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La nave de los locos / OPINIÓN

Extrañamos tanto a Cris

Es duro ser madridista en una ciudad hostil al madridismo. Desde los tiempos del ‘traidor’ Mijatovic no hay tregua para nosotros. Hemos adoptado un perfil bajo para no encrespar a los adversarios. Pero es hora de romper con esa discreción y confesar que extrañamos a Cristiano Ronaldo, a quien rogamos que vuelva aunque sea de utillero

15/10/2018 - 

Fue por estos días iniciales del otoño. Yo vivía en el barrio de Chueca de Madrid. Mi alojamiento era el hostal Don Juan, situado en la plaza Vázquez de Mella (hoy Pedro Zerolo). Por las mañanas madrugaba mucho para coger en Plaza de Castilla el autobús que me llevaba a un pueblo cercano a la sierra donde trabajaba.

Recuerdo que era lunes y yo llevaba aún las legañas puestas en los ojos. Era noche cerrada y hacía frío. En la calle de las Infantas, al lado del hostal, un travesti arrodillado le practicaba una felación a un honrado padre de familia que cerró los ojos al verme pasar, no sé si por el placer que sentía o por vergüenza de verse reconocido. Yo necesitaba un café. Siempre iba a un bar cutre en el comienzo de la calle Hortaleza. Abría muy temprano.

Entré y pedí mi reconstituyente. En el otro extremo de la barra había dos hombres y una mujer. Se pidieron tres copas de cazalla. Por su aspecto no habían debido de dormir esa noche. Madrid, ciudad que nunca cierra, es idónea para noctámbulos. Mi café quemaba. El trío hablaba de manera inconexa, a trompicones, sin acabar las frases, a gritos, como se acostumbra a hacer en este país. Me llamó la atención que repitiesen un nombre: el de Cristina. Se referían a Cristina con desprecio, diría que hasta con odio. Y acompañaban este hermoso de nombre de mujer con epítetos vulgares como el de “maricona”, insulto que preferimos omitir para no molestar a los lectores de cutis sensible.

Después de unos minutos advertí que la tal Cristina era en realidad Cristiano Ronaldo. ¿Quién podía hablar de esa manera tan cruel contra el astro portugués? No podían ser otros que hinchas del Atlético de Madrid. Ese fin de semana el Madrid había ganado su partido con solvencia, no recuerdo ahora contra qué equipo. Los aficionados rojiblancos seguían insultando a Cristina o Cristiano. Les lancé una mirada de oprobio (siempre me gusta intercalar una palabra culta en mis artículos, y oprobio es una de ellas). Sentí desprecio porque tenía a mi lado a unos perdedores que han hecho de la derrota una épica inútil. Después de pagar me dije que esa gente envidiosa siempre perdería una final de la Copa de Europa en el último minuto, como sucedió en Bruselas en 1974 y volvió a ocurrir en Lisboa en 2014. Unos pupas, en suma.

La conversación me dejó mal cuerpo

La conversación de los aficionados del Atleti me dejó mal cuerpo. Mientras iba en el autobús camino del trabajo, acompañado por pasajeros de todas las razas y nacionalidades, y me veía obligado a soportar en la radio a un personaje siniestro como Javier Cárdenas, pensé en lo injusto que habían sido con Cristiano. Hasta sentí vergüenza de no haber salido en su defensa cuando aquellos mentecatos pusieron en duda su heterosexualidad.

Sólo valoramos a las personas cuando se marchan. Nos quejábamos de la soberbia de Cristiano y no comprendimos que a jugadores como él tenemos que perdonárselo todo

De mis palabras deduciréis que soy madridista en una ciudad hostil al madridismo. Siempre me ha gustado ir a contracorriente. Me hice madridista, casi sin quererlo, en la redacción del diario fundado por Teodoro Llorente. Allí era todo escuchar improperios e insultos contra el Judas Mijatovic, un jugador extraordinario al que le debo la alegría de su gol ilegal en la final contra la Juventus. Aquella noche fui un hombre feliz por compartir esa victoria con una mujer hermosa y rica que me abandonó al poco tiempo, probablemente con razón.

Mi madridismo fue sobrevenido. Hoy tiene algo de circunstancial y acomodaticio. En esto también soy muy español: siempre me arrimo a los que ganan, y cuando veo que comienzan a perder me aparto. Por declararme madridista he tenido que soportar casi peores insultos que Cristiano: que si centralista, que si franquista, que si chulo, que si soy del equipo del régimen, que si… Pero no me importa tener el corazón tan blanco porque sé que compensa ser del Real Madrid (o del Real Meseta, como así le llaman maliciosamente sus enemigos inteligentes).

El malvado Florentino echará a Lopetegui

Ahora que mi equipo se tambalea echo mucho de menos a Cris, el apelativo cariñoso con el que se referían a él los compañeros de su anterior plantilla. Cris triunfa en la Juventus mientras que el Madrid del zoquete de Julen Lopetegui sufre una crisis de confianza y de identidad. Será peor que con Rafa Benítez: el vasco, que traicionó a la selección, no llegará a diciembre. Se lo tiene merecido. El malvado Florentino lo echará justo dos días después de haber mostrado en público su confianza en él.

Mientras llega ese día amargo y necesario, nos entretendremos viendo videos en YouTube de Cris, Cristina, Cristiano Ronaldo. Puede que sea excesivo lo que escribo, lo admito; reconozco que es un jugador insoportable y caprichoso, insaciable reclamando más dinero y cariño, muy pagado de sí mismo, un individualista en el terreno de juego, alguien que se cree por encima de don Alfredo di Stéfano y, para colmo, un delincuente fiscal y un presunto violador. Si hubiera sido otra persona no le hubiéramos mirado a la cara. Pero es Cristiano, el delantero que tantas tardes nos hizo felices, un ejemplo de meritocracia en el deporte: nacido en una familia muy modesta, llegó a lo más alto gracias a su talento y a su esfuerzo.

Sólo apreciamos el valor de las personas cuando ya no están con nosotros. Se canta lo que se pierde. Con Cristiano nos ha sucedido también. Nos quejábamos de su soberbia y no comprendimos que a jugadores irrepetibles como él tenemos que perdonárselo todo. Si esta temporada hemos de depender de las piernas de cristal de Bale, nuestro destino está escrito y será trágico, evidentemente. El único consuelo que nos queda es que otro equipo vestido de blanco (tal vez el Sevilla) gane la Liga y el Barcelona del pequeño y diligente Messi vuelva a ser eliminado en la Liga de Campeones, a ser posible ante la Juventus de Cris.

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