La necesidad de virar el sistema productivo valenciano se topa con una realidad precaria
VALÈNCIA. Desde hace un par de años se llama ‘La Bonita’. Antes, ‘Capricho’. Es un restaurante del Polígono de Catarroja. Al frente de él se encuentra Cristina. Durante cinco años fue camarera, pero hace dos dio un paso adelante. Ahora es la gerente de un local donde se ofrecen menús y medios menús a precios competitivos. En estos siete años ha visto como el polígono donde se encuentra el local ha vivido cursos malos, con pocos clientes, pero “en 2013 y 2014 remontó”, relata. Como la inmensa mayoría de los trabajadores del polígono, esta valenciana de Benicalap acude al trabajo en vehículo privado. Erika, la camarera, que lleva un año, prepara los cafés para una cuadrilla de trabajadores habituales de la zona. Los clientes bromean con Cristina. Todos se conocen. Un trabajador de una nave de la calle 31 confirma la impresión de Cristina. “Sólo hay que mirar. Antes no había ni un coche en la calle y ahora no se puede aparcar”, comenta.
En toda la Comunidad Valenciana hay más de 700 polígonos industriales. La cifra exacta varía según fuentes, según explica el gerente de FEPEVAL, Diego Romá. Pese a no tener datos fiables, Romá ratifica las impresiones de los trabajadores. “Hemos detectado que ha habido aumento de la actividad. Desde hace tres años se ha percibido además de mayor actividad, mayor ocupación de las naves, hay construcción de naves en solares vacíos, empieza a haber atascos, más asistencia en los restaurantes… y también hemos detectado más actividad inmobiliaria. Son datos más subjetivos que objetivos, pero tenemos indicios de esa recuperación. También hay que matizar que los mejores índices de ocupación se dan en los polígonos con más solera, como Fuente del Jarro, pero en todo el territorio valenciano hay muchos polígonos vacíos, que se han construido en zonas que no correspondían, hay polígonos fallidos y es complicado que repunten. Los del área metropolitana están bien; los del interior, hay algunos que no se han llegado a estrenar”, explica.
En su último libro, Economia del Bé Comú i Transformació del Model Económic (Vincle, 2019) el catedrático de la Universitat de València Joan Ramon Sachis i Palacio alude a estos polígonos como icono de la crisis. Según él, las consecuencias de las “equivocadas medidas” que rigieron la economía valenciana durante los últimos 20 años “fueron devastadoras” y gran parte de los sectores industriales valencianos “casi desaparecieron del territorio valenciano”. “El caso de las comarcas centrales y de los sectores del textil y del juguete son bastante ilustrativos”, añade. “Hoy quedan numerosas naves industriales abandonadas que han pasado a formar parte del paisaje valenciano: un paisaje nada amable a los ojos de los valencianos que muestra los errores empresariales cometidos”.
Según explica Sanchis a Castellón Plaza, este repunte que se percibe en los polígonos industriales no implica que se encuentre la economía valenciana en un nuevo ciclo y advierte: “Aunque se creen nuevas empresas, eso no significa que se vayan a mantener. Las tasas de mortalidad de empresas son muy altas. Que haya nuevas empresas es positivo, pero si esas empresas están basadas en una economía low cost van a durar lo que van a durar. Para mí el problema de fondo es de cultura empresarial. El empresariado valenciano, en su mayoría, sólo piensa en ser competitivo reduciendo coste bajando salarios. Tienen un gran desconocimiento del management sostenible. La Generalitat debería dar formación. Cursos se hacen mucho, pero son sobre todo de temas legales. Falta el aprendizaje de estas técnicas y me gustaría saber si esta segunda entrega del Botànic es mejor que la primera porque en estos cuatro años sólo han hecho diagnósticos. Vamos a ver que medidas concretas propone durante esta segunda legislatura”, comentaba este jueves.
Como han escrito otros estudiosos, como el profesor Azagra, en su libro Sanchis señala como en estos últimos diez años ha bajado un 7% el valor absoluto del PIB de la Comunitat Valenciana o cómo el porcentaje de personas pobres ha crecido hasta llegar a cerca del 30% de la población. “Los argumentos competitivos que han utilizado las empresas valencianas y que les han llevado al fracaso económico, están sostenidos por la ideología neoconservadora y parten de falacias que conviene destapar”, escribe. “Una de las falacias neoliberales más utilizadas es que la competitividad de las empresas se consigue con salarios también competitivos (es decir, cuánto más bajos mejor) y que, si dejamos que estos (los salarios) se ajusten según el mercado, la productividad de las empresas aumentará”, agrega.
