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entrevista

Mariano Barroso: "No son tiempos de exigir, sino de ponerse a disposición de la sociedad"

El director de la Academia de Cine estrena la serie La línea invisible, sobre el primer asesinato de ETA

8/04/2020 - 

VALÈNCIA. ¿Cómo no hacer spoiler en una serie histórica? O peor, en el caso de la serie La línea invisible, ¿cómo hacer que las consecuencias que abatieron el País Vasco durante décadas por cruzar esa frontera no afecten el juicio del espectador? Ese fue el reto que afrontó Mariano Barroso al encarar la dirección de una ficción sobre el origen de ETA, abstraerse de la tragedia posterior, “vivir aquello como un aquí y ahora”. En su confinamiento actual, en cambio, el presidente de la Academia de Cine está proyectando en el futuro para mitigar el desastre que se abate sobre la industria del audiovisual español. La producción de Movistar+ llega mañana, 8 de abril, a la plataforma. La reactivación de la producción cultural en nuestro país, quién sabe.

- El año pasado ya dirigiste otra serie para Movistar+ sobre los años sesenta, El día de mañana. ¿Qué es lo que te motiva del retrato de esa década?
- Ahora que lo dices, las podía haber rodado a la vez para aprovechar el despliegue de diseño de producción y los coches de época. Nuestra historia reciente está llena de zonas oscuras sobre las que no hemos vuelto nunca la mirada. Son momentos llenos de detalles y de personajes que es muy bueno conocer para entendernos mejor. Por medio de la recreación de aquellos tiempos hallamos las claves de cómo somos ahora. Es un periodo fascinante no solo a nivel histórico y sociológico, sino también visual. Sus protagonistas se mueven en un mundo con una moral muy determinada y suspendida. Afortunadamente, esas etapas están superadas, pero son muy ricas para reproducirlas en la ficción. 

- De hecho, han coincidido varias producciones sobre la organización terrorista: la serie de HBO Patria, y los documentales ETA, el final del silencio, de Jon Sistiaga, y Lagun y la resistencia frente a ETA, de José María Izquierdo y Luis Rodríguez Aizpeolea. ¿A qué crees que responde esa coincidencia?
- A que ha pasado el tiempo y se han posado los miedos y los enconamientos. Ahora ya se puede hablar de vida, y el asesinato y la muerte no están en el día a día, de forma que podemos coger distancia y hablar con la cabeza más fría. Las capas que el tiempo ha ido depositando por encima de los hechos han conseguido que nos olvidemos de lo que pasó entonces, pero está todo guardado en el inconsciente colectivo, y más en el País Vasco, donde continúa a flor de piel. No hay nadie que no tenga una vinculación personal con lo que fue ETA. Y creo que es importante hablarlo. A mí me gusta esa frase de Freud que dice que la única manera de olvidar es recordando. 

- ¿De qué manera pueden servir para ayudar a cicatrizar las heridas?
- Hay algunas cosas de nuestro pasado reciente que solo deberían haber existido en la ficción. Así que estas series son como un conjuro, una pequeña ceremonia donde encerramos dentro de la pantalla lo que nunca debió ocurrir. Son historias que son una mina para la ficción y terribles para la realidad. Así que siento esta coincidencia como una suerte de justicia poética.

- ¿Qué dificultades te supuso humanizar a un torturador nato como el jefe de la Brigada Político Social de San Sebastián, Melitón Manzanas?
- Tengo marcado el recuerdo de cuando vi El padrino. Parte II (Francis Ford Coppola, 1974): veía a aquellos gánsteres que se iban a acribillar a balazos a una persona, pero en el camino tenían que parar a comprar un biberón para su bebé. Y pensaba que los matones también tienen hijos. Lo mismo ocurre con Melitón Manzanas y la gente de ETA que se atreve a cruzar esa línea invisible. Creo que en la narración es muy importante no sólo el qué sino el cómo lo contamos. Hasta los dibujos de ahora no tienen nada que ver con los que veíamos cuando éramos niños, ese Tom y Jerry, que consistía en que el ratón no se dejara atrapar por el gato. Y así hasta la saciedad. Ahora tienen personajes complejísimos. Las películas que hace Pixar están protagonizadas por personajes multicapa, porque si no, ni siquiera los niños se las creen. El centro de las historias en el audiovisual son los personajes, y han de ser creíbles, tener dimensión y moral. Un personaje puede ser execrable, hacer el mal como misión en la vida, pero también ser un padre ejemplar. Es importante no ser maniqueo. La historia con mayúsculas puede serlo, pero no las historias que contamos.

