El panorama local despegó las alas a raíz del 'mestizaje' de la banda valenciana. Primavera d'Hivern, LR Studio y El Último Pasillo hablan de cómo se rompió la marginación que imponía el gobierno del momento
VALÈNCIA. La banda Obrint Pas supuso un punto de inflexión para el panorama musical valenciano. Nacida en el año 1993, siempre buscó fusionar estilos en lo que el mundillo denomina como ‘mestizaje’. Rock, ska, punk y reggae podían estar aunados en una misma canción, y eso, en términos musicales, abría un abanico de posibilidades enorme a las bandas. Ellos plantaron la semilla y abrieron paso (nunca mejor dicho) a todo lo que vendría: una escena mucho más rica tanto en géneros como en lengua.
Con el tiempo, la música local ha ido normalizándose. Una de las consecuencias de esto es que la música escrita en valenciano ya no se considera un género en sí mismo, sino lo que es: una lengua más con la que hacer todo tipo de música. Si bien hace unos cuantos años la mayoría de grupos locales tenían el denominador común de componer letras reivindicativas, letras de “elevar el puño” como dice Jordi Bonet de LR Studio; con el tiempo esta perspectiva social ha sido reemplazada por una mayor apertura en cuanto a los temas tratados. Ahora, los grupos -aunque suene un poco simple- pueden hablar de todo. No tienen la necesidad de buscarse un hueco a través de la canción denuncia, porque ya lo tienen. Antes la sociedad valenciana no tenía un bagaje en la materia, ahora sí.
Culturplaza hace una radiografía de esa evolución que ha seguido el panorama musical valenciano, así como de su situación actual, todo desde la perspectiva de las productoras. Los encargados de LR Studios, Primavera d’Hivern y El Último Pasillo tienen un punto en común: todos piensan que el futuro de la música valenciana será muy potente.
Primavera d’Hivern es un sello joven que se dedica fundamentalmente a apostar por jóvenes artistas desconocidos. Surgió para editar los discos de la banda Tardor, de quien su batería, Cesc Domènech, es también productor. En el año 2018 la compañía decidió dar el salto a la gestión integral de artistas, y no solo tratan con bandas valencianas, sino también madrileñas o catalanas.
Cesc Domènech explica que Obrint Pas supuso una apertura muy grande para la música combativa. “La escena de grupos de su estilo, de aire festivo, siempre había estado, pero de manera muy oculta y casi siempre desde el indie”. El grupo abrió la veda a que la música local se normalizara socialmente y empezara a ser escuchada por gente de todo tipo. La explosión, indica el productor, tuvo lugar alrededor del año 2005, con un suceso paradigmático. Por aquel entonces se formó el colectivo artístico y sindical Ovidi Montllor, que nada más surgir ocupó el Palau de la Música durante horas para ofrecer un concierto acústico en valenciano. Lo hacían para reivindicar la protección de la cultura y la lengua propia ante un gobierno con políticas culturales que la marginaban. Aquel suceso tuvo una gran trascendencia y permitió que, paulatinamente y entre otras cosas, la música combativa dejara de considerarse como un género en sí mismo, integrando todo tipo de estilos musicales fruto de la presencia de grupos como Obrint Pas o La Gossa Sorda.
El Último Pasillo es un sello que nació a finales de 2019, con el fin de trabajar de manera exclusiva con Ciudad Jara. Se trata de la banda capitaneada por Pablo Sánchez, antiguo líder del mítico grupo valenciano La Raíz. Meses después también comenzaron a trabajar con Zoo, y como explica Ana Rajadel, responsable de comunicación del sello, “siempre han tratado de adaptarse a lo que quieren ambos grupos, así como a su experiencia previa”.
Rajadel explica que antes de aquel cambio de paradigma que supuso Obrint Pas, la música local que las instituciones rechazaban sistemáticamente -además de considerarse un género en sí mismo- “estaba enfocada al plano social y reivindicativo”. No obstante, a partir de todo aquello, la canción denuncia comenzó a dejarse de lado en cierta manera. “Aquella apertura fue de agradecer. La música combativa empezó a abarcar otros géneros que antes no. Pop, rap, reggae..., sin un contenido tan político. Hay determinados perfiles que critican esta deriva del panorama hacia otros palos, pero creo que es muy bueno que se diversificara, puesto que ello beneficia directamente a la cultura musical y a la lengua de nuestra tierra”.
Hubo muchas bandas que desaparecieron por no haber todavía un apego demasiado integrado por la escena local. Cesc Domènech habla de grupos como 121dB o Inòpia, “que lo dejaron por no encontrar oportunidades en una València que todavía no les acogía. No podían ir más allá de los conciertos en verbenas de pueblo, y cosas por el estilo”. Fue años después, alrededor de 2010 en adelante, cuando surgieron otras propuestas como Smoking Souls (2010), Tardor (2011) o Zoo (2014). “Aquellos grupos ya encontraron el soporte técnico, administrativo y gubernativo necesario para instalarse en el panorama y cambiarlo. Pudieron salirse de aquella escena reivindicativa e indie, y lo que tenemos en la actualidad es todo fruto de aquello”.
