Mujer, madre, abogada, diputada. Libre. No quiero que desde ninguna tribuna política o lobby mediático se me imponga un modelo dañino de como ser mujer. Ni lo quiero para mí ni quiero que el Estado aplaste nuestra esfera personal hasta moldearla al antojo del político progre de turno ni que para que una mujer se sienta realizada se tenga que criminalizar y arrinconar al hombre por el mero hecho de serlo. Nosotras no debemos pedir permiso para ser mujeres y ellos no deben pedir perdón por ser hombres. La colectivización de la sociedad empezando por el sexo para luego enfrentarnos no deja de ser un arma más de una miserable izquierda radical que se alimenta del odio y de la confrontación para poder sobrevivir. La dicotomía es clara: frente al consenso vil, el individuo; frente a la imposición, Libertad.
La ministra de igualdad, Irene Montero, no tardó ni una hora en tuitear su opinión sobre la aparición de una famosa de la prensa rosa que acusaba en prime time a su exmarido de continuos malos tratos - dejaremos a un lado el inmenso despilfarro de dinero público que nos cuesta tener un ministerio solo para que la chica tuiteé y se forme su grupo de palmeras-. Y lo hizo para dictar sentencia firme y no recurrible: el hombre es el culpable. Es indiferente que uno de los mayores logros del estado liberal y de derecho sea la presunción de inocencia. Eso no va con ellos. El buen comunista señala para regocijo de sus masas y cumplen con su aspiración de encontrar siempre un culpable para cada problema. La defensa injustificada y subjetiva de una mujer por el mero hecho de serlo conlleva un ataque directo a la dignidad individual de cada una de nosotras. El día que entiendan que somos mucho más que un cupo a cubrir, ese día, habremos avanzado de forma importante en la igualdad, en la de verdad, no de su igualdad impostada conducida por su ideología.
Pero tienen un gran problema que afecta directamente a su credibilidad y que termina por agotar su discurso y es que el contubernio político, periodístico y tuitero podemita acaudillado por los marqueses de Galapagar, es incapaz de sostener su postura cuando el hombre implicado es de los suyos. ¿Quizá se hayan ya olvidado de las ansias que tenía Pablo Iglesias de azotar hasta hacer sangrar a Mariló Montero? ¿Y de cuándo mandó al gallinero del Congreso a Tania Sánchez tras sustituirla en su relación amorosa por Irene? ¿Qué condena ha recibido “coleta morada” por robarle el móvil con fotos y conversaciones íntimas a su exasesora Dina? ¿También han guardado en un cajón el hecho de que Pablo Echenique haya tenido a una asistente en su casa sin contrato alguno? Y lo más sangrante de todo, ¿porqué Podemos votó en contra de investigar en el Congreso y en los Parlamentos de la Comunidad Valenciana y de las Baleares los abusos sexuales a niñas tuteladas por sus gobiernos en centros públicos? ¿Acaso esas niñas no merecen ni siquiera un miserable tuit? ¿Y porqué solo les importan las víctimas de las manadas de violadores cuando no hay ningún extranjero entre ellos?
Estos días hemos conocido la condena a cinco años de prisión del exmarido de la consejera Mónica Oltra. Yo no voy a condenar a nadie por algo que no ha hecho -nosotros no somos como ellos-. Pero sí es cierto que la sentencia deja bastantes dudas acerca del papel de la Consejería de Igualdad y Políticas Inclusivas e incluso la acusa de “hostilidad y absoluta falta de empatía hacia la víctima”. ¿Se imagina el lector si estos abusos se hubiesen cometido bajo la tutela de un consejero de Vox o de cualquier otro partido no izquierdista? Como ha sido un cargo del gobierno “del pueblo”, silencio. Silencio ensordecedor. Silencio culpable de una manera retorcida de hacer política para lucrarse de las miserias humanas de unas víctimas inocentes.
Lo he afirmado en el título y me reafirmo: la izquierda odia a las mujeres. Para la izquierda las mujeres somos meras armas arrojadizas, insignificantes rehenes de una ideología burda e insostenible en el tiempo si no es por el estancamiento en la miseria y la pobreza. Si una diputada recibe una pedrada, primero miran a qué partido pertenece. Si una mujer es agredida en un bar por unos delincuentes, lo obvian si es pareja de un guardia civil. Si una mujer es violada, investigan si el agresor tiene DNI o no. La izquierda se sirve del falaz discurso de defensa de la mujer como se sirve del falaz discurso de defensa de los más desfavorecidos. Y lo hacen única y exclusivamente con fines electorales. Si eres de los suyos, puedes insultar, denigrar, agredir o amenazar a una mujer. Si no eres de las suyas, no tienes derecho a definirte como la clase de mujer que te dé la gana de ser. Ellos son capaces de llamar “machista” a una mujer que prefiere poder elegir en libertad a dejarse tutelar en su día a día por un señorito en una poltrona.
Esta es una verdad incómoda, pero alguien tenía que decirlo.
Guionistas, cineastas, showrunners, publicistas y, en general, mujeres creadoras del audiovisual participarán en un encuentro a cargo de la Universitat Jaume I de Castelló, cuyo objetivo principal es analizar sus obras, pero también conocer cómo heredan y construyen un nombre propio en la industria