Antes de las elecciones de 2008 el candidato Rodríguez Zapatero le dijo a Iñaki Gabilando: "Vamos bien, pero nos conviene que haya tensión”. El periodista y hermano del actual candidato socialista a la CAM lo contaba como algo normal en un vídeo de 2017 ante otras elecciones
Desde que se convocaron las elecciones a la Comunidad Autónoma de Madrid, muchos fuimos quiénes pensamos que tendrían un carácter nacional, no sólo por la fuerza de la capital de España y por el motor económico que supone la autonomía madrileña sino por la total implicación de los líderes nacionales de los partidos en la misma. El ejemplo más llamativo y que quizá no se ha analizado con profundidad, es el salto de todo un vicepresidente del gobierno a la política autonómica como candidato de una formación que podía quedarse fuera de la asamblea con la anterior dirigente.
El hecho de que Pablo Iglesias apueste su (ambiciosa) carrera política a las elecciones del 4M y abandonara el Consejo de Ministros es relevante y se puede interpretar de muchas formas. Algunos creen que es la manera de mantener con vida a su formación política en la capital de España, otros que es la mejor forma de asegurarse seguir en la política, aunque cambiara el gobierno de España y quizá la realidad sea relativamente sencilla. Es una persona a la que le gusta, le divierte y disfruta en la política electoral, de mítines, debates y enfrentamientos en redes sociales. Sabe gestionar el clásico agitprop comunista (agitación + propaganda) como pocos y además le llamó más poder criticar y atacar a su oponente político a diario en cualquier lugar que tener que llevar una agenda de vicepresidente del gobierno, más aburrida sin duda.
La cuestión es que con los actores de esta campaña y con las encuestas que daban una clara (y quizá engañosa) victoria al bloque del centro derecha, teníamos garantizado que pasarían cosas, y efectivamente así está siendo. La tensión ha ido in crescendo en las últimas jornadas, aunque el exceso de situaciones y la teatralidad de los hechos, ha dejado sin el efecto esperado por parte de algunos los hechos acontecidos. La profusión de amenazas vía cartas llama la atención a cualquiera, porque además de los controles de seguridad que deben pasar, un país que ha estado cuatro décadas sometido al terrorismo de ETA sabe cómo actúan los asesinos. Lo cual no significa que todas esas cartas no hayan existido, de hecho, una de ellas llevaba remite y todo, un señor esquizofrénico que reside en El Escorial, es decir, una amenaza que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, con gran experiencia en estas situaciones, controlan y valoran la peligrosidad real del amenazante.
La cuestión es, en España políticos del PP y del PSOE principalmente han sido además de asesinados, amenazados de manera gravísima y real por parte de la banda ETA y todos salían a ofrecer unas declaraciones de valentía y serenidad que siempre me han dejado gratamente sorprendido, como si fueran personas con una fuerza y capacidad de aguante superior al común de los mortales, lo cual en cierta medida es una exigencia de ejemplaridad lógica para un político de raza. Pero estos días, antes unas amenazas nada comparables a aquellas que tantas veces vimos en España, no sólo se ha traslado un alarmismo que se nota impostado, sino que automáticamente no se ha denunciado “a quienes hayan cometido ese acto”, sino que, se ha responsabilizado a los seguidores de un partido político y por enésima vez se ha intentado criminalizar a la mitad (o más) de la población madrileña.
La repetición de una mentira mil veces se convierte en una verdad o en algo asumido por la ciudadanía, así lo creía el nazismo y así lo ponen en práctica algunos líderes políticos. Los fascistas del futuro se llamarán así mismos antifascistas, otra clásica expresión huérfana de autor según los detectores de bulos, pero no por ello cargada de verdad, se puede comprobar estos días cuando los jóvenes vestidos de negro y que intentan ocultarse tras pancartas en las que pone antifascistas, lanzan piedras y objetos a las familias que van a un mitin electoral. Y si la famosa tensión que le interesa a la izquierda no da resultado, la censura también entra en campaña. La Universidad Complutense canceló un acto del líder político venezolano Leopoldo López, alegando que no podía garantizar la seguridad debido al clima de crispación, lo cual es reconocer que las hordas de violentos que toman los campus cuando los demócratas van a ellos a hablar de libertad, tienen más poder que la ley y el orden que deberían imperar y sobre todo el pluralismo y la libertad que dicen defender.