Cuando uno vive de prestado tiene que asumir la supervisión de quien le presta el dinero, es infantil no asumirlo.
Érase una vez una hormiga -países europeos del norte-, que en verano - cuando la economía crecía-, se dedicaba a trabajar y trabajar recogiendo y acumulando alimentos -ahorraba generando superávits presupuestarios, o al menos disminuían su deuda pública-, para cuando llegase el invierno -la crisis económica-; mientras la cigarra -imagínese que países europeos son- se dedicaba a cantar y a reírse -viviendo por encima de sus posibilidades, gastando más de lo que ingresaba generando déficits-, cuando llegó el gélido frio de la etapa invernal -crisis económica generada por la pandemia del virus chino- quiso que la hormiga le diera de sus ahorros..., ya saben como acaba la fábula de Esopo reescrita por Felix María de Samaniego.
Pues lo mismo están pensando nuestros vecinos del norte respecto a nosotros, como ha dejado claro el ministro de finanzas de los Países Bajos, Wopke Hoekstra, en diferentes declaraciones, aunque después de bajar la intensidad de sus declaraciones e incluso reconocer que quizás les haya faltado cierta ”falta de empatía”, pero ha insistido en que “quien precise de un rescate financiero sí deberá ajustar y reformar”. Porque en la cumbre virtual de la UE de finales de marzo, a pesar de que nueve países de la UE, como, Bélgica, Eslovenia, España, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, y Portugal, llegaron a pedir la creación de Coronabonos, el primer ministro holandés Mark Rutte, lo dejó muy claro entonces, al afirmar que “cada estado miembro debería tomar las medidas necesarias a nivel nacional”. Y para reforzar esas posiciones iniciales, su parlamento ya mostró su rechazo a la creación de Coronabonos un, parece ya lejano, 7 de abril.
Pero en el burocrático edificio europeo, se sigue negociando y negociando, mientras la flota europea hace aguas, unos países más que otros. Porque de aquellos grandes líderes, que surgieron en épocas de crisis en Europa, parece que no se vislumbran hoy en día. No aparece, ningún Klemens von Metternich que instauró una Europa de los congresos tras el Congreso de Viena, finalizado en junio de 1815, o un Otto von Bismarck que buscó siempre los equilibrios en la voraz competencia entre imperios, y que con su desaparición del gobierno alemán, Europa se precipitó a la vorágine de las Guerras Mundiales, o un Robert Schuman, que en la posguerra y bajo el paraguas norteamericano, supo pronunciar aquella Declaración, el 9 de mayo de 1950, que supuso el principio de la construcción europea, o una Margaret Thatcher que supo enfrentarse al progresismo quinta columnista, acabando con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en unión de Ronald Reagan, o un Helmut Khol que supo aprovechar el tsunami de libertad que surgió con la implosión y fin de la URSS, para la reunificación alemana.
es entendible que algunos ciudadanos y países del norte tengan sus reticencias a dejarnos más dinero y mutualizar la deuda europea
Dentro de esa compleja arquitectura europea, está el Banco Central Europeo, presidido por Christine Lagarde, antigua directora del FMI, al que los países europeos endeudados acudimos a pedir liquidez, pues este organismo ha previsto que los PIB de la eurozona caerán entre el 5% y el 12%. Pues bien, según los últimos datos, en el primer trimestre de este año (y con sólo dos semanas de estado de Alarma) el Producto Interior Bruto Español cayó un 5,2% (en Italia sólo un 4,7%), y se acaban de enviar a Bruselas unas cuentas en las que se prevé una caída para todo el año de un 9,2 % del PIB, y un incremento del 10,3% del déficit público (el año pasado fue del 2,8%), rebasando la deuda pública el 115,7%, por lo que nuestra imagen económica no va a salir bien parada, por diferentes motivos. Por eso los cantos de sirena de la intervención, pueden estar siendo escuchados por algunos, pues se acuerdan lo que pedían algunos al gobierno de Mariano Rajoy, cuando recibió el gobierno tras la crisis del 2008.
Con esas cifras, es entendible que algunos ciudadanos y países del norte tengan sus reticencias a dejarnos más dinero, y por supuesto mutualizar la deuda europea. Porque miren, si se fijan, algo parecido pasa aquí con la financiación autonómica, y las deudas de las diferentes Comunidades, la insolidaridad financiera no sólo es una característica europea, también, y desde la perspectiva fiscal, es de nuestra piel de Toro, también ahí tenemos nuestros egoísmos.
Ahora prepárense, para que otra vez los hombres de negro, del control del gasto de la UE, vuelvan a visitarnos, para que cumplamos los deberes presupuestarios, pues parece que el mandato constitucional del artículo 31.2 de una ejecución del gasto público eficiente y económica se les pude haber olvidado a algunos responsables públicos.