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Hovik Keuchkerian: "Me he visto obligado a posicionarme vitalmente en 140 caracteres"

El actor estrena en la Sala Off el catártico monólogo sobre la guerra del Líbano Un obús en el corazón

26/05/2021 - 

VALÈNCIA. Mucho ha cambiado el estatus profesional de Hovik Keuchkerian (Beirut, 1972) desde que estrenó el monólogo Un obús en el corazón en noviembre de 2014. Su papel de Bogotá en La casa de papel le ha procurado proyección internacional, y su recio jefe de furgón en Antidisturbios, los reconocimientos al mejor actor tanto en los Premios Feroz como en los Forqué. El ritmo de trabajo de este boxeador retirado y poeta reconvertido en intérprete ha tomado velocidad de crucero, pero se resiste a abandonar al personaje perfilado por Wajdi Mouawad y adaptado por Santiago Sánchez para las tablas españolas. Keuchkerian  asegura que cada vez que se mete en la piel de este personaje devastado por el horror y el exilio de la guerra del Líbano se vuelve mejor actor y mejor persona. No en vano, él mismo también huyó de aquella contienda civil junto a su familia a los tres años. La Sala Off ha programado este viaje de redención y memoria histórica del 27 al 30 de mayo.

- Más allá de la conexión personal, ¿qué te hace volver una y otra vez al drama y la catarsis de este personaje?
- La obra ha ido creciendo estos años, cada día tiene más poso de actualidad. Convendrás conmigo en que el mundo es un sindiós. La mitad de los países están a hostias. Cada cual estamos intentando salvar los platos en nuestros microgrupos y sociedades y tirar pa’lante. Al leer Un obús en el corazón, de entrada reverberó en mis propias raíces, porque Wajdi y yo salimos de Beirut el mismo años, pero más allá de esa coincidencia existe una conexión humana que alcanza a todo el mundo. Mi personaje tiene una forma desgarradora de hablar y poner las cosas sobre la mesa, pero cada verso es una imagen. No sabes lo que es subir al escenario y ver las caras del público, su impulso de abrazarse… 

- ¿En tus próximas funciones en la Sala Off también actuarás para tu padre y para Álex Angulo?
- Sí, siempre uso una frase construida como mantra que me hace conectar con ellos. Sé que están ahí. Tengo presente a Álex porque era tiparraco consagrado a una profesión. Compartimos seis semanas de rodaje en Zaragoza en la road movie Justi & Cia (Ignacio Estaregui, 2014). Me habría pasado escuchándole toda la vida... Él vio en mi manera de ser y de comportarme una potencia extrema, tanto en lo bueno como en lo malo, así que me dio consignas basadas en su experiencia vital. Tuvo fe en mí. Nos hermanamos de por vida. Y pienso en mi papá porque ya no está y éramos muy iguales. Chocábamos, pero ahora estamos en paz. Seguro que piensa: “Fíjate dónde está el niño, que era un pieza y no sabíamos por dónde iba a salir”. 

- Sin embargo, repites a menudo que cuando te cansas o pierdes la pasión por algo, lo dejas en cuestión de días. ¿Corremos el riesgo de perderte como actor?
- Entre la gente de mi círculo es una broma recurrente decir que cualquier día voy a dejar colgada una película para pintar una capilla o levantar un muro de conchas. La gente mayor que me conoce desde hace muchos años, suele preguntarme cómo me va la cosa esa de actor, pero creo que va para largo. Ser actor trata de vivir muchas vidas, de investigar, de vivir desnudo, sentirte expuesto y no tener miedo a que te hieran. Un actor ha de tener una vulnerabilidad basada en la exposición, no temer al  fracaso ni al ridículo, algo que me ha acompañado toda la vida. Este trabajo me permite no cansarme. Cada proyecto es una historia nueva. Está vivo. Aún así, ahora decidido parar, pisar la bola.

- Entiendo que es algo temporal.
- Sí, llevo tres años y medio muy cansado, tóxico, alcoholizado, comiendo muchísimo, fumando y viviendo como un animal. Estoy en un proceso de detox potente. Me alimento bien, no toco el alcohol y he bajado a 20 pitillos de liar, cuando antes me fumaba cuatro paquetes al día. He vuelto a entrenar, cosa que no hacía desde que me bajé del ring hace 17 años. Me encuentro como un pepino y voy como un tiro. Mi objetivo está en hacer un trabajo interior y convertirme en la mejor versión de mí mismo, aunque sé que suena a libro de autoayuda.

- Siempre has dicho que el boxeo, disciplina de la que fuiste campeón de España en la categoría de pesos pesados en 2003, ha sido tu universidad de la vida. ¿En qué medida lo es también de tu carrera teatral, donde siempre has actuado solo?
- Efectivamente, el boxeo es uno de los pilares fundamentales de mi vida. No sería el mismo actor de no haber sido púgil. Hay una cantidad de similitudes brutales. El obús es lo más parecido a subirme a un ring a pelear: no hay escapatoria, no hay red, pero a la vez me permite volar y ser libre. En general, me pone llegar al teatro, hacer mi rutina y saber que tengo frente a mí una carga de responsabilidad durante hora y media, sentir el sabor de sangre en la boca los dos minutos antes de enfrentarme al público. Creo que el boxeo debería enseñarse en los colegios, porque te enseña una serie de fundamentos básicos que te acompañan en la vida para todo lo que quieras hacer.

- ¿Y qué te enseña Breaking Bad? Ya has visto sus seis temporadas 14 veces.
- Esa serie debería enseñarse en las escuelas de interpretación. Elijas el personaje que elijas, puedes reparar en todo el abanico de atmósferas, reacciones y emociones que ha de enfrentar un actor o una actriz. Siempre que la vuelvo a ver descubro cosas. Es enrevesada y te lleva a plantearte cuestiones vitales. Es una obra magna. No dejaré de verla hasta el día de mi muerte. 

- Tras abandonar el cuadrilátero, encontraste desahogo en la escritura. ¿Te permite el ritmo actoral continuar con tu carrera literaria?
- Últimamente no estoy escribiendo. Durante la primera ola de la pandemia, varios medios me llamaron para que posteara y me explayara en la intromisión de la pandemia en nuestros niveles emocionales. Accedí, pero me salía una cantidad de veneno y de rabia, que finalmente no lo hice. La escritura ha sido y será siempre una vía de confesión, un vómito sobre el papel. Empecé accidentalmente. Me dices hace 12 años que iba a tener cuatro libros publicados y me río en tu cara. 

- Tampoco te veo mucho de postear. De hecho, hace años que abandonaste las redes.
- Dejé Facebook y Twitter, exactamente, en febrero de 2011, después de tener dos días seguidos de peloteras. Una mañana me levanté diciéndome ¿qué es esto de saber de todo, opinar de todo y contestar a todo el mundo? Me he visto obligado a posicionarme vitalmente en 140 caracteres. Soy de carácter impulsivo, así que prefiero no estar expuesto en redes, para estar tranquilo. 

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