Los negacionistas de la pandemia que sigue ocupando los medios y las conversaciones, suelen presentarse como los ‘locos’ de esta historia, los que están fuera de lugar, y tal vez es así, pero me recuerdan a los negacionistas de la demolición del estado de derecho y democrático que vive España.
El asunto de la pandemia sigue batiendo records en cuanto a la capacidad de copar la información en los medios, redes sociales y las tertulias, tan nuestras. Vayas donde vayas, encuentras covid-19 en todas sus vertientes, desde las ideas para la vuelta al cole a los confinamientos voluntarios, y siendo importante conocer algunos datos y sobre todo mantener una prevención en nuestros hábitos, creo que no es menos importante conocer los asuntos que afectan a nuestra democracia, tales como los debates rtparlamentarios, las propuestas legislativas, nuestra relación en la Unión Europea y el funcionamiento de nuestras instituciones.
La realidad es que la información relativa a la pandemia ha pasado del puro interés general para ofrecer noticias relevantes y concienciar a la población a un exceso de titulares con cierto amarillismo para alarmar constantemente, y ahí creo que ni los medios deberían entrar en ese juego de excesos buscando las visitas a las noticias, ni los ciudadanos debemos someternos a esa sobrecarga de información relativa al virus que nos genera ansiedad y hasta pánico. “La manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica, porque destruye los cerebros”, así se pronuncia el filósofo Noam Chomsky.
La vida sigue y el virus ha servido para generar tal cantidad de noticias y con una gravedad que está siendo la cortina de humo perfecta para todas las demás informaciones que suceden, especialmente las que incomodan al poder o las que debería conocer la población. Porque los medios en una democracia sana ejercen de contrapoder y suelen estar para molestar y no para aplaudir, pero el actual ejecutivo sabe lo que hace y se nota que está dirigido en la sombra por un estratega. Así lo demuestra la última campaña de comunicación consistente en pedir unidad a cualquier precio y buscando el apoyo de la oposición a modo de cheque en blanco.
Esta semana se ha producido la apertura del año judicial, en dicho acto el presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, órgano de gobierno de los jueces, volvió a reclamar a los partidos que renueven la cúpula de la justicia. Sin entrar en el fondo del asunto y creador del problema que es la total injerencia de los políticos para colocar en los puestos de mayor responsabilidad a jueces y magistrados cercanos, creo que la actitud del actual presidente Lesmes entra en consonancia perfecta con la estrategia que elabora el gobierno desde su agencia de comunicación monclovita. Reclama algo justo y razonable, pero sin querer reconocer que la situación es tremendamente excepcional, porque en las cuatro décadas de democracia ni el nacionalismo catalán había lanzado un órdago tan claro a la democracia, ni un partido de extrema izquierda y antisistema estaba en el gobierno y además ningún partido había colonizado las instituciones con tanto descaro, un claro ejemplo: el nombramiento de la Fiscal General del Estado.
La democracia española está atravesando uno de los momentos más delicados y complejos, no por la crisis sanitaria y económica que causa la covid-19, sino por la erosión constante a sus instituciones más sólidas, una de ellas es la justicia que pretenden hacerla, más si cabe, a medida del poder político y que a día de hoy se erige como el penúltimo dique de contención a quienes sueñan con una falsa democracia donde sólo gobierna la izquierda totalitaria y con algún siniestro personaje de una utópica república donde los derechos y libertades sean los que decida el poder. Por ello, en esta coyuntura es absolutamente razonable mantener la cautela y defender el orden (o lo que queda) establecido. El último dique se pueden imaginar cuál es y de ahí los constantes ataques del gobierno: la jefatura del Estado en la figura del Rey de España.