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el tintero / OPINIÓN

Lo escribo como lo siento, con orgullo

Un año más celebramos el 9 de octubre, la fiesta que nos recuerda porque somos lo que somos, como fue nuestra fundación en un lejano año 1238 cuando el Rey Jaime I el Conquistador entró en la ciudad de Valencia. En pleno siglo XXI seguimos celebrando tal gesta y también la tradicional mocaorà de Sant Donís

9/10/2019 - 

La jornada que hoy celebramos los valencianos, entiéndase los habitantes de Alicante, Castellón y Valencia, es decir, la Comunitat Valenciana, recordando nuestra fundación como Reino de Valencia, en mi opinión, debería tener dos ejes fundamentales. En primer lugar, recordar lo que somos con admiración hacia el pasado y con ilusión por el presente y futuro, sin caer en nuestros clásicos excesos. Ni pensar que sólo éramos admirables cuando nuestro Reino era uno de los lugares más ricos y prósperos del Mediterráneo y de hecho fuimos pioneros en ofrecer un siglo de oro de las letras y la cultura con autores de relevancia internacional como Ausias March, Joanot Martorell o Sor Isabel de Villena; ni tampoco considerar que todo lo pasado es siempre mejorable y que ahora somos infinitamente mejores como pueblo que en otros momentos de la historia. Creo que deberíamos honrar con mayor devoción lo que somos y evitar la excesiva autocrítica presentada como un espíritu de evolución y mejora constante. 

Los valencianos somos un pueblo realmente brillante, un lugar apasionante para vivir y ante todo unos privilegiados por el espacio que ocupamos en la Tierra. Nuestra cultura es rica y extensa en varios sectores y así se manifiesta en la multitud de fiestas que se celebran en toda la Comunitat Valenciana con especial énfasis en las fiestas de las Fallas. Un pueblo trabajador y amable que goza un espíritu creativo y emprendedor encomiable. 

Podemos pensar en muchos ámbitos donde hacemos las cosas realmente bien: gastronomía, diseño, industria del calzado, del juguete, agricultura (arroz, naranjas, chufa), pólvora y pirotecnia, música (cada pueblo tiene una o dos bandas). Pero no sólo en esos ámbitos quizá más tradicionales, hemos consolidado una industria marítima y portuaria de referencia, en el sector de la automoción y en muchos sectores profesionales que cuando uno conoce a los empresarios sigue sorprendiéndose. Desde el trabajo que hacen los institutos tecnológicos a la labor de los investigadores en nuestras universidades y hospitales. En medicina también somos referencia por ejemplo en algo tan importante como el tratamiento contra el cáncer. 

Ni hay espacio ni yo tengo la lista de todos los valencianos que hacen las cosas muy bien, con mucha profesionalidad y con pasión por su trabajo, pero son muchos. Si algo solemos decir de nosotros mismos es que nos falta unión, asociarnos, colaborar y sobre todo reivindicar lo que nos merecemos. Pues yo les digo, eso ha cambiado bastante y, de hecho, a veces dudo cuando pienso en la unión y coordinación que supone el mundo fallero y cómo lleva décadas funcionando perfectamente, igual que las fiestas de San Juan en Alicante o las Gaitas en Castellón. Pero esta vez, diré algo más, siempre ponemos el mal ejemplo (en mi opinión) de otros pueblos de España como los vascos y los catalanes, pensando en su constante exigencia y chantaje a los gobiernos de la nación para mejorar sus infraestructuras. 

Hoy, 9 de octubre, Día de la Comunitat Valenciana, un día de orgullo y valencianía, vuelvo a defender que viendo todo lo sucedido en esos dos territorios españoles y las consecuencias provocadas en este período democrático con un negativo impacto en la convivencia de toda la nación, no encuentro motivo alguno para poner de ejemplo el comportamiento ni de sus representantes políticos ni de sus ciudadanos. Somos los valencianos un pueblo infinitamente más tolerante, más pacífico, más honrado y más dado a la convivencia y el entendimiento y quizá eso va en nuestro ADN. Seguro que les suena lo de ‘meninfots’, ese adjetivo tan nuestro que solemos utilizar para decir que somos un poco pasotas, un poco dejados y cada vez más pienso “bendito meninfotisme” pese a quienes se empeñan en crispar a la sociedad con debates estériles y superados. 

El mismo día que celebramos el día de nuestra tierra, de nuestro Reino, de nuestra Comunitat, también festejamos a Sant Donís como el santo de los enamorados valencianos, ¡qué bella metáfora!. La historia es curiosa, un siglo después de la fundación del reino cristiano, en el año 1338 una hambruna asoló la ciudad y el Consell de la ciudad organizó una procesión para pedir a San Dionisio que acabara dicha situación, provocada tras una mala cosecha. De ahí que este santo que fue el primer obispo de París, donde fue martirizado en tiempos de Diocleciano sea el patrón de los enamorados valencianos que regalan la mocaorá, otra bella historia para sentirnos una vez más, orgullosos de ser valencianos.  

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