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cuando éramos ricos / OPINIÓN

Envoltorios sanitarios

31/05/2021 - 

Las movilizaciones de sanitarios para exigir a la Conselleria de Sanidad la renovación de la totalidad de los contratos de refuerzo covid no solo han puesto de relieve una tremenda injusticia, sino también una realidad constante desde que se declaró la pandemia: la de anteponer la apariencia a la esencia, el envoltorio frente al contenido.

La foto de los sanitarios manifestándose el pasado jueves junto al Hospital Clínico de València lo ejemplifica a la perfección. Mientras médicos, celadores y enfermeras reclamaban su derecho a no ser tratados como material de protección desechable, unos metros más allá, las excavadoras seguían poniendo los cimientos de la futura ampliación de ese hospital.

Por el nuevo complejo, construido por emergencia para poder adjudicar a dedo todos los contratos, la Generalitat pagará más de 110 millones. Es algo más de un tercio de los 326 millones que el Consell piensa destinar en total a levantar este y otros envoltorios sanitarios a cargo del plan europeo de reconstrucción. Hospitales y centros de salud que servirán de poco si no se dotan de profesionales como los que ahora se han enterado por whatsapp su no renovación.

Paradojas como ésta han sido una constante durante toda la pandemia. Lo fue llenar las calles de luces y adornos centelleantes porque había que "salvar la Navidad" y, a la vez, apelar a la responsabilidad individual para reducir al mínimo las salidas y los encuentros sociales, pero no hacer nada para evitarlos.

También lo fue saturar a los medios de comunicación con fotos de aviones cargados de palés de mascarillas chinas pagadas a tocateja y envueltos en el logotipo de la Generalitat mientras los sanitarios se protegían con lo que podían durante la primera ola. O contratar 70.000 PCR con laboratorios privados para al final dejarlos tirados con toda la inversión hecha a pesar de estar a la cola de las CCAA en pruebas realizadas.

Paradójica también fue la constante exhibición de personas mayores recibiendo las primeras dosis de la vacuna mientras otras aguardaban su turno en casa porque Sanidad tardó semanas en tener listos los protocolos para inmunizar a los mayores que no podían desplazarse a los centros de atención primaria.

Los expedientes abiertos contra el personal sanitario por saltarse puntualmente la estrategia de vacunación con el único objetivo de que no se perdiera ni una sola dosis también han resultado ser fuegos de artificio. Efectismo institucional para tratar de ocultar la dejación de funciones de la Conselleria al no establecer desde el principio unas instrucciones claras. Expedientes exhibidos con vehemencia pero que meses después acaban en su mayoría sigilosamente archivados.

Foto: KIKE TABERNER

Pero el súmmum del maquillaje institucional ha sido el del conteo de los muertos por covid. La Conselleria de Sanidad aún está aflorando ahora fallecimientos que se produjeron en enero, una notificación en diferido que, visto lo visto, invita a pensar que para quien prima la forma frente al fondo no existen reparos en retorcer la estadística para que los titulares siguieran reflejando en lo peor de la tercera ola muertos por decenas y no por cientos.

Pero por más oportunidades que se presenten, la dinámica no varía. Utilizar parte de los 1.254 millones que la Comunitat recibirá este año y el próximo través del Plan React EU a mantener todos y cada uno de los 9.309 contratos de refuerzo es perfectamente compatible con el reglamento de este fondo, pero ello requiere de audacia y voluntad política. Y eso es justo de lo que carecen quienes optan por dejar colgados ahora a más de 3.200 profesionales para quienes el único reconocimiento fue una paga por haber combatido "en primera línea" sin los medios necesarios para protegerse.

Tratar de justificar esa decisión en el descenso de la incidencia o de los ingresos en UCI por covid solo consigue precisamente lo contrario y arma de razones a los sanitarios que se sienten "de usar y cesar". Porque los ladrillos les lucen más que las batas blancas.

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