VALÈNCIA. Antonio Montiel (Jaén, 1958), exsecretario general de Podem y exsíndic de la formación en Les Corts hasta hace dos años, renunció este jueves a presentarse en las listas autonómicas del partido morado para las elecciones de 2019. Volverá a su puesto de secretario al Ayuntamiento de Albal, donde tiene plaza, y si puede lo compaginará con la docencia universitaria. Una decisión quizá inesperada para muchos -ya que se presentó a las primarias hace dos meses para integrarse en la lista del Parlamento valenciano-, pero que llevaba barajando desde hace días y que terminó comunicando este jueves, a un mes de que se disuelva la cámara y finalice su trabajo parlamentario.
Lo hizo cargando de críticas al partido, al que considera que no ha "estado a la altura" y que, por tanto, tiene "una responsabilidad en la desafección política existente". Un mal que Podemos aprovechó para nacer en su día y ser un partido diferente, pero en el que no han estado exentos los "personalismos" y las luchas de "egos" que han terminado derivando en que la formación se haya transformado en una fuerza "izquierdista al viejo estilo". Una serie de concatenación de hechos que han culminado, o al menos así lo deslizó Montiel, en la 'vulgarización' de los morados por convertirse en lo que en su día criticaron.
La renuncia, atendiendo a sus palabras, sólo puede entenderse remontándose a sus orígenes en Podem y a la evolución que ha tenido la propia formación desde que se propuso "asaltar los cielos", ya que la desazón del exdirigente va de la mano del ocaso de la formación a la que, de momento -y se esforzó en remarcar este condicional-, seguirá perteneciendo.
Podemos irrumpió en 2014 en el Parlamento Europeo con cinco escaños. Un inesperado éxito en las urnas tras el cual el partido comenzó a diseñar un equipo solvente para preparar su aterrizaje en la Comunitat. El objetivo era gozar de una mínima estructura para acudir con garantías a las elecciones autonómicas de 2015, cita para la que el secretario general, Pablo Iglesias, confió en el profesor de Derecho Constitucional y miembro de la Fundación Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS), Antonio Montiel.
El viento soplaba a favor y las encuestas, también. No en vano, entraron con holgura en Les Corts, donde obtuvieron 13 escaños; y en el ámbito estatal, consiguieron convertirse en la tercera fuerza con 69 diputados por detrás del PSOE. Unos votos que bebían de la crisis de representación provocada por el hartazgo social con el funcionamiento de los partidos políticos tradicionales.
Un mal endémico del que Podem no tardaría en contagiarse. Pronto comenzaron las divisiones orgánicas, que en la Comunitat se visualizaron por primera vez cuando Montiel decidió destituir a la secretaria de Organización, Sandra Mínguez. El fallo que desató la contienda interna posterior no radicó en el contenido, sino en la forma: debido a un "error informático", la propia Mínguez se enteró por un correo electrónico a través de la red social Telegram de que iba a ser destituida antes de que nadie se lo hubiera comunicado en persona formalmente.
A partir de entonces, la dirección regional comenzó a ser cuestionada. Dentro del propio grupo parlamentario autonómico se distinguían varios diputados favorables a Mínguez –partidaria de redefinir el proyecto político en un Vistalegre valenciano– y críticos con Montiel entre los que se encontraban Antonio Estañ, Cristina Cabedo, Daniel Geffner y César Jiménez, además del senador Ferran Martínez. Por su parte, la corriente oficialista representada por el síndico en Les Corts era respaldada por la diputada en el Congreso, Ángela Ballester y la portavoz adjunta en Les Corts, Fabiola Meco.
Los críticos acusaban a Montiel de no ser lo suficientemente exigente con el Consell de Ximo Puig. Una baza sobre la que el actual líder de los morados en la Comunitat, Estañ, construyó parte de su campaña para derrocar al sector de su predecesor; algo que, de hecho, consiguió. Sin embargo, para Montiel, han pasado dos años desde que dio "un paso al lado para no ser secretario general" sin que se haya habido "mucho cambio". La falta de discusión de Podem con el Ejecutivo valenciano en los Presupuestos de la Generalitat de 2019 es un ejemplo de ello.
Todo este escenario autonómico, sin embargo, no era una excepción, sino más bien una extensión de lo que sucedía en Madrid. Podemos comenzaba a adolecer la creciente división interna entre 'errejonistas' y 'pablistas' cuyo origen partió de la unión de Podemos con Izquierda Unida, que muchos consideraron errónea porque suponía perder una de sus esencias: la transversalidad.
A esta crisis se sumó también la transformación de lo que a priori pretendía ser un partido horizontal que recogía la indignación de la calle, en una formación con un marcado hiperliderazgo de su fundador, Iglesias, y una verticalización del aparato impuesta por la dirección que derivó en que una fuerza emergente, se hiciera vieja quemando etapas demasiado rápido. Con los personalismos, la férrea estructura vertical y la división de familias con los consiguientes ceses de los derrocados en cada proceso interno, la etiqueta de la "regeneración" con la que se bautizaron comenzó a desdibujarse. Unas losas que siguen arrastrando a día de hoy.
