Entrevista al autor de 'ciudadano zaplana. La construcción de un régimen corrupto'

Francesc Arabí: "El 'zaplanismo' como forma de entender el poder sin escrúpulos no ha muerto"

10/08/2019 - 

VALÈNCIA. El periodista Francesc Arabí (Gata, 1970) ya no esperaba, cuando empezó a escribir su libro que primero iba a ser una tesis, que la Justicia atrapase a Eduardo Zaplana. Como testigo y relator de las andanzas del expresidente valenciano que luego fue ministro y portavoz del Gobierno, Arabí recoge en Ciudadano Zaplana, subtitulado "La construcción de un régimen corrupto" (Akal, 2019), muchos de los casos de los que se ocupó desde las páginas del diario Levante, al tiempo que analiza el silencio cómplice de la mayoría de los medios de comunicación, la "dimisión" de la Justicia y el "ambiente de tolerancia absoluta" de aquella sociedad que no se revolvió contra la corrupción hasta que llegó la crisis muchos años después.

Señala el caso Ivex como paradigma de la impunidad y destaca el hecho de que de ninguno de los escándalos de Zaplana que se publicaron en València se hizo eco la prensa de Madrid. Afirma que algo del "todo vale" zaplanista sigue vivo en la política, aunque sin la intensidad ni la impunidad de entonces.

Y cree que Zaplana será condenado por el caso Erial, del que destaca el papel de Juan Cotino, supuesta cabeza visible del antizaplanismo: "Hasta en eso ha sido todo una estafa".

-Dices al final del libro que tienes pendiente una tesis titulada "La complejidad de la prensa durante los veinte años de gobierno del PP en el País Valenciano. Silencios y altavoces mediáticos"...

-Pues está empezada...

-¿La vas a acabar?

-Me gustaría acabarla. De hecho, tenía la parte de trabajo de hemeroteca, que sí que he aprovechando y sí que me gustaría acabarla, pero para hacerla hay que hacerla bien, obviamente, porque es un trabajo serio. Pero sí que es verdad que mi primera intención era hacer una tesis porque consideraba que el papel de la prensa había sido absolutamente decisivo.

-¿Y a qué atribuyes ese papel de la prensa que, como se ha visto con el ingreso prisión de Zaplana, no le ha abandonado?

-Se ha visto que todas sus inversiones en altavoces y en silencios... Siempre digo que es más caro comprar silencios que comprar palabras. Y él hizo una gran inversión..., la prueba de que hizo una gran inversión es que incluso cuando ya ha caído sigue teniendo a gente que no solamente le inicia una campaña en Change.org, sino que secunda la estrategia de presión a la jueza, al fiscal y a la UCO. Creo que en ese sentido es un avanzado a su tiempo. Eduardo Zaplana, si hacemos un juicio ético como como persona y como político, es uno, pero como estratega y como comercial creo que es un fuera de serie.

-¿En qué sentido?

-Era un avanzado a su tiempo. Leyó creo que antes que nadie el tema de la democracia mediática y tenía muy claro, sobre todo cuando tiene la mayoría absoluta, que la batalla no se dirime en Les Corts, sino que se dirime en los medios, tiene una grandísima obsesión mediática. Es una persona obsesionada por el control de los medios, porque los medios dan poder y el poder da dinero. Y él está obsesionado con construir un ecosistema mediático favorable. Para mí, el régimen se cimenta básicamente sobre la construcción de un ecosistema mediático favorable. Siempre hablamos de Canal 9 pero yo creo que se ha sobrevalorado el papel de Canal 9.

-A veces los periódicos no siguen un tema simplemente porque lo ha publicado otro periódico.

