VALÈNCIA. Mucho se ha hablado de la generación Nocilla o la generación de EGB, pero la única generación con rasgos definidos es la generación Bruguera, aquellas personas que, por ejemplo, cuando leen "troglodita", piensan en Hug. Si les hablan de la Edad de Piedra, recuerdan las andanzas de Hug. O, en su defecto, les viene a la mente Troglodito, que había aparecido antes, Altamiro de la Cueva, que vino después, Roco, Roquita y Los Trogloditas que desarrolló también Gosset, o Burrus y Sapiens, los apelativos con los que renombró su idea para la revista Garibolo cuando se hundió definitivamente Bruguera y no tenía los derechos. Hay poco margen para pensar en el paleolítico sin que a un miembro de esta generación le venga a la mente algún dibujo salido de nuestros tebeos.
En el tomo de la colección Olé! de 1971 se vendía a Hug como un personaje que hacía "gansadas prehistóricas". Ya en el gag de la portada, en el que salía comiéndose la cáscara de un huevo gigante de dinosaurio en lugar de su interior, los que le veían en acción, un par de gusanitos, comentaban que no se trataba de un "homo sapiens" sino de un "homo burrus".
Sin embargo, por muy "burrus" que fuera, tenía poca maldad. Como siempre, multitud de sus chistes, infinidad y la inmensa mayoría, se basaban en equívocos. A veces errores visuales, como irse a vivir al estómago de un dinosaurio pensando que es una cueva, otros con dobles sentidos de carácter troglodita. Es decir, si te entregaba un papel o una notificación, estaba escrito en una piedra, de modo que si te daba en la cabeza al recibirlo, te hacía un chichón. Con estas cosas éramos felices los niños.
El personaje tenía bastante de Carpanta. Su objetivo a menudo era comer, pero no solía tener suerte, aunque a veces la gracia estaba en que se daba banquetes pantagruélicos. Con lo que estamos viviendo en la actualidad, el aumento de la desigualdad y la precarización de cada vez más sectores laborales, había una historieta que era deprimentemente actual. Leía Hug una oferta de trabajo en el periódico en la que pedían a alguien que llevase "el peso del negocio". El protagonista se dirigía a casa de su amigo Pitákoras para que le enseñase Matemáticas y poder así pasar la entrevista. Sin embargo, al presentarse en la oficina solo le observan el físico y le contratan. Su trabajo consistirá en repartir "pesados" dinosaurios a domicilio. Al doblarse el espinazo cargando con su peso, se lamenta pensando en el futuro: "encima el contrato que he firmado es de por vida".
Los secundarios eran otro de los fuertes de Hug. Estaban Kateto, un troglodita con pocas luces, o Curalotodo, el médico. Destacaban especialmente Pikaso, el artista. En una historieta se burlaba Hug de su condición regalándole un cuadro que en realidad era la ventana. Pikaso se quedaba fascinado por el realismo de la obra, incluso creía notar que parecía que se movía el sol.
Pitákoras, el profesor de Matemáticas, llevaba gafas, lo que ponía de manifiesto que era un intelectual o intelectualoide. Hay una carga de profundidad de Gosset en una historieta en la que le decía a Hug que comer era demasiado materialista y que tenía que pensar en empresas más elevadas. Este dúo luego fue a parar a Los Trogloditas, donde uno proclamaba "yo alimento el estómago" y el otro contestaba "yo el coco".
Según la biblia de Humoristan, Gosset, que transformaba su apellido para que en catalán significase "perrito", era un "creador ocurrente, de guiones simples pero efectivos, muy adecuados para lectores de corta edad. Sus dibujos caricaturescos estaban realizados con pocos trazos pero dotaban de gran expresividad a sus viñetas". Como lector, si había algo que destacaba de Hug era su amabilidad. Eran historietas con pocas aristas, muchos colores, y muy simpáticas al mostrar el mundo actual traspasado a la era Cuaternaria. Era la misma premisa que Los Picapiedra, pero lograba así que no hiciera falta un gag espectacular, sino que se disfrutaba cada página por los pequeños detalles y ocurrencias.
