MADRID. (EP) La Navidad será diferente por lo que los expertos invitan a hacer un esfuerzo especial por mantener la ilusión propia de estas fechas y sacar partido a este momento idóneo para asentar lo aprendido en estos meses de pandemia.
"Es el momento de pasar de las calles llenas y bulliciosas, a un espíritu navideño que inunde nuestros hogares, con el objetivo de conseguir que esta Navidad del coronavirus sea aún más Navidad, sobre todo pensando en los más pequeños", ha animado el doctor Manuel Baca, jefe del Servicio de Pediatría del Hospital Quirónsalud Málaga, quien lanza una serie de recomendaciones para que las Fiestas sean seguras a la par que felices.
Dada la alta posibilidad en estas fechas de estar en contacto con más familiares, incluso algunos de riesgo, el especialista comparte que muchas familias dudan o no tienen claro si se debe hacer pruebas de detección del COVID-19 a los niños al ser muy pequeños y algunas de las pruebas algo moletas.
En estos casos, las autoridades sanitarias recomiendan a los padres hablar con su médico sobre las pruebas. "El pediatra es quien determinará si es adecuado o no el uso de las pruebas, dependiendo de sus síntomas, si ha tratado de forma estrecha a personas con la infección, si padece alguna patología de riesgo o si requiere ingreso hospitalario", ha señalado el doctor.
Además, ha destacado que cada prueba tiene una finalidad distinta, por lo que las pruebas se realizarán en función de la necesidad.
Si lo que preocupa a los padres es la edad de sus hijos, el médico advierte que las pruebas se pueden realizar a todas las edades. De hecho, según informa, "los niños con síntomas deben ser examinados lo antes posible, independientemente de la edad, para determinar si tienen una infección activa. Es imprescindible para su tratamiento y evitar el contagio, especialmente si los niños están asistiendo a la escuela, a actividades deportivas, etcétera".
Existe el miedo de que los niños transmitan las infecciones más rápidamente que los adultos, al tener estrecho contacto con sus familiares y otros niños y presentar síntomas más leves, lo que dificulta conocer el inicio de la enfermedad y su curso. Sin embargo, recientes estudios indican que solo un 3,4 por ciento de los niños infectados por coronavirus contagió a alguien de su entorno durante el confinamiento.
"Se ha podido demostrar que en el 72 por ciento de los casos se identificó a otro miembro de la familia con PCR positiva anterior a la del niño o que claramente tenía síntomas de COVID-19 antes que el pequeño y en contacto directo", ha incidido Baca.
Ahora sabemos que los niños pueden transmitir el COVID-19, pero que lo hacen con una eficiencia menor que los adultos. "Los niños tienen menor fuerza, menor capacidad torácica y, por lo tanto, menor capacidad expectorante, por lo que también es mucho más difícil que transmitan el virus".
En este sentido, la revista médica New England Journal of Medicine hizo público un estudio que ponía de relieve que la mayoría de los menores de diez años asintomáticos no son portadores del virus y, por lo tanto, no pueden contagiar a nadie. La población que presentaba síntomas catarrales tuvo una tasa de positivos de casi el 14 por ciento entre los mayores de diez años.
En el resto (el 86 por ciento), su catarro se debía a otros tipos de virus. Entre los menores de 10 años con síntomas, solo algo menos del siete por ciento dio positivo en coronavirus. El 93 por ciento restante estaban acatarrados por otros virus. Esto quiere decir que los niños menores de diez años con síntomas tienen con menos frecuencia el COVID-19 que los adultos y, por tanto, menor probabilidad de contagiar a otras personas. La mayor contagiosidad, con y sin síntomas, se da entre los adultos de 20 a 40 años.
Los síntomas de infección por COVID-19 en niños son muy similares a los del adulto, aunque como indica Baca, "en los menores, los síntomas del COVID-19 se presentan de manera más leve y se asemejan más a los síntomas de un resfriado común. Además, el 99 por ciento de los niños se recupera totalmente y muy excepcionalmente presentan secuelas, como es el raro síndrome de Kawasaki; un síntoma inflamatorio multisistémico potencialmente grave, pero que sigue siendo una alteración extraordinariamente infrecuente".
Entre los principales síntomas en los niños, el pediatra destaca la fiebre leve o moderada acompañada de tos, así como trastornos intestinales, como dolor abdominal, vómitos y diarreas, y, en ocasiones, erupciones cutáneas.
El servicio de Pediatría recomienda acudir el servicio de urgencias pediátricas si el pequeño tiene síntomas para realizar una valoración correcta y descartar otras infecciones víricas respiratorias comunes en los niños, como la gripe o bronquiolitis.
También se debe consultar al pediatra si presenta mal estado general, mucho decaimiento, dificultad para respirar, mucha tos durante mucho tiempo, si está más adormilado que de costumbre o si tiene fiebre alta que no remite o por lo menos mejora tras 48-72 horas de observación y tratamiento con antitérmicos en casa.
El jefe del Servicio de Pediatría de Quirónsalud Málaga incide en que "están apareciendo estadísticas de que las urgencias pediátricas se han reducido un 70% pero que, en cambio, algunos niños estaban llegando con cuadros más graves, por miedo de los padres a salir o por exceso de prudencia. Es importante no descuidar determinadas patologías o síntomas y valorar la importancia de acudir al pediatra siempre que el estado de enfermedad del niño nos genere dudas".
La norma, según el doctor, es que se tiene que acudir a urgencias cuando la enfermedad del niño tiene algún dato que sobrepasa lo habitual: por duración, por intensidad del síntoma, por la aparición de síntomas inusuales, entre otros. Y, por supuesto, en todos los cuadros de accidentes o de intoxicaciones.
La seguridad es lo primero. Reiterar la importancia del uso de mascarillas como medida de protección fundamental, no solo para el que la lleva sino para todos, y que se complementa con el distanciamiento e higiene de manos.
Los niños aprenden por "osmosis" por lo que lo más importante es la imagen que ven en sus familiares y ante esta situación y, más concretamente en una época tan señalada y familiar, es fundamental hacerles sentir seguros.
"Ante las difíciles Navidades del coronavirus debemos tener un pensamiento muy positivo: el valor del acompañamiento por los nuestros, la generosidad de tos los que nos rodean, el valor de los muchos cuidados que se están dedicando plenamente al cuidado de los demás y el destacar la naturaleza como un valor permanente".
Hay que transmitirles la idea de que tenemos que aceptar que este año la época navideña será muy diferente a las anteriores. Esto nos ayudará a adaptarnos a la realidad y a centrarnos en otras nuevas opciones. En la primera fase de la pandemia niños y adolescentes han sabido adaptarse perfectamente a la nueva realidad. Seguiremos con renuncias, e incluso tendremos que olvidarnos de ciertas tradicionales reuniones.
Baca anticipa que los niños tienen una sensación del tiempo más breve que los adultos, por lo que psicológicamente les será más fácil adaptarse a las nuevas situaciones. La excepción será la frustración que se originará en los adolescentes por no poder convivir con sus amigos. En este grupo de edad habrá que centrarse como más vulnerable mediante el diálogo para ayudarles a sentirse apoyados y animados en su lucha frente a la frustración.
"Con los adolescentes podemos incluso reconocerles nuestras propias renuncias en estas fechas para que se sientan identificados y comprendidos", recomienda el pediatra.