-Él no solo utilizaba los medios para evitar el efecto simpatía y que un escándalo que se había publicado en los tres o cuatro medios que publicaban algo se viera replicado, sino que utilizaba medios para perseguir y contestar... y machacar en plan proactivo. Es decir, utilizó los medios de la misma manera que los utilizó para hacer voladuras controladas de escándalos como el caso Sanz, que no llegó a nada. Utilizó los medios para, cuando veía que había una fuga de información y que podía generar problemas, como por ejemplo en Terra Mítica, ir a machacar al que lo había sacado. Él hizo una apuesta mediática y yo creo que la hizo muy bien. Por una parte, compraba periodistas..., la campaña de intentar asaltar Madrid la hizo a base de comprar periodistas. Y por otra, compraba medios. Hizo operaciones como la operación Tabarka, la operación Diario 16... y creo que fue una estrategia pautada, milimetrada, él no improviso nada, no es un hombre de improvisar.

-En Madrid, siempre gozó de muy buena prensa.

-Buenísima. ¿Por qué? Pues porque cultivó muchísimo ese huerto, porque era adonde quería ir. Y sí que es verdad que, sobre todo, lo que Madrid le proporcionó, y él se empleó muchísimo, es que la barrera de silencio que estableció en Contreras jamás se rompiera.

-Daba la impresión de que los escándalos, si no llegaban a Madrid...

-No saltaban nunca.

-Si no llegan, no hay ninguna repercusión. En Baleares pasó igual, los escándalos del PP de Matas llevaban años publicándose en el Diario de Mallorca hasta que saltan a Madrid y se convierten en un escándalo nacional.

-Zaplana en eso se cuidó mucho, pero no solo con los medios. Se preocupó de tejer puentes con la oposición, con los poderes empresariales, porque a fin de cuentas, es un hombre que entendió desde el primer momento muy bien cómo funcionan los mecanismos de poder. Sobre todo entendió que en el subsuelo no hay calles. En este sentido, valga el paralelismo, no hay siglas, no hay siglas en el subsuelo, todo se comunica. Tú te metes en una alcantarilla aquí mismo y puedes salir en Benimaclet. Quiero decir, en el subsuelo de la política y el poder todo se comunica, y él eso lo entendió muy bien. Entonces, ¿cómo consiguió que no saltaran sus escándalos a Madrid? Controlando medios y tejiendo puentes con la oposición.

-¿Cómo puede ser que quedara impune el caso Ivex, en el que la Generalitat acaba reconociendo que había un contrato B con Julio Iglesias y están probados los pagos de la Generalitat a empresas fantasma y en paraísos fiscales?

-Yo siempre digo que es para mí la gran prueba de resistencia de Zaplana. Salir de ahí era muy difícil y creo que ahí se puso a prueba régimen y se vio que no había ningún fallo. Es como si para inaugurar un puente llevas 200 camiones y si la resistencia del puente es X multiplicas X por cuatro y sigue resistiendo. ¿Por qué? Porque en otros casos es verdad que se habían publicado los escándalos, pero es que en ese escándalo se aportaron las pruebas y las pruebas estaban encima de la mesa de un juez. Pues eso. Ahí se vio que tenía controlados todos los resortes y las terminales del poder, la justicia... Fallaron, además, todos los mecanismos de control en ese tema. Por ejemplo, la Sindicatura, el Tribunal de Cuentas... En último término, falló la ciudadanía y el periodismo también falló porque ese tema no saltó tampoco nunca. Si ese tema hubiese rebasado la barrera y hubiera salido en Madrid, habría sido distinto. Pero bueno, se quedó aquí. Pero sí es verdad que para mí el tema es el gran paradigma de cómo fue el ensayo general de todo, de cómo funcionaban los resortes del poder.

-¿Haría falta otra tesis sobre la complicidad de la Justicia?