La marcha de Montiel es una más en toda la sangría que desde hace meses se está produciendo. Para el exsecretario de Podem en la Comunitat, la herida por la que sangra la formación es simple: "Hemos vuelto a ser una vanguardia izquierdista al viejo estilo". La más dura crítica que se puede arrojar sobre una fuerza que pretendió ser el reverso de la moneda de la vieja política y un "partido-movimiento", pero al que se le olvidó ejercer y atender lo segundo: los movimientos sociales. Estas son algunos de los factores que han contribuido a su 'vulgarización':
-'Cacicadas' en procesos internos. A lo largo de estos dos últimos años, Podemos ha celebrado distintos cónclaves municipales y autonómicos. Unas citas en las urnas para los inscritos sobre las que ha sobrevolado la sombra de las 'cacicadas'. En la ciudad de València, sin ir más lejos, el pasado mes de abril, la dirección estatal no respetó los plazos fijados por la propia Secretaría de Organización que ocupa Pablo Echenique para las asambleas ciudadanas –congresos–. No solo ampliaron el plazo de inscripción de candidaturas en 36 horas el mismo día que estaba previsto que se cerrase, sino que también hicieron lo propio con el periodo concedido para la recogida de avales el último día de recolecta. Es decir, las reglas del juego cambiaron una vez iniciado el proceso.
-La crisis del chalé. En mayo de 2018, Pablo Iglesias e Irene Montero compraron un chalé con 2.000 metros de parcela en Galapagar, a unos 40 kilómetros de Madrid, que costó aproximadamente 600.000 euros. La maniobra desató un aluvión de críticas y reproches entre las bases, que durante días inundaron las redes sociales. Jornadas en las que, por otra parte, el silencio imperó entre diputados nacionales, autonómicos y concejales. Para enmudecer el revuelo generado, Iglesias y Montero tomaron la determinación de someter a escrutinio entre sus inscritos si debían continuar o no, al frente del partido. Es decir, trasladaron una decisión personal al seno de la organización, obligando así a que ésta se dividiera. Ardid que no agradó a nadie, incluso a aquellos que no cuestionaron en ningún momento la decisión que afectaba a la esfera personal.
-Guerra de familias. Más allá de las divisiones en estatal y autonómico, conviene recordar que las tretas que unos bandos y otros han empleado con sus contrarios han llevado la firma de la política al más puro estilo de House of Cards. En el último proceso para elegir candidato a la Generalitat Valenciana, en el que Montiel se posicionó del lado de Renaix Podem -candidatura alternativa a la oficialista, Endavant Podem, que lideraba Rubén Martínez Dalmau-, entre las bases se hizo circular de nuevo el vídeo en el que el exsecretario general comparaba el "cesarismo político de Iglesias" con el de Hitler o Saddam Husein. Un desliz por el que ya pidió disculpas en su día, pero que sus adversarios quisieron reavivar para zancadillear la candidatura en la que se insertó. No en vano, su frase de este jueves, no fue arrojada al azar: "Nos hemos perdido el respeto al intentar imponernos en lugar de trabajar desde la pluralidad".
-La marcha de Errejón. Tras meses de desavenencias, el pasado mes de enero, Íñigo Errejón, dejó su acta en el Congreso para marcharse a la plataforma Más Madrid que lidera la alcaldesa de la capital, Manuela Carmena. La ruptura entre los que un día formaron binomio, ha dividido aún más al partido y se ha extendido a todas las comunidades autónomas.
-El ostracismo de los antiguos líderes. A pesar de haberse convertido en el reflejo de lo que un día señalaron, un partido tradicional, Podem aún guarda alguna diferencia con ellos. Cuando un líder ha sido defenestrado en PP o PSOE, suele cuidarse la posición a la que se les relega y existen ciertas deferencias con los antiguos dirigentes. En el caso de Montiel, no obstante, parece que estas gentilezas no se han mantenido a juzgar por lo expuesto. Asegura que nadie le ha pedido que se quede y tampoco han permitido su participación en la confección del programa electoral.
Una desconexión con el rumbo que tomará el partido que ha pesado finalmente en su salida. Una salida con la que el exlíder aprovechó para contar las verdades -al menos las suyas- del barquero que, aunque en su mayoría ajustadas a la realidad, evidencian también cierto grado de resentimiento hacia los jóvenes que ahora dirigen el partido y que han decidido arrebatarle cualquier protagonismo. El puesto número 6 de la lista que deja libre, será ocupado por Mar Blanch, proveniente de la candidatura Endavant Podem.