 - En el otro extremo está el primer miembro de ETA en apretar el gatillo, ¿a qué abismos te asomó leer la poesía de Txabi Etxebarrieta?
- Sí, era un hombre muy atormentado, de largos y profundos silencios. Txabi era un chaval muy sensible como poeta, un tipo brillante, un intelectual muy avanzado para su época, muy inquieto, que tenía unos conocimientos muy avanzados sobre computación, una vida familiar muy rica y un proyecto de vida académica en Oxford. Pero un día decidió apretar un gatillo varias veces contra una persona que pasaba por allí. Y ahí está de nuevo la complejidad de la que hablábamos: la humanización de una persona que no nació pegando tiros, sino que vivió un proceso en una época donde el Che Guevara presidía las habitaciones de todos los estudiantes, y se idealizaba a la guerrilla latinoamericana y a la del norte de África.

- En una entrevista reciente, afirmabas que esta serie trata sobre “la incapacidad de empatizar con el otro y la banalización del daño y el dolor ajeno”. Estos días miras cuánto odio alberga Twitter y parece que en este país no hayamos aprendido nada.
- Suelo pecar de optimista, pero disiento de la gente que dice que esta crisis del corona virus nos va a hacer mejores, y que cuando esto acabe vamos a vivir en la casa de la pradera. Estamos viviendo un proceso de aceleración y de presión. Es como si nos hubieran metido a todos en una batidora, donde va a salir lo mejor y lo peor de cada uno. Quien no haya hecho el proceso para cambiar antes de la pandemia, no va a cambiar ahora. Y cuando se banalizan las cosas, pasa lo que se cuenta en La línea invisible.

- ¿Hubo algo que te llamara la atención a ese respecto durante el proceso de documentación? 
- Que cuando una persona dispara contra otra no solamente acaba con la vida del otro y todo su entorno, sino que acaba con su propia vida. En la investigación descubrimos que hubo gente que no pudo digerir haber matado. Me acuerdo mucho de una frase que a mí me ha guiado mucho en esta serie, Gandhi decía que por una causa uno debe estar dispuesto a morir, pero no a matar. Hay límites que no se pueden traspasar. Como está diciendo Antonio de la Torre (el actor que interpreta a Melitón Manzanas) estos días en entrevistas, la violencia tiene explicación, pero no justificación. 

- ¿Crees que visionar la serie ahora puede invitar a una meditación personal más profunda?
- El público está como cuando vas a proyectar una película en un festival: todos sentados en las butacas esperando que la película empiece. Nunca hemos tenido a los espectadores más dispuestos a ver nuestras películas y series. Hay más consumo que nunca. 

- A este respecto, ¿qué opinas del silencio del ministro de Cultura estos días?
- El ministro se ha comunicado varias veces con nosotros. Está activo. De hecho, hoy hemos tenido una reunión. Están en una situación de emergencia total y de cuidados paliativos para la sociedad. Las prioridades son claras. Y estamos a la expectativa. Cuando esto acabe, me imagino a los ministros haciendo cola en Hacienda, e imagino que la cultura será la última de la fila.

- Ya, pero la pandemia ha disparado precisamente el consumo. La cultura ha sido un paliativo para estos días de encierro.
- Está bien que lo digas. Nuestro sector ha sufrido la parálisis total desde el primer momento, pero no son tiempos de exigir, sino de ponerse a disposición de la sociedad. No es el momento de decir: ¿Qué hay de lo mío?

- Ahora mismo se da la paradoja de que hay muchas películas españolas pendientes de estreno que no pueden hacerlo en las plataformas, porque la Ley del Cine obliga a que las que han recibido ayudas lo hagan en salas. ¿Se contempla alguna modificación de la norma por la situación excepcional que vivimos?
- Sí, se va a sacar una orden que flexibiliza esa obligación. Ahora mismo las plataformas tienen mucha demanda de películas, y los cines, exceso de oferta. Va a haber un embudo para exhibirlas, porque no hay salas y cuando se abran, no sé si la gente va a querer sentarse al lado de otro que tema que le pueda contaminar. En otoño vamos a vivir un embudo.

- ¿Hay planes en la Academia para atenuarlo?
- En eso estamos. Va a ser imprescindible. El Estado se va a quedar sin dinero, así que tendremos que ponernos en marcha y movilizar a los profesionales, a las empresas y al Gobierno para activar las cosas. Tenemos que ir arreglando las cañerías sin dejar de abastecer de agua al edificio. 

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