-Sí, la verdad. La Justicia tiene una parte de responsabilidad. Es verdad que hay excepciones. Por ejemplo, tenemos a Manglano [instructor del caso Naseiro], que es una gran excepción. Su carrera empezó y acabó con Eduardo Zaplana, pero también es verdad que la puesta en marcha de la Fiscalía Anticorrupción cambió mucho las cosas. Estoy convencido de que no solamente es por eso, es que, por ejemplo, ahora estamos viendo como en Imelsa, después Divalterra, se están juzgando prácticas asentadas y endémicas de la política valenciana, que es convertir las instituciones en pesebres y en terminales de los partidos políticos, en secretarías de organización paralelas. Y no pasaba nada. Pero no solo aquí, también en Alicante. Antes de la crisis la Justicia estaba muy dimitida. Vale, en el caso Ivex es un juez [Luis Carlos Presencia], y también es verdad que la Audiencia Provincial rectifica y le va poniendo deberes, y a golpe de rectificación de la Audiencia la causa no muere, pero el Consejo General del Poder Judicial, por ejemplo, tampoco tomó ningún tipo de medida. Y la figura de la Fiscalía...

-Una fiscal de Castellón dijo que el despilfarro no es delito y ese argumento ha dado ocasión a muchos archivos.

-Un ejemplo, la Ciudad de las Artes y la Ciencia, más de 600 millones de sobrecostes. ¿Cuánto fueron los sobrecostes del velódromo de Palma Arena? Por 30 o 40 millones se inició una investigación...

-La Justicia en Mallorca ha condenado a políticos por cosas que aquí nos suenan mucho...

-Es más, hemos tenido algo tan surrealista como que viene el juez Castro a tomar declaración en la Ciudad de la Justicia, delante de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, y toma declaración a directivos de la Ciudad de las Artes y las Ciencias y le cuentan en una causa que es el caso Nóos, que no deja de ser una derivada de los sobrecostes, y los sobrecostes están enfrente de la Ciudad Justicia pero nadie toma medidas.

-Se condenó a los de Baleares y se absolvió a los de Valencia.

-Sí, y Francisco Camps, por ejemplo, fue salvado. ¿Por qué? Pues por la connivencia y la complicidad con un señor que se llama Juan Luis de la Rúa [presidente del TSJCV entre 2009 y 2010] y no ha pasado nada. Hubo un tiempo en que es verdad que todo dependía de voluntarismo, de tropezar con un fiscal... Había un señor que se llamaba Felipe Briones en Alicante y si tienes la mala suerte... Pero claro, un sistema democrático no puede depender de voluntarismos y heroicidades.

-También estamos viviendo que en los casos que están llegando a purgarse o a condenarse, hay pactos de la Fiscalía sobre todo con empresarios en los que al final lo arreglan con una pequeña multa.

-Sí, por ejemplo, en Gürtel, que les salió muy barato. Al final la corrupción sale muy barata. ¿Por qué? El libro parte de la pregunta de los porqués. ¿Qué ha pasado? Ya se sabe lo que ha pasado, que sería un poco el argumento. Pero, ¿por qué ha pasado? Y si preguntas por qué ha pasado, pues tienes que ver al final porque se produce la corrupción. Por lo que decimos de los empresarios, la corrupción se produce por un argumento, no por un guión que siempre se repite, que es un político, o los que sean, X políticos, X técnicos, funcionarios, auditores, interventores... y empresarios. La Santísima Trinidad. Se alían los tres y vacían las cuentas y hacen la chorizada. ¿Cómo la esconden? ¿Cómo repatrían? Pues ahí tenemos ya lo de siempre, las sociedades pantalla, paraísos fiscales, contratos fiduciarios, lo que tú quieras. Pero eso sería un poco de argumento: para que haya corrupción, no es suficiente eso, es necesario que haya una sociedad o un sistema democrático que, primero, tolere eso, mire para otro lado; es un caldo de cultivo, la tormenta perfecta. Y en segundo lugar, que no lo condene social y éticamente. Aquí siguen funcionando los empresarios que han sido condenados, que les han puesto una multa de 200.000 euros en el caso Gürtel y son parte esencial de la corrupción. Pero si tú te das cuenta, estos señores parece que no va con ellos. Y ojo, son empresarios, pero sobre todo son contratistas de la Administración. Sale muy barato, sale barato en dinero y sale barato en cuanto a reputación. Habría que arbitrar alguna medida, de tal manera que un señor que es condenado por corrupción no pueda contratar con la administración en 200 años.

