un ROI del 200%”, declara Clara Sterling, cofundadora. Ahora que ya disponen de métricas de facturación, se proponen ir a una ronda seed de 450.000 euros para abrir nuevos mercados, más allá de su Barcelona natal.
Menos riesgos asumieron aún en Yo pongo el hielo, una licorería online que aspiraba a cerrar el ejercicio 2020 con una facturación de 10 millones de euros. “Nosotros arrancamos la empresa con 12.000 euros, a razón de 3.000 euros cada uno de los socios fundadores. Ese fue todo el capital, nada de bancos ni de inversores externos. Vale que tendríamos que trabajar y dedicar mucho tiempo al proyecto, pero en ese momento ninguno teníamos intención de hipotecar el resto de nuestras vidas por algo que tanto podría progresar como salir mal”, cuenta Yago González, uno de los fundadores. El hecho de que esta startup haya logrado multiplicar por siete las cifras del negocio en pocos años se debe, primero, a las ventas y, segundo, a entrada posterior en el canal mayorista de distribución aliándose con una serie de socios ya establecido. Una prueba de que hay otras formas alternativas de crecer sin pedir dinero.
Otra estrategia distinta es la que aplicaron en Apodemia para poder crecer. La nueva marca de joyería fue fundada por Jimena Von Knobloch, directora creativa, y Jaime Landeta, CEO, con los 3.000 euros necesarios para constituir la sociedad y 10.000 euros que les prestaron sus padres. Aunque ahora cuentan ya con 16 tiendas propias -también presentes en Valencia- la forma de financiarse en sus orígenes fue asistiendo a ferias al objeto de “vender nuestro producto para otras tiendas del mundo. Gracias a ello conseguíamos financiarnos con el 50% del pago de los pedidos por adelantado y podíamos seguir con la producción. Lo que ganábamos lo invertíamos al 100% en seguir creciendo y devolver el préstamo. Por lo que al principio todo se destinó a acudir a ferias, producir y enviar el producto y poner en marcha una pequeña web en la que enseñar y vender el producto”, cuentan los protagonistas.
Más espectacular parece el caso de La Casa de las Carcasas cuyo fundador y CEO, Ismael Villalobos, asegura haber montado un imperio que hoy supera las 135 tiendas en toda España arrancando con 3.000 euros. “Hice como pude una web bastante básica y, con el dinero que había ahorrado trabajando como socorrista y monitor deportivo, monté el ecommerce para vender carcasas y accesorios de telefonía móvil. El acierto, en aquellos años, fue empezar a vender a través de Amazon cuando todavía lo hacían muy pocos y la compañía de Bezos se encontraba inmersa en una campaña de publicidad brutal”, recuerda Villalobos sus comienzos.
Ejemplos de éxito como los referidos hacen que sean cada vez más los emprendedores que, si no descartan el venture capital, sí lo postergan el mayor tiempo posible. Ventajas hay muchas, desde mantener el control absoluto de la compañía sin tener que rendir cuentas a los inversores, hasta concentrarse plenamente en el negocio. También es habitual que estas empresas que vieron en los clientes su principal fuente de financiación inicial, tengan luego más facilidades para ganarse las simpatías de business angels o el capital riesgo cuando de verdad haga falta.
Con una inversión total de 100.000 euros, repartidos al 50% entre recursos propios y un préstamo participativo de Enisa a devolver, Metricool ha procurado la financiación interna desde su origen, abril de 2016, poniéndose en break even casi desde el principio. A día de hoy, se les puede considerar maestros del bootstrapping después de disfrutar ya de un ARR (ingresos recurrentes anuales) de un millón de euros. Pero lo mismo que es motivo de orgullo para Tejela, le sirve de argumento para expresar una queja. “Como nosotros siempre cerramos en positivo, al final de año nos toca pagar un Impuesto de Sociedades elevado, incluido lo que no nos ha dado tiempo a gastar antes de diciembre, algo que no sucede con las empresas que dan pérdidas a finales de año. Luego están las grandes empresas que, aunque cierren en positivo, se pueden acoger a un montón de deducciones. Los que estamos en medio, nos movemos en el peor escenario. Creo que debería haber algún incentivo o ayuda para las empresas que crean empleo y que reinvierten las ganancias”, concluye.