“Todas las reformas laborales que se han aprobado y aplicado en el estado español han ido en esta línea, potenciando la contratación temporal de las empresas, sin resultados positivos en su productividad y capacidad competitiva”. Y añade: “Las verdaderas causas de la baja productividad están principalmente en su mayor o menor capacidad de gestión, de forma que esta está condicionada por una limitada profesionalización de sus gerentes y empresarios, y por la insatisfacción de sus trabajadores y el mal ambiente laboral, a causa en gran medida de la existencia de una ocupación basada en la precariedad, la inestabilidad y los salarios bajos”.
Además de constatar el estado de la cuestión, Sanchis propone desde el arranque de su estudio los cuatro puntos cardinales para emprender la búsqueda del nuevo modelo económico que permita corregir esta dinámica. El primero de ellos, el cambio de estrategia empresarial en la Comunitat, con una apuesta decidida por “la mejora de la cualificación y profesionalización de las personas y en la capitalización humana y social de las organizaciones”. La implantación de un nuevo sistema de innovación sería el segundo, un nuevo sistema en el que se favoreciera la consolidación de un proceso productivo basado en la mejora de la calidad y del diseño de los productos o los servicios de las empresas con “un mayor valor añadido”. Como tercera prioridad, Sanchis aboga por la consolidación de “una estructura de empresas socialmente responsables”.
Finalmente, como cuarta medida, propugna la potenciación y consolidación de un sistema bancario valenciano al servicio del financiamiento de las pequeñas y medianas empresas y de los emprendedores. Es aquí, en este punto, donde Sanchis señala a Castellón Plaza que le parecía “muy interesante” la propuesta de crear un banco público con el IVF, que funcionase a la manera del ICO, pero no cree que se pueda concretar por la previsible oposición del Banco de España. Con todo, recuerda que “tenemos banca valenciana, las cooperativas, cajas rurales y una caja de ahorro que es Caixa Ontinyent. Aprovechémosnos de ello”, sugiere. Precisamente Sanchis dedica a las cooperativas un apartado en su libro, en el que señala sus virtudes y su potencial. “Las empresas de trabajo asociado son apropiadas para la recuperación de la industria tradicional valenciana y para la creación de nuevas empresas al estar directamente vinculadas al desarrollo local”, escribe.
Cuenta un trabajador de una empresa del polígono de Catarroja que, durante los peores años de la crisis, las calles 31 y 32 eran “un cementerio de elefantes”. Las naves a la venta ahora son pocas. Una de ellas está en la salida, cerca del tanatorio. Más adelante, camino del puerto de Catarroja, se puede ver una fábrica abandonada de hierros. A pesar del repunte, los polígonos siguen siendo “los barrios abandonados de las ciudades”, en la descriptiva expresión de Romá. “No se conservan, no se mantienen, el 80% de los polígonos no tienen banda ancha… La situación actual de las áreas industriales es un lastre para la competitividad de las empresas. Y muchas veces la gente se olvida de que el 50% del PIB se produce en las áreas industriales”, añade. Una crítica que comparte Sanchis, quien reclama “tomar medidas en temas de Movilidad” para favorecer que los trabajadores no tengan que desplazarse en sus propios vehículos al trabajo.
Las últimas noticias sobre la economía valenciana permiten ver los tantas veces mentados brotes verdes, pero la situación sigue siendo cualquier cosa menos idónea. La Comunitat Valenciana se mantiene como la región de España más endeudada en relación a su riqueza, con una deuda pública de un total de 46.921,9 millones de euros que representó el 41,6% del PIB en el primer trimestre de 2019, aunque este porcentaje se redujo en un 0,4% en comparación al anterior, según los datos publicados este viernes por el Banco de España. En un contexto en el que se reclama un cambio de rumbo en la economía valenciana, y en el que se mira a la industria, Romá reclama que se implementen las medidas de la ley de gestión, modernización y promoción de las áreas industriales. “Será un impulso para las empresas y para la dignidad de las personas que van a trabajar”, dice. Por eso, es “optimista”, aunque, dice, “cuesta mucho todo”. “La sociedad desconoce lo que aportan los polígonos, el empleo es de más calidad, pero precisamos de verdad de ese apoyo”, insiste. Un apoyo que permitiría afrontar el futuro con más confianza. Y mientras la teoría económica y legislativa bajan a la realidad, Cristina atiende a sus últimos clientes del día en La Bonita.