-Una inhabilitación no sólo para los políticos...

-Efectivamente, porque al final cargamos sobre la operativa, que no deja de ser un fenómeno, es un suceso, y no vemos al enfoque global. Cuando abrimos el campo de visión, el enfoque global es una auténtica permisividad. Primero, no se protege al empresario que va y denuncia, a la persona que presenta cualquier denuncia, pero después no se condena. Vamos, no es que no se condene sustancialmente, sino que socialmente no se condena, no pierden reputación.

-En el libro cuentas los casos Naseiro, el 'marujazo', Tabarka, ITV, Ivex, Terra Mítica... ¿Habría sobrevivido hoy Zaplana a estos escándalos?

-Yo creo que a esos escándalos hoy no habría sobrevivido, aunque también es verdad que Zaplana, como buen comercial, es un hombre que lee muy bien el mercado y las circunstancias del mercado, y hoy no habría actuado de la misma manera.

-Hizo una retirada a tiempo.

-Hizo una retirada a tiempo. Zaplana, en las circunstancias que se dieron de esa tormenta perfecta, triunfó y sacó máximo rendimiento. En esas mismas circunstancias, otro menos espabilado no habría sacado lo que sacó él. También es verdad que él, en otras circunstancias, tampoco. Pero es que yo creo que Zaplana no es un político, igual que Zaplana no es del PP, Zaplana de sí mismo; no es un militante de un partido, es un militante del poder, del poder y del dinero, del poder que da dinero y del dinero que da poder. Es un adicto. Por eso me gusta el paralelismo con el Ciudadano Kane y con la obsesión mediática, porque los medios son los que permiten camuflar, maquillar. Sin los medios, un comercial no funciona.

-Había un caldo de cultivo.

-Sí pero él se habría adaptado a cualquier escenario. Yo veo a Zaplana militando en Podemos, dirigente de Podemos, y veo a Zaplana, dirigente del PSOE, dirigente de Ciudadanos y dirigente de Democràcia Valenciana. Lo veo en cualquier partido, en cualquier circunstancia. Creo que se habría adaptado. Tiene muchos registros.

-No te lo tomes a mal, pero te has dejado algunos escándalos como el concurso de las resonancias magnéticas o la adjudicación del nuevo hospital La Fe a Florentino Pérez pocos meses antes de irse.

-Sí, sí... no quise hacer tampoco una recopilación exhaustiva, pero sí. Florentino es un personaje claro. Son dos perfiles bastante similares, se conocen desde hace tiempo, aunque Florentino es otro estilo más discreto, más jesuita. Pero sí son dos personas que tienen claro que el poder se estudia, se interpreta y se entiende en el Vaticano, no en un partido político. Se admiran mutuamente. Y el tema de las resonancias, Zaplana era efectivamente el liberal más intervencionista de la historia, porque él iba de liberal porque sabía que eso le daba una pátina, pero empezó empezó la privatización de los servicios públicos. Lo de Alzira, por ejemplo, también es de él. Lo promocionó, como bien sabes, como sociedad del bienestar pero en el fondo fue trocear la administración para venderla a los amigos. En las resonancias aparece otro personaje muy importante con el que compartía yate...

-Carlos Paz, al que también benefició no permitiendo que se construyera un segundo hospital privado en Benidorm.

-Creo que no ha habido ni habrá una persona que tenga más obsesión por el control de cada departamento, de cada área, unidad, jefes de servicio..., todo lo controlaba, absolutamente todo, a través de un personaje que no fue nunca bien ponderado que es Juan Francisco García.

