CASTELLÓ. Una nueva investigación del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia (IoPPN) del King's College de Londres, en colaboración con la Universidad de Glasgow, ha descubierto que los adolescentes que se han autolesionado cinco o más veces en su vida tienen un umbral de dolor significativamente más alto en comparación con los que no lo han hecho.
El estudio, que se ha publicado en la revista 'JAMA Network Open', es el mayor estudio de este tipo que analiza la relación entre las autolesiones y las sensaciones corporales, y descubrió que el umbral de sensibilidad, tanto dolorosa como no dolorosa, aumenta significativamente cuanto más se haya autolesionado un participante en el pasado.
Se reclutó a 64 participantes de entre 12 y 17 años de una mezcla de entornos de atención comunitaria y residencial, así como de escuelas y grupos juveniles de Londres y Glasgow. Cada uno de ellos se sometió a una serie de 13 pruebas, entre las que se encontraban la detección térmica y los umbrales de dolor, así como los umbrales de dolor por presión, para establecer en qué momento detectaron un cambio de sensación o empezaron a sentir dolor.
En ningún momento se pidió a los participantes que soportaran el dolor y se les dio instrucciones estrictas de detener la prueba en el momento en que sintieran cualquier signo de malestar.
El suicidio es la segunda causa de muerte entre los adolescentes, y las autolesiones son el factor que más predice el suicidio. Los investigadores afirman ahora que esta prueba tiene el potencial clínico de ser eficaz para identificar a los jóvenes con mayor riesgo.
El doctor Dennis Ougrin, coautor del estudio del King's IoPPN, explica que a partir de estos estudios han podido ver "que los adolescentes que se han autolesionado cinco o más veces en el pasado tienen un umbral de dolor dramáticamente más alto, en particular en los individuos que viven bajo cuidado". Todavía no existe un biomarcador fiable para el suicidio, pero es algo que el doctor Ougrin espera que pueda cambiar.
"Una vez que una persona se ha sentido lo suficientemente cómoda con el dolor, cuando ha elevado el umbral muy por encima de lo que sería normalmente en alguien que no se ha autolesionado, es en ese momento cuando podemos decir que tiene un mayor riesgo de suicidio", alerta.
Los investigadores esperan ahora que estos hallazgos puedan convertirse en una prueba sencilla que utilice un sensor de presión para identificar eficazmente a las personas en riesgo, de modo que se les pueda proporcionar un apoyo específico.
El profesor Stephen McMahon, coautor del estudio, explica que han estado utilizando estas medidas cuantitativas de la función sensorial en muchos grupos de pacientes diferentes. "Estoy sorprendido por la magnitud de los efectos observados en estos jóvenes que se autolesionan", destaca.
Por su parte, Tatum Cummins, del King's IoPPN y coautor del estudio, resalta que, "sorprendentemente, estos resultados se extendieron a los estímulos no dolorosos. Observamos una hiposensibilidad significativa a los estímulos inocuos en el grupo que se autolesiona con más frecuencia, en comparación con nuestros participantes de control de la comunidad que no se autolesionan", prosigue.
"Lo que aún no sabemos es si la hiposensibilidad al dolor es un factor de riesgo preexistente a la autolesión, en lugar de ser un resultado de la misma --resalta--. Nuestros hallazgos de que los jóvenes bajo cuidado tienen anormalidades sensoriales, independientemente de si se han autolesionado o no, es sorprendente y necesitará más investigación".