EN PRIMERA PERSONA / OPINIÓN

Lealtad institucional y ruido

1/12/2020 - 

La lealtad en política, como en la vida, es un valor irrenunciable y debería estar presente en cada uno de nuestros actos. Desde bien pequeños forjamos vínculos asentados sobre el principio de lealtad, maduramos siendo leales a unos valores, desarrollamos relaciones personales sobre la lealtad y la confianza hacia la otra persona. Y la acción política no debería jamás quedar al margen de estas premisas.

El término leal “se aplica al que no abandona a alguien determinado”, según recoge el Diccionario de Uso del Español de María Moliner. Y si algo necesita en estos momentos la sociedad es la lealtad política, que quienes están al frente de las instituciones no les abandonen, que quienes desarrollamos responsabilidades institucionales no nos perdamos en el ruido. 

La ciudadanía no nos votó para vernos cuestionar la acción de gobierno del que formamos parte, nos votaron para mejorar su vida. Se equivocan quienes tratan de ejercer responsabilidades de gobierno desde el ruido, quienes piensan que saldremos de esta crisis a golpe de titulares o tuits. De esta crisis social, sanitaria y económica saldremos aplicando medidas que nos permitan mejorar la vida de las personas, siendo leales al compromiso que adquirimos de trabajar para mejorar la vida de nuestros vecinos y vecinas, cumpliendo con nuestra responsabilidad de transformar este país y crear el escudo social que permita que nadie se quede atrás tras esta crisis. 

Gobernar es complejo, y hacerlo en un gobierno de coalición requiere un esfuerzo adicional para que todas las sensibilidades representadas en esa responsabilidad compartida se sientan ‘moderadamente satisfechas’ con las decisiones que se toman. No menos cierto es que para lograrlo se requiere la voluntad de todas las partes, una reciprocidad en la lealtad al acuerdo de gobierno alcanzado, una lealtad institucional que en ocasiones se pierde de vista entre determinados socios de gobierno.

Gobernar supone tomar decisiones para lograr un beneficio social. Gobernar en coalición supone pactar, discrepar y dialogar. Pactar las decisiones que se toman, discrepar cuando no se está de acuerdo y dialogar para convertir en acuerdos esas discrepancias. Dialogar incluso para pactar las divergencias, porque en un acuerdo de gobierno leal se pactan acuerdos, y se pactan las diferencias. Este último es un gran valor que se aprende con el tiempo: el valor de la lealtad en la discrepancia. Porque es posible discrepar sin romper la lealtad a un gobierno.

Aprendí hace mucho la importancia de la lealtad y la coherencia, la importancia de saber alejarnos del ruido que merma nuestra capacidad para cumplir con nuestra responsabilidad. Es lo que hacemos los socialistas frente a las polémicas estériles que nos quieren alejar del camino. No hay en estos momentos mayor responsabilidad que trabajar desde cada uno de los gobiernos locales, provinciales, autonómicos y del Estado desde la lealtad institucional. No hay mayor obligación moral para un responsable institucional que trabajar para cumplir con la lealtad que debemos a la ciudadanía y garantizar que saldremos de la crisis causada por la pandemia. Esa es la preocupación, y ocupación, de las socialistas y los socialistas. El resto solo es ruido que cesará.

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