Como si de un documental de animales se tratara, la historia que propone la novela gráfica 'Intensa' es la de una alienígena fascinada por el sexo de los humanos tras abducir a un hombre por curiosidad. La extraterrestre acepta adaptar su cuerpo al de los terrícolas, aunque eso le suponga dejar de tener nueve tetas y quedarse con la ridícula cifra de dos, para averiguar por sí misma cómo son sus relaciones. Una historia de ciencia ficción sobre la magnitud infinita e inabarcable de la estupidez humana
El descubrimiento en 2017 de Sole Otero con su Poncho Fue editado por La Cúpula fue una de las lecturas más gratas del año. Conseguía plasmar lo más valorado en el arte actual de la viñeta: lo personal e intransferible. Otero contaba la historia de una relación en primera persona. Eran pormenores, detalles, conversaciones y discusiones que, relatadas con hiperrealismo, estaban llenas de llamadas de atención al lector sobre su propia vida. En muchos aspectos se puede uno identificar, aunque sea con situaciones similares vividas que nada tienen que ver con la personalidad de los protagonistas del tebeo.
De todos modos, la fuerza de la obra radicaba en su carácter liberador. La protagonista se había enredado con un cantamañanas. Un joven al que la vida aún no le había abofeteado con fuerza y, mientras esperaba su momento, le amargaba la vida a otra persona con sus caprichos y complejos. ¿El hombre de Ese hombre, la canción de Rocío Jurado de excelsa letra? Pues parecido, porque es un estereotipo muy frecuente.
No es extraño, por lo tanto, que el siguiente trabajo de Otero que nos llega, publicado este año por Astiberri, aborde la misma cuestión, la guerra de sexos, pero esta vez con humor. Atrás quedó el drama, en Intensa la relación sentimental es hilarante y el guión sigue aspirando a poner los puntos sobre las íes, pero arrancando carcajadas al lector.
El argumento pate de una premisa de ciencia ficción. Un grupo de hembras de una especie alienígena escapa de su planeta de origen. Su cuerpo está concebido genéticamente para morir después del parto. Tras una rebelión, empoderamiento y demás, planean una huida. Mediante una hipnosis colectiva, aturden a los machos y escapan de su planeta sin emplear la violencia. Cuando se dieron cuenta, los machos, desesperados, salieron detrás.
Desde entonces, escondidas en un lugar apartado de la galaxia, junto a nuestro planeta, las hembras científicas de esta especie trabajan en modificaciones genéticas para alterar su condición que les obliga a morir al dar a luz. Llevan consigo litros de semen que han robado, por lo que pueden seguir reproduciéndose y, de las criaturas que nacen, separan a los machos para que les abastezcan de más semen mientras buscan la solución que alargue su existencia.
En una nave vigía de seguridad, se encuentra una de estas alienígenas y el ordenador central de su nave, Xoxo, que se dedica a colmar todas sus necesidades. Tienen gimnasio, sala de baile y equipo masturbatorio para llevar lo mejor posible la soledad, pero, además, cuentan con un sofisticado mecanismo de abducción para poder secuestrar a criaturas de los planetas cercanos y violarlas. En esta historia de soledad galáctica, todo se complica cuando la protagonista abduce a un humano y le sorprende el buen sexo que le da.
Todo esto es la excusa con la que Sole Otero examina la sexualidad humana con la distancia de un documental sobre fauna. El pretexto de la alienígena que, fascinada por los humanos, quiere conocer más sobre su especie, sobre todo sobre su sexo, sirve para marcarse un recital de divertidísimos equívocos. La alienígena toma forma de mujer, la más perfecta posible, y baja a la Tierra para lo único que le interesa que es repetir con el chaval al que ha abducido, aunque le suponga adoptar una ridícula forma con dos pechos, cuando ella tiene nueve.
El relato tiene varias cargas de profundidad. De todo se pueden extraer varias lecturas. Tanto de las alienígenas feministas, que desprecian el individualismo, como del humano, un escritor que vive obsesionado con su obra, incluso por delante del sexo, lo que en las inclinaciones artísticas suele ir al revés. Lo suyo es triunfar para obtener sexo. Sea como sea, Otero retrata como una maestra el infinito inabarcable de la estupidez masculina.
Todo el desarrollo y los giros argumentales son puro delirio. Las viñetas están cargadas de sexo, a veces muy explícito, pero como ocurriera en Poncho Fue, la naturalidad con la que se trata alejan cualquier intención de sugerir erotismo. El enredo se va enmarañando en cada página cada vez más y, cuando ya parece que la cosa no puede dar más de sí, acaba con un final en alto espectacular. Si este guión viniera en cofre de película hollywoodiense, sería una de las obras de la década que acaba.
Como la autora explicó en una entrevista su estilo tiene algo de experimental, en el sentido de que se replantea lo que le rodea. Intensa viene a ser un ejercicio de abordar el amor romántico desde la perspectiva de alguien que no puede entenderlo, que les completamente ajeno, así como todos los ritos de apareamiento que abundan en nuestra sociedad y que no nos paramos a pensar en ellos.
El gran valor de esta obra es su carácter de verso libre. Aunque se trate de una autora joven, aunque se considere feminista, no hay bloques ideológicos en sus relatos. Aunque se parta de ideas claras, se llega en las partes sensibles a una zona de grises en la que se ponen de manifiesto preguntas y contradicciones. Sin importar la orientación de los artistas, ese ejercicio de poner en duda el propio discurso es lo que ha hecho que tantas obras del cómic underground, especialmente el estadounidense, sean clásicos de la literatura contemporánea.
Resulta bastante obvio que si se nos exigen posicionamientos claros e inequívocos y tenerlo todo muy claro, es porque ese estado sirve más al confort de otros bien situados. Dudar, sin embargo, significa que se está pensando y ese ejercicio no suele ser tan bien recibido en ninguna parte y, por desgracia, puede hacérsele incómodo al que se atreve a llevarlo a cabo.