VALÈNCIA. Steve tiene 13 años, vive en Los Angeles con su madre soltera y un hermano mayor que descarga su frustración sobre él con continuas palizas. Son los años 90, la época de eclosión del grunge y también del hip hop en relación con la cultura callejera y el arte urbano. Steve se encuentra justo en ese momento en el que se pasa de dormir con sábanas de las Tortugas Ninja a fumar el primer cigarro. Ese momento el que todavía eres pequeño, pero quieres ser mayor.
En ese estado de transición se sitúa la primera película tras la cámara del actor Jonah Hill, que después de alcanzar la fama con Supersalidos (2007), de convertirse en uno de los rostros más reconocibles de la nueva comedia americana, de escribir películas como Infiltrados en clase, La fiesta de las salchichas y de trabajar a las órdenes de directores como Martin Scorsese en El lobo de Wall Street, ha conseguido debutar con una película que captura todo el espíritu de una época al mismo tiempo que se convierte en un reflejo de las ansiedades preadolescentes de la era pre-Internet.
Las primeras imágenes de En los 90 ya suponen toda una declaración de intenciones. El pequeño protagonista entra en el espacio sagrado y prohibido de la habitación de su hermano y examina sus casetes, sus revistas de música, sus cómics, mientras apunta los nombres de canciones en una libreta y suena el Wave of Mutilation de los Pixies.
En uno de sus vagabundeos sin rumbo fijo entra en una tienda de skate y su fauna atraerá su atención. Allí conocerá a Ruben, Ray, Fuckshit y Fourth Grade y comenzará a integrarse en sus dinámicas, introduciéndose en una etapa de rebeldía, furia teen y exclusión de todo lo que no sea ese microcosmos que se convierte en su familia adoptiva.
El director ha subrayado que no se trata de una película autobiográfica, pero que en ella ha vertido muchas experiencias que marcaron su adolescencia en un ambiente tan efervescente como en el fondo marginal y en el que cada joven buscaba desesperadamente “molar”, integrarse dentro de una pandilla y ser “el guay del grupo”, aunque para eso tuvieran que ser “malotes” y beber, drogarse y tratar mal a las chicas.
Hill radiografía ese entorno sin juzgarlo, pero poniendo al mismo tiempo su mirada inquisitiva en muchas de sus actitudes tóxicas, homófobas, misóginas y racistas, cuestionando ese modelo de amistad masculina. “Dar las gracias es de gays”, “¿Los negros os quemáis con el sol?”, frases que se unen en su día a día a un concepto de camada heterosexual que ejerce el desprecio sobre las mujeres.
En los 90 es una película de iniciación que se aleja del prototipo de la última hornada generacional millennial. El director echa la vista atrás y se empapa del estilo de la época, rueda en 16 mm y en pantalla cuadrada, y adopta una mirada documental en la que prima el intento de radiografiar un ambiente y un determinado estado de ánimo, o de desánimo, más bien, que se nutre del desarraigo, de la falta de expectativas y la sensación de vacío frente a un mundo, el de los adultos, al que los protagonistas se niegan a pertenecer. “Esforzarse es una chorrada”, dice uno de ellos sintetizando la abulia existencial en la que se encuentran sumidos en ese espacio de tiempo en el que falta poco para que comiencen a cristalizarse las primeras decepciones en su choque con el establishment y la realidad laboral.
Jonah Hill homenajea toda una época, el cine de Larry Clark, de Harmony Korine, de Gus Van Sant y su Paranoid Park, y toda esa ola de nihilismo que caracterizó aquellos años de inconformismo contracultural.
Pero al mismo tiempo, la película de Hill está plagada de una enorme sensibilidad y delicadeza a la hora de acercarnos a los personajes a través de pequeñas pinceladas o conversaciones que nos revelan sus sueños, sus inquietudes y sus miserias personales sin por ello ser autocomplaciente, moralista o cursi, una palabra de la que reniegan los protagonistas en todo momento. Pero sí hay una franqueza muy complicada de conseguir, una espontaneidad nada impostada que va más allá de la mímesis de los modelos que pretende recuperar como epílogo tardío de un periodo generacional concreto. Seguramente, parte de esta frescura provenga de un reparto en el que se mezclan los actores profesionales, Katherine Waterston y Lucas Hedges junto a jóvenes desconocidos, muchos de ellos procedentes del propio universo del skate actual, como el propio Steve, interpretado por Sunny Suljic o Na-Kel Smith y Olan Prenatt, estos últimos debutantes en la ficción.
También hay espacio para la nostalgia a través de la música. Además de Pixies, en la banda sonora se escucha a GZA, Wu-Tang Clan, Notorious B.I.G., pero también a Morrisey o la versión del Where Did You Sleep Last Night? de Nirvana, además de algunos temas compuestos por el tándem Trent Reznor y Atticus Ross.