-Al final, lo han imputado por blanqueo de capitales porque, por ejemplo, la adjudicación que da origen a ese capital blanqueado ha quedado prescrita. Una adjudicación en la que también hubo muchos empresarios beneficiados.

-Sí. Por cierto, cuando hablamos de la diferencia entre poder y partidos, una de las cosas que el caso Erial pone en evidencia es cómo en la escena política se interpretan unos papeles y después en la realidad te das cuenta de que no... Juan Cotino se supone que era el antizaplanista, el padre, padrino y padre espiritual de Camps, y te das cuenta de que hasta en eso ha sido toda una estafa. O sea, mientras interpretaba un papel, el papel de muro de contención y capitán general de Camps, cuando acababa ese papel cogía un maletín y se iba a Luxemburgo a alimentar las cuentas de Eduardo Zaplana. Es espectacular, lo analizas y dices: nos han tomado el pelo hasta en eso.

-Te preguntaba por las adjudicaciones de las ITV, que fue un escándalo que se publicó en varios periódicos de la época.

-Sí, sí. Pero no pasó nada. No pasó nada porque porque había un ambiente de tolerancia absoluta, porque con el estómago lleno o se digería la corrupción. El problema para digerirla vino cuando se vació el estómago. Lo que le pasó a Felipe González, que iban acumulándose los escándalos hasta que llegó la crisis y de repente ya es más difícil de digerir. Cuando uno ve que el niño tiene 47 años, está en paro, que no tiene nada que hacer y se ha convertido en un ni-ni, ya no se tolera. Pero es verdad. También es verdad lo que dices, con todo lo que ha hecho Zaplana y al final, con delitos prescritos, le acusan de lo menor... Es como cuando condenan a Carlos Fabra. Es menos delito el fraude o el blanqueo que la malversación o el robo directamente. Después de un viaje de 20.000 kilómetros en coche, cuando llega a casa, en la entrada ya de la casa, tiene el accidente.

-¿Crees que acabará siendo condenado?

-No tengo ninguna duda. Y te digo más, si se salva de esta, sobre todo después de la confesión del testaferro uruguayo [Fernando] Belhot, si sale de esta, creo que se merece la Alta Distinción de la Generalitat, porque de verdad tendría muchísimo mérito. Ha ido sorteando todos los cercos, todos, normalmente por su estrategia procesalista que es la que intenta utilizar también ahora. Lo más grande de es que nunca dice 'soy inocente', siempre dice 'no podrá usted demostrarlo'. Es muy grande, pero creo que ahora lo tiene muy crudo, sobre todo por la confesión de Belhot.

-¿Qué queda del zaplanismo?

-Queda mucho, mucho más de lo que parece. Pero ya no por los nombres. Queda algo peor que eso, porque realmente el zaplanismo, que es una cultura política, una forma de interpretar el poder sin escrúpulos, el todo vale, tampoco nace de la nada, sino que no deja de ser una evolución de aquello que llamaba cultura del pelotazo. Es una manera de funcionar y esa manera de entender la política creo que no ha muerto. Pero no ha muerto no solamente en nombres y en siglas, sino que queda ahí como una especie de poso, de entender que el poder es un fin en sí mismo, que no está al servicio de nada. Y queda, sobre todo la tentación de utilizar las instituciones, como se ha visto ahora en la Diputación, que mucha gente sigue diciendo 'bueno, tampoco es para tanto...'; quedan tics en políticos y, sobre todo, el utilizar para fines personales la Administración y subyugar a toda la sociedad civil, empresarios y asociaciones. Porque al final eso es el zaplanismo, con más elegancia o menos, con más calado o menos. En su caso fue con muchísimo calado, utilizando asociaciones de vecinos, oenegés, movimiento asociativo... cualquier tentación de utilizarlo ya para mí es reprobable. Y eso no se ha eliminado del todo.

 

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