EL INVERSOR ESTÁ DESNUDO / OPINIÓN

Luces y sombras en la inversión en inteligencia artificial

13/11/2019 - 

VALÈNCIA. Estamos rodeados de inteligencia artificial. A veces más conscientes y otras veces menos, pero está ahí y nos intriga saber cómo transformará nuestras vidas en muchos aspectos. Esta tecnología tiene tanto potencial que mal utilizada puede tener efecto destructivo y por ello será una labor fundamental, que tanto la política como el mundo empresarial, reúnan fuerzas no solo para desarrollar todo su potencial sino también para controlar sus efectos de riesgo.

La idea de la utilización de la inteligencia artificial no es tan nueva porque nos acompaña desde hace casi medio siglo; cierto es que los avances estuvieron acompañados primero de una fase entusiasta que luego con el tiempo dio paso a decepción, principalmente por falta de experiencia acumulada y de recursos. Esta vez en cambio la cosa parece ser distinta y en los últimos años se han hecho tremendos avances con respecto a las técnicas y algoritmos, lo que a su vez se materializa en un aumento masivo de datos disponibles y la capacidad de procesarlos adecuadamente para su uso práctico e inteligente.

Hoy en día muchas empresas ya utilizan estas técnicas en marketing y ventas para ofrecer a los consumidores productos que mejor pueden encajarles como consecuencia de sus hábitos. Y en la producción los beneficios de la inteligencia artificial se manifiestan en una mejor detección de anomalías en el proceso productivo lo que reduce los tiempos de inactividad por avería en maquinaria. Cálculos estimados pronostican así que la mayor eficiencia en la gestión y la producción se traducirían en un valor añadido económico de entre 3.500 y 5.800 de euros anuales.

Con todo, considero que el mayor beneficio para un impacto importante en crecimiento económico de un país sería aplicar inteligencia artificial mediante un modelo paralelo que busca innovación y formación a la vez. No debería sustituir a la mano de obra sino complementarla y al mismo tiempo las empresas harían bien en acompañar a sus empleados con formación para ayudarles a adaptar sus conocimientos y poder tener éxito en esta nueva era. De este modo, los efectos positivos también se verían con mayor claridad con respecto al bienestar social. No es un secreto que la tecnología también traería consigo mejoras sustanciales al sistema social en general con una trascendencia que algunos comparan con la revolución de las redes sociales y las nuevas tecnologías de comunicación.


Aparte de las muchas ventajas solo para sectores como el de la salud (mejorar la longevidad y la esperanza de vida) o el de transporte terrestre y sus sistemas (menor contaminación) resulta especialmente fascinante la capacidad que aporta en la búsqueda de soluciones a un gran número de problemas sociales. Existirá así una forma alternativa de contribuir a los 17 principales objetivos de progreso sostenible para el mundo que se ha marcado la ONU como prioridad.

A pesar del magnífico potencial existe también un reto importante en cuanto al riesgo y el mal uso de la inteligencia artificial. La amenaza más inmediata es la velocidad de la automatización que busca sustituir y no complementar la mano de obra. Si entramos en una revolución a toda velocidad los cálculos prevén que hasta 2030 unos 100 millones de trabajadores podrían verse obligados a cambiar su profesión por culpa del fenómeno. De alguna manera todos nuestros puestos de trabajo se verán afectados por algún tipo de transformación si el futuro modelo incluye inteligencia artificial. 

Ciberdelincuencia

Son, por tanto, enormes los retos a los que se tendrá que enfrentar la política y también las empresas. En este sentido ofrecer formación continua e igualdad de acceso para todos será crucial para no alimentar la brecha entre distintas clases de la población. Otro aspecto que preocupa es el mal uso de la tecnología para fines militares, de ciberdelincuencia o el riesgo de estafas a gran escala, incluido la manipulación de resultados electorales. Todas cuestiones importantísimas a las que habrá que dar respuestas contundentes.

Como ven queda todavía mucho camino por despejar en cuanto a dudas que surgen con respecto a la inteligencia artificial. Es, sin duda, un tema de futuro y donde hay que estar como inversor pero no estaría mal tener le certeza de que esta revolución se mueve en una dirección adecuada para traer beneficios económicos para el conjunto de países o sectores y no solo para algunos pocos.

Christian Dürr es socio director Ética Patrimonios EAF

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