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LIBROS SOBRE HISTORIA LGTBI

‘Libérate’, de himno liberador a diccionario del colectivo LGTB

La periodista valenciana Valeria Vegas acaba de presentar nuevo libro, Libérate, una recopilación de nombres propios, películas, canciones y obras, a modo de vademécum, que reconoce méritos de artistas, políticos y estrellas del espectáculo que desde el ámbito público dieron un puñetazo a la represión. Un tributo en formato bolsillo a quienes abrieron caminos para reivindicar visibilidad. Referentes de las varietés, como Rafael Conde El Titi, cantaban con desparpajo e ironía a una sociedad que censuraba y repudiaba cualquier atisbo de manifestación en pro de la diversidad sexual. Extrapolamos términos al territorio valenciano para reconocer a quienes ayudaron a aupar al colectivo durante la apertura a la democracia en la historia española

7/01/2021 - 

VALÈNCIA. Valeria desde hace unos meses ya no necesita presentación. La biografía que firmó de Cristina Ortiz, La Veneno, y su posterior colaboración en la producción audiovisual sobre su vida, en la que ocupa un lugar protagonista, la han catapultado como una de las personas más destacadas del movimiento LGTBIQ del año 2020. Su visibilidad y actividad televisiva la convierten en una voz autorizada para hablar de las dificultades que atraviesa una persona trans hasta llegar a ocupar una posición visible en la sociedad y obtener una valoración profesional eludiendo la lucha interna emocional y física que tienen que vivir.

En Libérate (Editorial DosBigotes, 2020) habla ahora de todas aquellas personas, activistas o no, que pusieron luz al final del largo túnel del siglo XX en España, caracterizado por la profusión del ideario catolicista y posteriormente del franquismo. Artistas valientes que se enfrentaban con su trabajo a quienes prohibían alzar la voz a personas de sexualidades disidentes o prohibían mostrar su verdadera orientación e identidad. Muchos de los apellidos y apodos corresponden a personas de Valencia, que durante todo el pasado siglo consiguieron burlar la censura, calar en la sociedad y arremeter contra la falta de libertades. 

Una de las referencias más sonadas, que tendría una doble acepción, es La Margot. Su apodo procede de una famosísima cupletista que cantaba canciones picaronas en la València noucentista desde el Salón Novedades. Comenzaba sus espectáculos cantando con un mantón de manila y acababa su repertorio completamente desnuda. En 1912, cuando un ninot suyo fue el centro de la falla del Doctor Collado, el artista fue censurado porque aparecían personas de la alta sociedad del momento como espectadores. La verdad ofendía y tuvo que acudir la guardia municipal a proteger la plantà y ordenaron tapar algunas figuras. Años más tarde, Antonio Campos (Bétera, 1948) adoptó el apodo de la cabaretera para convertirse en un referente del travestismo. Se le atribuyó el mérito de ser el mejor imitador de Sara Montiel hasta el punto de que el público de las salas, desde que en 1977 se subiera a los escenarios, no sabía muy bien si se trataba de un hombre o una mujer; en uno de los primeros ejercicios de transformismo popular en la España preconstitucional.

Antonio Campos, a diferencia de la artista mujer cisgénero en la que se inspiró, encontró en su drag Margot una plataforma para verter un humor deslenguado, hablar de sexualidad abiertamente desde escenarios conservadores y ponerse en el papel de prostitutas y referentes del costumbrismo valenciano. Significó un inicio de la trayectoria que hoy en día desarrollan drags y travestis en sus espectáculos, cargados de humor y parodia sobre sexualidades, sobre su propia identidad, muchas veces desdibujada porque la persona en la que se transforman sobre el escenario forma parte de su manera de entender su propia expresión. 

La Margot.

El trabajo de Campos fue llevado a un documental, La Margot, serio de día, coqueta de noche, que da cuenta de su labor en defensa del colectivo. Voces como las de Francis Montesinos o Carmen Alborch exaltaron su aportación al mundo del espectáculo valenciano desde la visión del compromiso social por el movimiento LGTBI. Y más recientemente, en 2020, el IVAM dedicó un espacio importante de la exposición Contracultura, Resistencia, Utopía y Provocación en València a plasmar su legado. Recreó su camerino de La Cetra, donde cada noche se travestía adoptando la imagen de Sara Montiel para conquistar a su público, poniendo las cuñas que permitieron la entrada de aire travesti a los escenarios valencianos.