LR Studios lleva trabajando desde 2006 con todo tipo de grupos musicales. Tienen un estudio de grabación habilitado en el interior de una casa, donde las bandas hacen vida durante el tiempo de confección de sus discos. Jordi Bonet, uno de los dueños del estudio, apunta que aquella explosión de bandas gustó tanto a la sociedad valenciana precisamente “por el mestizaje”. Como explica, “cuando tienes una canción que une varios estilos empezando en reggae y acabando en metal, a la gente le gusta”. Esa fusión es una de las señas de identidad de València, “y el grupo Mafalda -que nació en el año 2010- fue precursor de ello”.
Paralelamente, la escena valenciana ha ido acogiendo cada vez a más artistas mujeres. Hasta hace unos años llegaba a ser difícil contar unos cuantos nombres. Ahora, el panorama tiene la presencia de artistas que, desde alrededor de 2015, comenzaron a darse a conocer. Es el caso, entre otras, de Karma Cereza de Mueveloreina (2016), Tesa (2017), JazzWoman (2018) o Lisasinson (2018). Ante este incremento de la presencia mediática de artistas mujeres fraguado por el movimiento feminista, los festivales se vieron obligados a adaptarse incluyendo cláusulas femeninas que potenciaban una mayor diversidad musical. Y de la misma manera ocurre con las bandas que cantan en valenciano. Cesc Domènech señala que “este tipo de mecanismos ayudan a hacer las cosas más democráticas. Fomenta que algunos tipos de música con un estigma histórico no sean los grandes olvidados. Y de todas formas, los festivales se atienen a estas cláusulas si quieren hacerlo”. Por su parte, Ana Rajadel opina que este hecho, si bien ha fomentado la presencia de una diversidad musical mayor, “tampoco ha determinado totalmente el panorama. Cada artista elige la manera de transmitir su arte independientemente de esas cláusulas. Quiero creer que si aumenta la creación de obras en valenciano o que si aparecen más artistas mujeres, es porque realmente hay una mayor identificación con ese trabajo, no por el apoyo institucional”
Esa explosión continuada de bandas que había dejado un panorama tan diverso como interesante, ha chocado de frente con la pandemia, que ha obligado a todos los grupos sin excepción a olvidarse de pisar un escenario durante meses. Esto ha hecho que las discográficas se vean con el agua al cuello, puesto que la mayoría de artistas financian su siguiente disco con lo que recaudaron en conciertos con el anterior. Cesc Domènech explica que para Primavera d’Hivern “sobre todo fue difícil el principio”. En aquel momento estaban trabajando en la siguiente gira del grupo Tardor. “Teníamos ya veinte conciertos agendados, y de repente, todo se fue”. No obstante, Domènech reconoce que después han podido salir del atolladero. “Con las ayudas del Estado pudimos volver a salir a trabajar. Hemos tenido que transformarnos, adaptarnos a espacios mucho más pequeños como teatros, adaptar la música a un plano más acústico... Las bandas saben que tienen que reinventarse de esta manera, al menos temporalmente. Si las instituciones nos ayudan, aguantaremos. Eso sí, de los macrofestivales nos tenemos que olvidar. Es la escena local la que puede funcionar”.
Ana Rajadel, de El Último Pasillo, añade en esa línea que “la mayor parte de los ingresos de un grupo son del directo si no eres Rosalía o Bad Bunny. Si eliminas de golpe esos ingresos, sufres muchísimo. En nuestro caso nos hemos podido adaptar. Ha habido muchos menos conciertos y las bandas se han tenido que amoldar al formato reducido, pero hemos peleado y sobrevivido bien”. De hecho, Zoo lanzará su nuevo disco este 2021. Por su parte, Jordi Bonet –de LR Studios- cuenta que el hecho de que no haya giras y, en consecuencia, dinero para grabar, hace que los artistas “ya no estén grabando discos, sino demos o canciones aisladas”.
Ana Rajadel piensa que la tendencia aperturista que ha seguido la escena valenciana en la última década seguirá la misma senda. “La evolución del panorama no ha sido solo a nivel de expansión de géneros, sino también a nivel musical y de estética. Se están abriendo puertas hacia líneas desconocidas”.
La responsable de comunicación explica que antes, “la música valenciana era un nicho concreto con unas pautas y mensajes marcados, y una estética muy identificable. Ahora, eso, por educación, política, etcétera, ha cambiado. El artista y el grupo pueden desarrollarse de otras maneras y llegar a más gente. El artista puede tener una deriva que antes era imposible porque tenía que prestar atención a mensajes concretos. Nos beneficia a todos. Vamos más allá de un foco concreto e investigamos otras áreas”.
Cesc Domènech y Jordi Bonet también son optimistas ante lo que vendrá. Domènech apunta que “ve el futuro muy interesante, y que ya se está viendo con bandas como Sierra Leona o artistas como Íñigo Soler”. Bonet, por su parte, opina que “la diversificación de la escena musical valenciana hace que se le abran los ojos a mucha gente. Y por otro lado, vamos hacia un panorama más feminista. Cada vez hay más mujeres en los escenarios, y eso es muy bonito. Cada vez hay más ídolas”.