VALÈNCIA. Fue en 2018 cuando Elena López Riera se hizo con el Leopardo de Oro al Mejor Cortometraje con Los que desean, que retrataba una competición de colombicultura en su Orihuela natal. Eugenio Viñas tituló entonces: “Elena López Riera convierte a Orihuela en un oscuro objeto de deseo para el cine internacional”. Tres años después de ese galardón, el cine valenciano vuelve a tener presencia en el festival. Espíritu Sagrado, el primer largometraje de Chema García Ibarra tras llevar dedicado a los cortometrajes más de una década, se ha presentado, ha encantado, y ha acabado recibiendo una mención especial del jurado en el palmarés. Su premier en España será en el Festival de Sevilla, previsto para noviembre, y no tardará en llegar a los cines.
Espíritu Sagrado es la culminación de la construcción de un universo propio que García Ibarra ha ido mostrando en sus diferentes piezas: el de la fascinante cotidianidad del Elx o de cualquier otro lugar de España. Como algunas cuentas de Instagram que recogen fuera de contexto elementos o escenas curiosas que se pueden encontrar habitualmente por la calle, el director consigue atrapar personajes que están entre nosotros, con los que sonreímos conviviendo en nuestros barrios y nuestros pueblos. Su trabajo de guion y realizador está dedicado a ellos, a exprimir aquello que tienen que decir, a hacerlo fascinante, y en este film (como en el resto de cortos) lo consigue.
La trama se centra en OVNI Levante, una asociación de ufología, cuyo líder (Julio) fallece repentinamente. José Manuel, un gran convencido por las causas paranormales tendrá que completar la misión secreta que tenía pendiente con Julio mientras lidia con la desaparación de su sobrina.
La película recorre espacios poco explorados en todos los sentidos. En primer lugar, trata la ufología y los fenómenos paranormales sin romantizar o perder el realismo que pretende retratar, pero tampoco ridiculizando hasta lo hiriente a los personajes que creen en ello. A excepción de José Manuel, García Ibarra muestra a estas personas como gente comun que tiene como afición reunirse a hablar excéntricamente de OVNIS, pero retrata de la misma forma otros grupos, como las reuniones de pseudopsicologías, un pelotón, o la junta de la Semana Santa ilicitana. “Cada uno hace lo que quiere en su tiempo libre”, parece decirnos.
Es la mediocridad de cada uno de los rincones del film lo que construye un sentimiento popular, un aire que se respira en el peor bar de tu barrio. La parroquia de los verdaderos outsiders, a los que poquísima gente gusta retratar.
También explora el terreno de que el elenco lo formen actores y actrices no profesionales. Un aspecto que no esconde en ningún momento. Algunas líneas se traban o se dicen de carrerilla, pero García Ibarra consigue que eso se traduzca en cierta simpatía por los propios personajes más que sacarte de la película. Forma parte del misterio, de la ambientación que el film deja crecer poco a poco.
El director ya ha contado en varias entrevistas, como la que le hizo Alicante Plaza, que rodar en Elx ha sido una apuesta personal por poner la cámara en lugares en los que no se filma. Es su conexión personal con su ciudad natal la que también se deja ver en el metraje, en un trabajo de localización exquisita que difícilmente se podía haber hecho sin haber paseado mucho por la localidad.
Finalmente, cabe destacar el dominio visual, que abarca desde la fotografía de Ion de Sosa (su más estrecho colaborador) hasta todo el trabajo de arte, curado hasta el más mínimo detalle, para aprovechar el potencial simbólico que el mundo paranormal ha construido a través de elementos como los ojos, o las pinturas egipcias. También el papel de la televisión dentro de esa vida cotidiana, que está muy presente a lo largo de todo el metrajes. Una televisión que va difundiendo mensajes publicitarios, pero también se hace eco de bulos o de pseudociencias; una especie de semilla de la propia sociedad que retrata el director, personas atrapadas por ese mundo que vemos en la televisión o en un mensaje de WhatsApp con la coletilla “Reenviado muchas veces”.
La crítica ya lo ha ido contando estos días: Espíritu Sagrado es un primor. Todo un escaparate de talento y de dominio cinematográfico que consigue hipnotizar, desde el misterio y desde el encanto de la mediocridad, durante todo el metraje. La trama va haciendo camino sin hacer mucho ruido, pero sin pausa. Chema García Ibarra ha sabido trasladar al largo todo lo que ya ha demostrado en sus cortometrajes, y el resultado no puede saber mejor. Estamos, ya acotando en el terreno del audiovisual local, ante uno de los films valencianos más importantes de los últimos años, la demostración de que el imaginario regional se puede expandir y ser propositivo en vez de recoger tendencias y adaptarlas a nuestros escenarios.