Pero si alguno de los protagonistas de la noche valenciana significó un paradigma de ruptura con el régimen franquista, ese fue Rafael Conde, El Titi. Nacido en 1938 en Talavera de la Reina, pasó muy joven por escenarios andaluces y se asentó en València. Desde el Teatro Ruzafa comenzó interpretando canciones que originariamente habían popularizado Concha Piquer y Juanita Reina; haciendo algo novedoso. Ponía por primera vez voz de hombre a cancioneros que hablaban en primera persona y en femenino. Toda una provocación que fue aplaudida a medias, porque la censura cercaba sus espectáculos. Mientras, el público se reía de su exhibición constante de mariconeo. 

Camerinos de La Cetra en la exposición del IVAM.

Con canciones como No me llames Titi, A Federico García Lorca, o Gitano Colorines, completaron su autodefinición en el mundo del espectáculo, en el que siempre se enorgullecía de mostrar toda la pluma posible. Prendas ceñidas, volantes de colores, maquillaje y collares servían para exportar el patrón de folclórica que requería su interpretación y que se correspondía con sus gustos estéticos en lo privado. Lo que no cuenta Valeria Vegas es precisamente el periplo de problemas que tuvo para actuar en los años más oscuros del franquismo, cuando incluso fueron cancelados algunos de sus espectáculos por la censura. 

Lo cierto es que el régimen franquista se cebó menos con los teatros a los que asistían las élites, como la Sala Alkázar donde trabajó El Titi junto a cupletistas de prestigio de la época, como Julita Díaz, Carmen Valenzy o Perlita del Turia. Y burlarse de un maricón estaba bien visto; simplemente había una falta de correspondencia de actitudes. Él se manifestaba mientras el régimen se reía y se reafirmaba. Pero lo cierto es que, gracias a su presencia, la homosexualidad ganó visibilidad en un país y un momento impensable.

Otro caso de burla a la censura lo representó Rosita Amores, que carece de entrada propia en la enciclopedia de Valeria Vegas, pero unió la potencia de ese altavoz pro diversidad sexual con un carisma desconocido hasta la fecha. Nacida en Nules (Castellón) en 1938, siempre manifestó interés hacia el transformismo, convirtiendo sus pechos turgentes decorados con pezoneras en icono de la València de una época. Debutó con 18 años y fue una pionera de llamado cabaret erótico, y en sus espectáculos hacía múltiples alegorías a gays y lesbianas, actuando con El Titi en el Alkázar y llevando a las verbenas de pueblo un cancionero erótico. Hace unos años, coincidió en la falla Mossén Sorell-Corona con La Prohibida y se declararon admiradoras mutuas; y es que el mundo del transformismo formó parte de su día a día a lo largo de sus cinco décadas de actuar en  escenarios.

Rosita Amores y La Prohibida. Foto: Fernando Morales

La Prohibida, precisamente, podría ser otro referente de una València aperturista en lo relativo al manifiesto de derechos y libertades sexuales. Se inició en Ibiza y en Madrid; hasta que a finales de los años 90, amadrinada por Alaska, se sumergió en el mundo de la música, con colaboraciones con grupos efímeros como Plutonia, y como acompañante de Fangoria en una de sus tournés. No obstante, València ha sido una de las ciudades donde más ha trabajado, con bolos constantes en la noche para fiestas como El bosque de Tallac o los espectáculos drag del restaurante Turangalila, del que fue la estrella desde sus inicios, junto a otras travestis destacadas del panorama valenciano. 

El diccionario de Valeria Vegas se podría ampliar y extrapolar mucho más. Porque todas las ciudades cuentan con referentes invisibles del movimiento LGTBI para los que la era internet ha significado un entierro injusto; porque ya no quedan recuerdos gráficos. Artistas comprometidas con la causa ayudaron a muchas personas a liberar sus deseos e identidades ocultas. Libérate se considera hoy como un himno y juega el papel de la pancarta y de la bandera del arcoíris que hasta finales del siglo XX no se pudo ondear.

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