A finales de los 70, Gosset llevó más lejos la sátira y la parodia que había dibujado hasta entonces. Durante la Transición, se manifestó con especial virulencia la figura del nostálgico. Personas de extrema derecha descontentas con la llegada de la democracia que veían en cada detalle el fin de los mundos y el apocalipsis. No en vano, fenómenos nuevos como el paro o la drogadicción eran bien explotados por sus publicaciones de manera más oportunista que oportuna para asociarlos a la democracia (tampoco era algo exclusivo de fascistas, hoy, la izquierda de la izquierda hace lo mismo con la llamada desindustrialización). Inspirado en todos esos fachas en estado de ansiedad, en las páginas de Tío Vivo, apareció Carpeto Veto, la caricatura para niños de un fascista de este tipo.
Sin embargo, el personaje tiene una actualidad escandalosa. Se define como "nacionalista mesetario" en una historieta rescatada por El maravilloso mundo de los tebeos, algo que dudo que los niños entendiéramos entonces. De hecho, siempre tenía que explicar y subrayar los chistes. En uno en el que se daba un baño, se le perdía el bañador, pero como no podía salir desnudo del agua, se ponía a tejer uno nuevo en mitad del río. Entonces Gosset tenía que dejarlo claro y ponía en su boca "mi moral carpetovetónica me impide salir del agua sin paños menores". El baño siempre fue un asunto de controversia para el conservadurismo tanto de las localidades costeras como del interior. De hecho, en alguna historieta mostraba expresamente su rechazo a la exhibición de "pantorrillas" de las turistas extranjeras. En la otra biblia, Tebeosfera, se describía así al personaje: "un tipo anclado en el pasado que se niega a admitir la evolución de la sociedad".
Gosset fue, como tantos otros, de formación autodidacta. Se chupó todos los avatares del siglo con la eterna crisis editorial de los tebeos. Eso le llevó a la reformulación continua de sus personajes. Así destacó la troglodita Roquita en Zipi y Zape, que se dedicaba a eludir la sopa que le había preparado su madre, que era también, como se ha mencionado, un soplo de aire fresco. Una historieta ligera que siempre apetecía leer.
Con el conflicto por los derechos de autor cuando se hundió Bruguera, Brutus solo presentó como novedad con respecto a Hug que se había afeitado. Pitákoras seguía siendo el mismo, aunque se llamara Sapiens. El intelectual le seguía dando consejos, como convertir las piedras en ruedas, pero Brutus era incapaz de hacer algo útil con sus enseñanzas y siempre acababa mal. Según Aquellos maravillosos tebeos, su última historieta conocida seguramente sea en el Mortadelo Extra nº65 del 31 de enero de 1996. Desde ahí, poco más se supo del autor hasta su muerte en 2018. Algo hubo que le hizo preferir el anonimato. Se especula con que pudo ser un rechazo visceral al leonino mundo del tebeo en España. No dio entrevistas ni quiso recordar.
Según Antoni Guiral, "discreción. Ésta sería posiblemente la condición que mejor definiría a Gosset. porque, si de los principales colaboradores de Bruguera resulta relativamente sencillo encontrar fotografías, información, datos o biografías, no ocurre lo mismo con Gosset, uno de sus más constantes autores, una de sus firmas más presentes, creador de personajes populares en su momento, como Hug, Facundo o Domingón, sobre todo. Hay, sí, alguna fotografía, algún dato, pero es como si Gosset hubiera esquivado cualquier relación con los actos de promoción, con el universo mundano que, también, está instalado en la profesión de historietista. y, por méritos, le corresponde estar entre los más destacados humoristas de la segunda generación de la escuela Bruguera". Descanse en paz.